Décimo día de encierro en Sevilla: ¡Ya queda menos!
El confinamiento es un éxito casi absoluto en la ciudad, que ya ha asumido la espera como quien descuenta los días en la vísperas de las Fiestas de Primavera a pesar de que el repunte de contagios de este martes ha sido un varapalo
El confinamiento es un éxito en Sevilla. Las plataformas vecinales de los barrios en los que hubo más problemas en los primeros días de encierro han confirmado este martes que el estado de alarma se está cumpliendo ya con normalidad. El décimo día de reclusión parece haber sido un punto de inflexión psicológico para muchos sevillanos , que ya se han hecho a la idea de que aún queda bastante tiempo de aislamiento y empiezan la cuenta atrás con la misma disposición con la que se descuentan los días para las Fiestas de Primavera . Por las redes sociales y los patios de los bloques hay cada vez más confraternización. ¡Algunos incluso han conocido a sus vecinos! Así han visto este día varios redactores de ABC.
Juan José Borrero. Contar las personas en la calle y en las colas se ha convertido en una rutina. Hoy parecen más que ayer. Siete al fondo de la calle y los mismos en la cola del supermercado. Personas disciplinadas que guardan su distancia de seguridad. La mayoría con guantes, menos con mascarillas. En el quiosco de prensa una persona conversa con el quiosquero mientras espera el cambio. La escena evoca una mañana de domingo, de las de entonces. En la panadería, donde ahora se agotan las existencias a media tarde, una mujer mayor comenta que acaba de adquirir su mascarilla en la farmacia y reniega de su utilidad porque la incomodidad y el agobio que le produce le parecen mayor que su capacidad para defenderla de la pandemia. Voy a la farmacia y pregunto por las mascarillas. Las tiene. «No sabemos ni cómo ha llegado, pero son muy caras», me comenta la farmacéutica. A doce euros cada una. Y son muy básicas. La mujer que limpia las ventanas del negocio lamenta que se haga negocio con la enfermedad. En la web de ABC acabo de leer un comunicado del Colegio de Farmacéuticos de Sevilla en el que critica que el Gobierno no haya previsto dar a los trabajadores de las oficinas de farmacia medios de protección. Lo apunto como otra de las grandes paradojas que deja este tiempo tan complicado..
Antonio Periáñez. Es la hora salir. Coges las llaves, la mochila del trabajo con la fiambrera para hoy y te diriges al salón, que rezuma a colacao caliente y tostadas que se enfrían ante la mirada de los niños, que apenas mastican ensimismados en las clases del cole que ahora da la tele. Un beso a cada uno. Hasta la tarde, les dices a estos estoicos resistentes al confinamiento. «Hasta luego papá, ten cuidado con el virus» escuchas mientras dejas atrás la clausura familiar. En el umbral de la puerta confluyen las corrientes del aire, de pensamiento, que te empujan al exterior, a la libertad de la ciudad, mientras los aires de miedo te bloquean los pasos al ascensor.
Ya en la calle, los vecinos más madrugadores y teletrabajadores te miran con recelo desde la atalaya de su fortaleza esterilizada compulsivamente cada pocos minutos. Ellos piensas que te vas, que te libras del enclaustramiento, que te saltas el estado de alarma para ir a no sé donde. Pero sus miradas implacables no pueden vislumbrar los miedos de salir, de exponerse, de contagiarse... y volver a casa acompañado de un silencioso y coronado enemigo que no entiende de trabajos, de edades ni de miedos. Sin embargo, informar nunca tuvo exento de riesgos. Y hoy, mucho menos.
Alberto García Reyes. La cola para comprar el pan es larga. El despacho de la panadería es muy pequeño y está todo el mundo en la calle. Pero todos, con mascarillas y guantes, tienen ganas de charlar. Algunos han coincidido decenas de veces comprando la oferta de «andaluzas» y nunca se han dado ni los buenos días. Ahora, en cambio, se hablan. Se conocen perfectamente a pesar de que llevan la cara tapada. «¿Cómo lo lleváis en tu casa?», me pregunta la mujer que me antecede. «Estamos bien, gracias a Dios, pero asustados», le contesto. Ella aprovecha que ha roto el hielo para desahogarse: «La verdad es que es para estar asustados. Yo salgo sólo para lo justo y soy la única de mi casa que pisa la calle, esto hay que tomárselo muy en serio». A continuación, aunque nunca antes me había hablado, demuestra que me conoce: «Y tú que eres periodista, ¿tienes alguna información más?». La pregunta me emociona. «Todo lo que sabemos lo estamos contando», le explico. Hoy he llegado al periódico con más ganas que nunca. Mis vecinos necesitan periodismo. Manos a la obra.
Alejandra Navarro. Triana amanecía tranquila en la mañana de este martes. Un sutil olor a azahar se cuela todavía por las ventanas, y a pesar del confinamiento, las rutinas de cada día se suceden como en una película muda. Un autobús se ha estropeado junto a Torre Sevilla, pero no hay colas ni gente protestando en las paradas y los pocos que cogen el transporte público tienen que hacerse a la idea de que habrá menos autobuses en hora punta.
Los ERTES, los sueldos reducidos, la posibilidad de perder definitivamente el empleo son, desgraciadamente, los temas habituales en las conversaciones de los pocos que se encuentran en los comercios abiertos. En la panadería además se ha estropeado el TPV, así que de nuevo el papel moneda ha comenzado a circular en esta tienda cuyas dependientas no paran ni un segundo. Y en la esquina, un ciudadano que no se merece tal nombre ha dejado sobre la acera los excrementos del perro que tan inconvenientemente saca a pasear varias veces al día. Ni ante una situación de crisis sanitaria como la que vivimos deja la gente de ser insolidaria y sucia. Lo que nos queda por ver.
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