SOCIEDAD
Cumple 100 años Pedro Muñoz, catedrático de Física y hermano número uno de la Macarena y la Lanzada
Físico, farmacéutico y arquitecto técnico, se encontró con doce alumnos suyos en la Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla. La lista creció con los años hasta los veinticuatro
Hoy cumple cien años Pedro Muñoz González . Este físico, aparejador y farmacéutico, que es miembro de la Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla y catedrático de Física en la Escuela Universitaria de Arquitectura Técnica (hasta su jubilación hace casi 35 años) es un gran amante de la Semana Santa y de las hermandades, algo que le viene de familia tras apuntarlo su padre con 3 años a la Lanzada.
Gracias a su amor a la vida y al tiempo con que ella generosamente le corresponde, puede presumir de ser el hermano número uno de esta hermandad y de la Macarena. También lo es de l os Estudiantes (el número 10), el Rocío del Salvador (el 20) y el Gran Poder (el 30 en este momento). «Es un gran honor para mí», asegura.
Aunque se fracturó la cadera hace pocas semanas, don Pedro sigue escribiendo artículos y mantiene a pleno redimiento su extraordinaria capacidad intelectual. Hoy cumplirá un siglo de vida junta a su hija Lola, profesora de Música del colegio San Francisco de Paula desde 1977, que lo acompaña y cuida de él en esta fase tan avanzada de su vida.
Pedro Muñoz nació en el número 7 de la Plaza de Zurbarán el domingo 30 de mayo de 1920, día de San Fernando. Ese día, Juan Manuel Rodríguez Ojeda subía a la Macarena el túmulo funerario que se levantó en San Gil por la muerte de Joselito el Gallo. Con unos velos negros quedó para la posteridad la imagen más inmortal de la Virgen de la Esperanza . Era rey Alfonso XIII y Benedicto XV se sentaba en la silla de San Pedro.
Fue bautizado en la parroquia de San Andrés el 22 de agosto de ese año. En 1921, sus padres, Juan Francisco Muñoz Sánchez y Teresa González Hevia se trasladaron al número 5 de la calle Jerónimo Hernández. Eran seis hermanos, tres hembras y tres varones, de los cuales aún viven una hermana y un hermano, el cual, por cierto, es el número 1 del Sevilla CF. Su hija y él son sevillistas hasta la médula. « Hasta hace algunos años conservamos el carné pero él se cansó de ir al estadio y nos borramos », comenta Lola. Si no lo hubiera hecho, hoy tendría seguramente el carné número 1 del Sevilla.
Es el hermano número 1 de la Macarena y la Lanzada, el 10 de los Estudiantes, el 20 del Rocío del Salvador y el número 30 del Gran Poder
«Puedo decir que he salido de la iglesia de San Gregorio», comenta este catedrático jubilado enseñando una foto suya con uan varita del Santo Entierro . Entonces esa hermandad tenía menos de cien nazarenos. Hay otra foto en la que se le ve detrás del cardenal Bueno Monreal durante la bendición del Cristo de la Lanzada. Era el 12 de marzo de 1929 y tenía 9 años.
«En aquella época, Sevilla era más obrera que urbana, una ciudad de tercera categoría cuyo centro neurálgico era la Plaza de la Encarnación. En suss proximidades todas las mañanas se llenaban de carros de transportes y del Ejército », cuenta a ABC.
Don Pedro recuerda perfectamente la llegada de la II República a Sevilla y sus consecuencias en la Semana Santa de la ciudad. «Se suspendieron las procesiones que volverían a normalizarse a partir del año 1934, y me acuerdo de que La Lanzada no salió el miércoles sino el jueves. Ese año no me vistieron de nazareno debido a las circunstancias y me costó una gran llantina al ver que yo no iba con mi hermandad», comenta. La última vez que salió de nazareno en la Lanzada fue en 2010. Pocas semanas después cumpliría 90 años.
La última vez que salió de nazareno en la Lanzada fue en 2010. Pocas semanas después cumpliría 90 años
Sus recuerdos como estudiante en San Luis Gonzaga y el instituto San Isidoro , el único que había en Sevilla en aquella época, son también muy nítidos. «Preparé mi ingreso para la Segunda Enseñanza en el colegio de San Luis Gonzaga, situado en la calle Amor de Dios, donde cursé los seis años de Bachillerato (era el plan educativo de 1903) como enseñanza colegiada y tenía que examinarme en el instituto de Segunda Enseñanza San Isidoro», cuenta.
Obtuvo en 1937, en plena Guerra Civil, el título de Bachiller y en enero de 1938 ingresó como voluntario en el grupo de Sanidad Militar nº 2. Un general le destinó al Hospital del Carmen de la calle Bustos Tavera, levantado en el antiguo covento de las Carmelitas. Sólo tenía 17 años y unos meses más tarde fue enviado al frente de Extremadura (Campanario, Don Benito, Castuera). Acabó la contienda en el frente de Granada, Málaga y Almería.
Conoció a su mujer, Carmen Ochoa , gracias a la hermandad de la Lanzada, a la que ella y todos sus hermanos pertenecían. Se casaron el «lunes de resaca» de 1953 en el altar de plata de Pasión con la imagen de la Virgen del Rocío del Salvador presidiendo la ceremonia. Celebraron el enlace en el Casino de la Exposición, cuando la Feria de Abril estaba en el Prado de San Sebastián. En las fotos todavía pueden verse los farolillos.
Su esposa, hija del último dueño de la confitería Ochoa , fue camarera de la Virgen de las Aguas del Salvador y muy devota del Señor de Pasión. Celebraron sus bodas de oro matrimoniales en la hermandad de San Martín y los hermanos le dejaron el palio de la Virgen montado. Un detalle que nunca olvidarían.
Con 17 años se alistó voluntario a un destino sanitario durante la Guerra Civil. Acabó en el frente de Granada
Evoca con cariño sus 43 años como docente universitario. «Recuerdo la alegría y la presencia constante de alumnos en el Patio Central de la calle Laraña donde se reunían los alumnos de la Facultades de Ciencias, Filosofía y Derecho , así como los dos primeros cursos de la facultad de Medicina, pues todos ellos recibían sus enseñanzas en las aulas de dicho centro», cuenta.
Don Pedro tuvo una farmacia en Gelves durante doce años pero lo que más le gustaba era dar clases. Fue catedrático de Física en varias facultades y escuelas universitarias. Cuando ingresó en la Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla en 1991 se encontró con que a doce académicos a los que les había dado clases. Veinticinco años más tarde, eran veinticuatro.