CORONAVIRUS

Diario de Covid-19 / día 30: «Chute de optimismo»

Tengo esperanza. Y cuando me quede solo pensando que todo irá bien y que saldremos de esta con más empatía por los demás, cuando nadie lo crea, tendré esperanza

El paso del Resucitado a contraluz ABC

Javier Rubio

No lo había escrito hasta ahora , pero lo voy a hacer. Pese a la insoportable cadencia de las muertes , pese a los contagios y los peligros que se nos figuran más los que son bien reales, pese al confinamiento en el hogar en el que estamos cumpliendo el primer mes, pese a los titubeos cuando no indecisiones que cuestan vidas de los que nos mandan, pese a las noticias truculentas que nos sirven los periódicos, pese a la ruina económica que intuimos nos asaltara en el camino no más doblemos la esquina de la crisis sanitaria, pese al egoísmo que percibimos demasiado a menudo en el comportamiento de mucha gente incapaz de ponerse en la piel del otro, pese a nosotros mismos y nuestros bajones anímicos cuando nos da por pensar en todo lo que tenemos en contra, pese a la debilidad y la poca confianza en nuestras menguadas fuerzas para salir mejorados de esta dura prueba colectiva, pese a todo lo que sabemos, sospechamos o imaginamos , pese a quien le pese: todo saldrá bien .

Todo será para bien. Y saldremos de esta renacidos o cambiados . Como quieras llamarlo. Nos tocará experimentar cambios sociales, políticos y económicos después de esta pandemia mundial que todavía no alcanzamos a vislumbrar. La geopolítica internacional , la esfera de influencia de los países y su capacidad de influir los unos en los otros se verá conmovida hasta los cimientos. La psicología humana y las interacciones sociales en que se apoya nuestra vida junto a los otros va a sufrir, tal vez, el zarandeo más impresionante de las últimas décadas, quién sabe si del siglo. Todas las esferas en que se expresa la capacidad humana -del arte al comercio, de la guerra a la religión - se van a ver sometidas a un duro trance del que emergerán otras formas o serán las mismas pero a nosotros nos parecerán distintas.

Pero por encima de todo ese mundo que sentimos que está cambiando bajo nuestros pies , mientras nos hacemos preguntas encerrados que nunca antes nos habíamos hecho o que dejamos aparcadas porque nos daba pavor siquiera plantearlas para no tener que responderlas. Por debajo de esos cambios en la manera de sentir, de pensar y de amar que traerá aparejada a la larga este cataclismo, todo irá bien. Y saldremos reforzados. No sé si mejores o peores, porque las dos caras del alma humana se van desnudando estos días de encierro en casa, pero rehechos. Con un perfil nuevo , con un aire distinto, con las cicatrices de esta batalla incruenta que marca.

Tengo esperanza . Y cuando me quede solo pensando que todo irá bien y que saldremos de esta con más empatía por los demás, menos ávidos de todas esas cosas que ahora se descubren inservibles (riquezas, honores, salud), más dispuestos a vivir para los demás , aun así, cuando el individualismo muestre su peor cara , cuando las naciones se peleen por salir cada una con su receta, cuando le cojamos gusto a vivir encerrados y lejos los unos de los otros para evitar contaminarnos, cuando todo eso suceda, tendré esperanza .

Qué otra cosa puedo tener que esperanza. Qué otra cosa puedo ofreceros que haceros participes de mi esperanza . Inconmovible, inalterable, insustituible. Con sus altos y bajos, fluctuante y volátil, pero indeclinable . Esperanza cuando todo se ve negro, esperanza cuando sopla el viento de popa, esperanza porque no nos queda otra cosa, porque fue lo único que se quedó en el fondo de la caja cuando Pandora la abrió y esparció las virtudes y los defectos humanos a los cuatro vientos.

Soy consciente de que parezco un loco o un iluminado hablando de ese modo tan entusiasta de algo imposible de controlar. Pero es así como me siento. El cura ha dicho en la vigilia pascual, a la que me he unido en casa nada más llegar del periódico, que la Pascua de Resurrección, esta Pascua Florida que el domingo nos felicitaremos, es un «chute de optimismo» . Y así lo siento. Como si me hubiera inoculado una droga muy potente que me hace ver todo con las gafas de la esperanza.

No me cierra los oídos al sufrimiento ni a la pena , a esos entierros con tres familiares en los que nadie puede abrazarse, a esas residencias de ancianos donde la muerte ronda, a la ruindad y las mezquindades del corazón humano, a los deseos innobles que ennegrecen el alma. No cierro los ojos a todo eso, pero los veo con esperanza . Y esas lentes amortiguan la crudeza del negro con que están pintados los claroscuros de la existencia humana para permitir una increíble gama de colores.

Hace tres semanas o así, nombré una de estas páginas del diario de una firma que algunos me reprocharon porque en el texto desmentía esas «Buenas noticias» que pregonaba en el título. Ahora ya no, ahora sé que os estoy dando una Buena Noticia . Por fin, algo bueno nos está pasando. Basta con sentirlo y ponerla en circulación, que continúe la cadena.

A todos los que leéis estas páginas en las que plasmo mis pensamientos, no tengo otra cosa que deciros. Puede que lo estiméis bien poco, pero os doy lo que tengo: esperanza . A todos os quiero decir una Buena Noticia aunque os suene a sarcasmo ahora. No importa. A todos: feliz Pascua de Resurrección .

Para todos vosotros, sin bajar la guardia, felicidades. Y ya saben, « t engan cuidado ahí fuera «.

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