Cristina Hoyos: «Declarar el flamenco patrimonio de la humanidad fue un brindis al sol»

La bailaora y coreógrafa sevillana acaba de ingresar en la Academia de las Artes Escénicas como miembro de honor

«No me arrepiento de haber ido en las listas del PSOE pero ahora estoy muy desencantada de la política»

«No tuve trato de favor de la Junta. Con el Museo del Baile Flamenco casi pierdo mi casa y me quedo en la calle»

«Figuras del flamenco están volviendo a los tablaos por la crisis pero no me parece algo denigrante»

Cristina Hoyos, bailaora, coreógrafa y actriz VANESSA GÓMEZ

M. J. PEREIRA

La bailaora, coreógrafa y actriz Critina Hoyos (Sevilla, 1946) acaba de ser nombrada miembro de honor de la Academia de las Artes Escénicas, «una distinción que -dice- me hace mucha ilusión porque yo dejé el colegio a los 12 años por el baile. No sólo lo celebro por mí, sino porque el flamenco está presente esa academia». A sus 70 años, Cristina recuerda sus inicios en el baile a la edad de 6 años, «cuando llegaba a clase, encendía la radio y me ponía a bailar», así como los años en las academias de Enrique el Cojo y Adelita Domingo . Fueron tiempos difíciles. Admite que pasó hambre porque su familia era muy pobre y que muchas noches sólo cenaba un bollo y algo de malta que su tía le daba a su madre. A los 15 años ya trabajaba en un tablao y a los 18 años se fue con Manuela Vargas a Nueva York a la Feria Mundial de Nueva York . Pareja de baile de Antonio Gades durante dos décadas y directora del Ballet Flamenco de Andalucía desde 2004 a 2011, Cristina disfruta ahora de un merecido descanso tras 55 años de carrera, que le han valido el Premio Nacional de Danza en 1991, la distinción de Caballero de la Orden de las Artes y las Letras de Francia 1997 o la Medalla de Bellas Artes .

-Comenzó a bailar profesionalmente con 15 años, hace ya 55 años. ¿Se ha retirado definitivamente?

-Ya sólo bailo de vez en cuando, cuando voy a una fiesta. También hago coreografías, colaboro con gente joven y superviso a los bailaores del Museo del Baile Flamenco. Además preparo grupos para bailar a Canadá, China, Vietnam...

-¿Echa de menos los escenarios?

-Sí, algunas veces, sobre todo cuando estoy viendo un espectáculo y me vienen los recuerdos de cuando bailaba pero los años son los años... Pero le digo una cosa, que si me ofrecen un personaje que está acorde con mi edad, como una señora mayor, una Bernarda, me veo con fuerza para afrontarlo. Lo que no me veo con fuerzas es para afrontar una soleá de veinte minutos, por ejemplo.

-No ha tenido hijos. ¿Fue una decisión personal porque no podía compaginar la maternidad con su carrera?

-Al principio no quería tenerlos porque cuando era joven era fundamental para mi trabajar en grandes teatros. Llegaba a estar de gira nueve meses con Antonio Gades, así que no me planteaba tener hijos ni tener un hijo para dejárselo a mi madre. Dejé pasar el tiempo y cuando pensé que era el momento no vinieron. Con el corazón, puedo decir que verdaderamente no he echado de menos ser madre porque me siendo muy realizada con mi carrera. Hay mujeres que han venido para tener hijos y otras que hemos venido para otras cosas (risas).

-Si mira atrás su carrera profesional, ¿hay algo que se le haya quedado sin hacer?

-Ya no tengo edad, pero si la tuviera a lo mejor afrontaría el musical flamenco, que no está hecho y es una asignatura pendiente del teatro. En el cine se hacen pocas cosas de flamenco después de Saura. Los productores no se arriesgan porque no son películas tan comerciales, salvo que tengan ayudas públicas. Todavía hay muchas cosas por decir del flamenco en el cine.

Cristina Hoyos fue pareja de baile de Antonio Gades durante dos décadas VANESSA GÓMEZ

-¿Cree que su vida profesional hubiera sido la misma si Antonio Gades no la hubiera elegido pareja de baile?

