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Diego Gadir: «Me exaspera tener que pasar por determinados tornos de los favores»

Lleva más de una década sin salir en los periódico; según él, un pintor no lo lleva al escaparate un acto social, una exposición, sino su obra; ésta es la primera entrevista que concede en más de una década

El pintor Diego Gadir ABC

Félix Machuca

Gadir es su apellido artístico, pero su nombre de pila es Diego Gil. Comenzó a hacerse pintor en aquellas clases de Bellas Artes donde pesaban apellidos como los de Mauri , Amalio del Moral y Maireles .

Desconozco si fue en aquel ambiente donde llegó a la conclusión de que la honestidad es un valor supremo del arte y éste sólo es explicable desde la individualidad. Trabaja actualmente en un retrato para un personaje de la cultura local y en diversas apuestas paisajísticas.

Mientras pinta, suena muchas noches la voz de Jesús Quintero, de quien se proclama admirador. Dice de sí mismo que es una persona reflexiva y espiritual , que sufre en estos momentos con el dolor de una epidemia que está cambiando el mundo.

Recuerda cómo se hacen, ¿verdad?, yo pregunto y usted responde, si quiere...

Mire, a mí las entrevistas dejaron de interesarme. Jesús Quintero dijo que se vende el alma al diablo. Y yo a la bestia apocalíptica la tengo muy presente estos días. Monseñor Oliver Román me ha clarificado el enigma.

¿Por qué cree más honesta la promoción de un artista gracias a su esfuerzo personal y no por patronazgo clientelar?

La deshonestidad está en parte del sistema cultural y mediático cuando aplica el olvido a quienes van por libre. De todos los medios que llamé para los 25 años de mi mural en la iglesia del Corpus, solo dos respondieron.

¿Conoce a Katinka Bock?

Katinka Bock es una artista auténtica. Yo la considero una poeta que tiende a la totalidad a través de la naturaleza y mediante su instinto poderoso de artista. Es una María Zambrano de la escultura.

Ya sabe que llevó a Arco una carpa sobre un radiador y tasó la obra en 17.500 euros. Algunos críticos se preguntaron si eso era arte o cachondeo.

Que se pregunten lo que quieran. Mire... ¡Yo me he preguntado tantas cosas de la crítica…! Sobre el «money» ya sabe lo que dijeron Gerhard Richter o Markus Lüpertz: el arte no tiene nada que ver con el precio.

Yo creo que esos excesos de mercadotecnia retiran a mucha clase media del arte contemporáneo. ¿Usted qué piensa?

Lo que la retira del arte es la pérdida de fe en lo espiritual. Los programitas televisivos alentando a la farra constante que se pusieron de moda cuando la crisis del 2008 hicieron cambiar los cuadros por cruceros.

Igual me hubieran llamado obtuso cuando Duchamp presentó «La fuente», un vulgar urinario, en una galería neoyorquina y pasa por ser unas de las obras más influyentes del pasado siglo…

Dicen que muchos de estos «objetos encontrados» por Duchamp, por suerte de serendipia, estaban maquinados. A mí me fascina su gran vidrio. Para poder hacer esa obra despreció mucho dinero del mercado: un genio.

¿Qué exposición es la que más le ha impresionado de las que ha visto recientemente en Sevilla?

La exposición de Pepe Cobo «Dos clausuras». Me entraron ganas de ponerme de rodillas. Aquellas monjitas sevillanas y aquellas reclusas peruanas están en la historia gracias al arte de Pepe Cobo.

Usted tiene la doble nacionalidad: gaditana y sevillana. ¿Qué ciudad es más plástica de las dos?

Me puse Gadir como los cantores se pusieron de Hispalis. Cádiz es el amor y el dolor de mi infancia. Sus callejones son mis propias tripas con sus pellizcos y sus mariposas. Sevilla es mi adolescencia en cuerpo y alma, idealista y sudorosa. A veces mi corazón se me va a La Spezia.

¿Qué color define a Cádiz y cuál a Sevilla?

Un solo color es como un hombre solo, refleja muy poco. Sí que les veo diferencias estilísticas a nivel paisajístico. Cádiz es luz geométrica; Sevilla, gestualidad cromática.

¿El último gran pintor de Sevilla, a su juicio, quién fue?

Baldomero Romero Ressendi modelaba la pintura como un brujo. Su realismo es más ensoñación que percepción, como en Corinth. Chaïm Soutine fue mucho más allá, casi rozando la pesadilla. Ressendi es un pintor excepcional que fue con su tiempo, el suyo propio.

Dicen que el único debate plástico que se mantiene en Sevilla es el de los carteles primaverales. ¿Usted ha hecho algún cartel?

Sólo uno, el de la feria del libro de la Expo del 92. El logotipo que diseñé para el 45º Congreso Eucarístico Internacional de 1993 se editó en cartel.

La brillante cartelería sevillana del siglo XIX ¿ha tenido continuación en algún momento?

Desde finales del XIX hasta la década de 1930 hay imágenes bellísimas. Fíjese, nunca he comprendido por qué no han hecho más carteles los pintores sevillanos de los 80. El de 2012, de Rafael Iglesias, tiene calidad.

Seguro que tiene usted en mente algún cartel que le gustaría pintar algún día…

¡Uy...! Me va a saltar usted las lágrimas. Mire yo quiero hacer un homenaje a María Cruces, la madre de Rosa, mi esposa. Fue una artistaza sevillana de la copla y las sevillanas, guapísima y gran persona. Falleció joven.

Dicen que si no tiene padrino, no hay cartel. ¿Se siente bien tratado por la ciudad?

Le juro que siento vergüenza ante el favoritismo. Yo puedo llamar a un amigo bien situado para que me oriente, pero que se me exija pasar por determinados tornos de los favores me exaspera. Hay que juzgar las obras.

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