Coronavirus en Sevilla

Décimo séptimo día de aislamiento: hay aparcamiento en todas partes

El Ayuntamiento ha decretado el nivel 2 de emergencia, una medida sin precedentes, y ha anulado las señales de prohibido aparcar en días alternos

La plaza de San Francisco y la fachada del Ayuntamiento sin motos aparcadas Vanessa Gómez

R.S.

El confinamiento también sirve para obtener datos que de otra forma no se podrían conseguir. Por ejemplo, en Sevilla no hay falta de aparcamiento para los sevillanos. Dicho de otro modo: hay sitio para todos los residentes. El problema de estacionamiento se produce porque la ciudad es polo de atracción de toda la provincia y no tiene capacidad para acoger a todos los que llegan. El aislamiento lo ha demostrado. Con todo el mundo metido en su casa y sin trasiego de coches, hay espacio para aparcar hasta en la plaza de San Lorenzo . Un paseo por la ciudad durante este décimo séptimo día de encierro permite comprobar que Sevilla no sólo está vacía, sino vaciada. Así han visto este martes varios redactores de ABC.

Candela Vázquez. Para afrontar mejor la tercera semana de cuarentena el cielo nos ha regalado la lluvia. De esta forma es más fácil olvidar lo bien que se está en una terraza con amigos y - como dice mi madre - como "el que no se consuela es porque no quiere" la amenaza de las nubes grises a pocos días de la Semana Santa ya no nos atormenta tanto.

Poco o nada falta para el Viernes de Dolores y nunca un nombre tuvo tanta verdad. El dolor de que llueva y no te importe, el dolor de un año de preparativos y espera sin frutos pero, sobre todo, el dolor de las cifras diarias y de la maldita curva de la que no vemos el final.

Sin embargo, ya que el cielo gris no va a encapotar ningún itinerario, el agua para mí es bienvenida, refresca el ambiente y, junto a la ausencia de tráfico, deja más puro que nunca nuestro aire. No todo iba a ser malo, el respiro se lo hemos dado también a nuestro entorno, vivimos un «reseteo» total y cuando volvamos a nuestra rutina a buen seguro, y por nuestro propio bien, ya nada será como antes. Sería aventurado decir que seremos mejores, pero muchos de nosotros habremos vuelto a conectar con un entorno que pasábamos por alto en nuestro frenético ritmo. O puede que sólo piense esto porque me gusta pensar que estos días alejados de mi familia servirán para un bien común, y es que el que no se consuela es porque no quiere...

Manuel Contreras. Hoy he ido al Mercadona como quien va a un quirófano. He cumplido el protocolo de seguridad como el cirujano que se dispone a operar: me he lavado las manos concienzudamente; me he ajustado los guantes de látex; me he puesto mi mascarilla casera -bordada primorosamente con una mopa del polvo y elásticos- y he cogido las bandejas de filetes de pollo como si estuviera manipulando un riñón en un trasplante. Si hace sólo tres semanas alguien hubiera entrado así en el supermercado todo el mundo le hubiese mirado como a un lunático. Hoy un señor ha cogido un carro sin guantes para entrar y antes de que le parase el guarda de seguridad ya le habían fulminado decenas de miradas de reprobación. Jamás habíamos conocido un cambio de hábitos tan repentino en nuestra sociedad.

Elena Martos. El endurecimiento del confinamiento ha borrado cualquier signo de actividad de camino a la redacción. Ni siquiera la obra de la nueva carretera de acceso del Aljarafe, que al fin avanzaba a buen ritmo, ha podido continuar. Ahora todo es como un domingo de agosto a las cuatro de la tarde en cualquier ciudad del interior. Como en tantos hogares, salir a aplaudir a las ocho es ya una rutina y en mi caso, uno de los mejores momentos. Tras dos semanas coincidiendo con los mismos vecinos, devolviendo sonrisas y, ya que hemos cogido confianza, bailando con los niños de la terraza de enfrente cuando ponen la música para la despedida.

El desahogo que daba salir a hacer la compra los primeros días del estado de alarma es ahora un tedio. La restricción de horarios, los silencios en los pasillos y las miradas de reprobación del resto de clientes cuando alguien entra sin mascarilla han borrado los pocos signos de normalidad en una tarea tan cotidiana como comprar pan. Todo sea por prevenir y doy por bueno cualquier esfuerzo si contribuye a bajar la cifra de contagios y fallecimientos. Este martes sólo 400 positivos nuevos, una esperanza a la que agarrarse.

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