-No, hubiera sido distinta. Yo digo siempre que cuando conocí a Antonio Gades y empecé a bailar con él me tocó la lotería porque había muy buenas bailaoras en Madrid y Sevilla. Estuvimos dos décadas bailando juntos y con muy buenas críticas. Desde entonces no ha surgido una pareja de baile como la nuestra. Yo aprendí mucho con él: técnica, coreografía... En los ensayos yo llegaba la primera y me iba la última. Aprendí con él una disciplina tremenda en el trabajo y estaba pendiente de lo que a él le gustaba. Él quería una bailaora sobria, aunque yo soy más barroca, y me adapté a él. Después los dos estábamos bien de estatura y delgados, sabíamos mirarnos y nos enamorábamos bailando...

-¿El baile le dejó secuelas físicas?

-En mi familia todo el mundo tiene los pies deformados y yo he heredado esa carga. Yo he sufrido durante toda mi carrera el dolor de pies. Ya de jovencita tenía juanetes, los dedos deformados... pero me he acostumbrado al dolor. Al final he aprendido a convivir con los dolores. No he faltado nunca a una función por problema de pies, rodilla o un resfriado. Una vez bailé con una conjuntivitis tal que no veía a Antonio Gades al lado mía. Sólo suspendí dos o tres actuaciones cuando en 1996 me detectaron el cáncer de mama y me operaron.

-¿Hubo un antes y un después del cáncer de mama?

-Mi vida no cambió tanto. Yo entré en quirófano con la obsesión de no poder mover los brazos, como le ha sucedido a algunas mujeres operadas de cáncer de mama. Pero a los dos días de operarme, con el drenaje puesto, empecé a mover el brazo. Llegó un momento que movía el brazo izquierdo igual que el derecho. Bueno, quizá mi vida haya cambiado en que intento enfadarme menos y si tengo algún enemigo, que se preocupen ellos porque paso de lo que digan de mí.

-¿Se ha sentido querida en el mundo dancístico o ha tenido en enemigos?

—No siento que haya tenido enemigos. He sido valorada por los compañeros.

La bailaora ante un cuadro que la retrata VANESSA GÓMEZ

-¿Por qué dice que cuando empezó hubo quién intentó truncar su carrera?

-Lo que pasa es que yo no era una niña bien parecida, tenía pecas, era muy flacucha, tenía poco pelo... vamos, que tenía mis complejos. Cuando iba a hacer una prueba casi siempre me cogían pero me ponían detrás. Yo veía que tenía que luchar más que las que eran guapas, eso está claro. Mi padre, que era un gran aficionado al flamenco, me decía: «Tú no te preocupes, que todas las bailarinas son modelos y guapísimas. Tú de lo que te tienes que preocupar es de seguir bailando, de mover esos brazos y de ir para delante». Mi padre me dio mucha seguridad en mí misma. Me dio pena porque cuando yo me fui a Madrid con 19 años ya había fallecido y no ha visto mi carrera, pero tengo que decir que ha estado conmigo en todos los teatros.

-¿Sirvió para algo la declaración del flamenco como patrimonio de la Humanidad?

-Aquello fue un brindis al sol. Vino en un momento de crisis pero ahora no se hacen más cosas que antes. De hecho, no hay más espectáculos. Muy al contrario, hay menos ballets, menos sitios donde trabajar

-En la escuela los niños no saben quién es Enrique El Cojo, Adelita Domingo y, si me apura, hasta Antonio Gades. ¿Es hora de enseñar flamenco en las aulas?

-Claro que sí, sería importantísimo que hicieran más cosas en los colegios y en los conservatorios. Hay muchos artistas del baile flamenco del siglo XX que se han muerto sin pena ni gloria, como Pilar López, Manuel Vargas, Rosario (fue pareja de Antonio Ruiz)... En el cante y la guitarra quedan los discos, pero antiguamente no había vídeos y esos artistas están olvidados.

-¿Cómo ve el flamenco actualmente?

-Bien, porque en el flamenco ha habido de todo: buenos, malos y regulares artistas.

-¿Que bailaores y bailaoras le gusta ahora más?

-No le voy a dar ningún nombre porque hay gente que baila muy bien y no son conocidas.

-¿Le gusta cómo experimentan artistas como Israel Galván o Rocío Molina?

-Sí. No creo que algunos de sus espectáculos haya sido una tomadura de pelo, como dijo Matilde Coral. Cada uno busca su forma de expresarse. Israel lo ha hecho y te puede gustar más o menos pero tiene un público. El flamenco tiene que seguir vivo, no puede quedarse en folclore, hay que ir experimentando, incluso fusionando otras músicas con el flamenco, pero haciéndolo bien y guardando la esencia y la raíz del flamenco.

La coreógrafa está retirada de los escenarios, aunque monta algunos grupos flamenco que salen al extranjero VANESSA GÓMEZ

-Rubén Olmo, que fue director del Ballet Flamenco de Andalucía, reivindica que las compañías privadas deberían estar subvencionadas para competir, por ejemplo, con el Ballet Nacional de España. ¿Necesita el baile flamenco subvenciones, como la ópera?

-Claro. Si tú no haces promoción, y eso cuesta mucho dinero, la gente no va a los espectáculos, y entonces no puedes vivir de la taquilla. Ahora hay muy pocos ballets. El que monta una compañía hace tres bolos y tiene que deshacerla para volver a montarla a los seis meses. A lo mejor te salen varias ciudades en el extranjero pero haces números y no te salen si no tienes ayudas públicas.

-Asistimos ahora a un resurgimiento de los tablaos. Antes los grandes artistas salían de los tablaos pero no volvían a ellos. Ahora estamos viendo cómo los tablaos contratan a figuras. ¿A qué lo achaca eso?

-A crisis pero no es nada denigrante para los artistas. Los bailaores tienen que acudir a los tablaos porque no hay trabajo, no es como antes, que estábamos dos meses de gira. Por otra parte, antes el público de los tablaos era español pero ahora son turistas, pero eso no quita para que en los tablaos no haya buenos músicos y bailaores.

-¿Cómo ve al Ballet Flamenco de Andalucía tras dirigirlo Rubén Olmo, Rafaela Carrasco y Rafael Estévez?

-Cuando yo lo dirigía hicimos cosas maravillosas, fuimos a muchos países a bailar con gran éxito, dejamos un sello y un nivel bastante alto. Que los demás hagan lo que puedan. ¿Por qué ahora no se hacen otras cosas? Imagino que por falta de presupuesto.

-¿Lamenta haber entrado en política al ir en la lista electoral del socialista Alfredo Sánchez Monteseirín?

-No, no me arrepiento porque todo el mundo sabe que yo soy una persona de izquierdas desde que era chica, lo aprendí de mi padre. Sin embargo, tengo que decir que me dieron mucha caña y que aquello me pasó factura profesional y personalmente. Se metían conmigo por todo. Influyeron incluso en las críticas a mi trabajo.

-¿A qué se refiere cuando dice que le ha pasado factura profesional el haberse declarado socialista?

-Pues muchos teatros no me han contratado.

-¿Esos teatros son de ayuntamientos gobernados por el PP?

-Sí.

-Hay personas, como Cristina Heeren, que reconocen su valía profesional pero creen que tuvo trato de favor del Gobierno andaluz.

-Yo no he recibido trato de favor. Yo tenía mi compañía cuando me llamaron para hacerme cargo del Ballet de Flamenco de Andalucía. Acepté porque creía que era momento antes de hacerme mayor, que podía bailar, dar la cara en el escenario, hacer cosas... Me pagaban bien pero tengo que recordar que yo dejé mi compañía, que iba bien y que en 17 años de vida sólo recibió dos ayudas públicas. Si lo de trato de favor lo dice por el Museo del Baile Flamenco, se me trató injustamente porque yo he tenido que vender dos casas, una en Madrid y otra en el Aljarafe, para abrirlo y después me vino una subvención europea de algo más de 500.000 euros por nuevas tecnologías.

-¿Le ha perdido dinero a ese museo, que montó en una casa del siglo XVIII, de 1.713 metros cuadrados y cuatro en pleno centro?

-Sí, y gané muchos disgustos y noches sin dormir.

-¿Se arrepiente de haberlo montado?

-Ahora no, pero hace unos años sí porque estuve a punto de estar en la calle, de perder mi casa y el museo por no tener dinero para pagar. Gracias a que metí el tablao dentro del museo hemos remontado porque vendemos un paquete que incluye el museo, el espectáculo, clases de flamenco... pero afortunadamente se va a pagando con lo que ingresa.

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