Crisis del coronavirus

El Centro de Sevilla reinicia la actividad en septiembre tras medio año en blanco

La ciudad recupera comercios y bares que no abrían desde marzo y los sevillanos comienzan a llenar las calles pese a la ausencia del turismo, que ha dejado herido de muerte al sector hotelero y a los negocios que vivían casi en exclusiva de los visitantes

Las calles principales del Centro de Sevilla se van llenando en septiembre J. M. Serrano

Javier Macías

Abre un bar y en el barrio se festeja. Hay trasiego de vecinos para dar la bienvenida. Uno viene del Gran Poder, otro va camino del trabajo y un señor ha bajado a tomar un café y una tostada de jamón mientras lee su ABC . Las camareras se hacen la foto en la entrada, donde han colocado un cartel con el aforo y las medidas de seguridad. «Niña, ¿qué vas a salir en el periódico? No, en el Vogue», le contesta una de las trabajadoras de la Abacería San Lorenzo a un cliente habitual al que no veía desde hacía seis meses. Hay optimismo cuando la vida vuelve. Son brotes verdes que anuncian un tiempo nuevo, que no la normalidad. En las calles se ve más gente, nada que ver con el páramo de los últimos meses y de un verano para olvidar. Ramón López de Tejada , el propietario de este clásico establecimiento, señala que «la apertura ha tenido una expectación tremenda, también por nuestra parte porque nos enfrentamos a algo distinto. Le he puesto un mensaje a la plantilla donde decía: “Después de 25 años -que cumple en 2020-, empezamos de cero”. Estamos esperanzados de que todo va a ir bien».

Por Cardenal Spínola , una monja se para con uno de tantos mendigos que pueblan el Centro y saluda al carpintero del taller de rejilla y enea que lleva 60 años frente a Santa Rosalía y nunca hasta ahora había cerrado por un periodo tan largo. «Hay mucho menos trabajo y menos movilidad, pero yo he abierto en septiembre y tenía acumulados muchos encargos», dice el ebanista.

Los veladores del Dos de Mayo, el Palo Santo y el Zeta comienzan a llenarse por la Gavidia y por Baños hay ambiente de barrio en Mariscos González, la frutería de Faustino, Polvillo, La Florida, la pescadería La Almadraba y la carnicería Almansa. Mejor no seguir hacia arriba, donde el resto de locales está en alquiler. Son comercios tradicionales que subsisten gracias a los vecinos pese a la cercanía de El Corte Inglés o el Mas de la esquina de la Concordia. Y, ahora, también el Aldi de la plaza del Duque , que tiene una cola que llega hasta Javier Lasso de la Vega. «Es que reparten bolsas de productos gratis», le explica una señora a otra que pregunta qué ocurre. El sevillano ve una cola, y se apunta aunque no sepa el destino ni el beneficio. Metro y medio, eso sí, entre el público que espera en la solana del mediodía a más de 30 grados con la mascarilla incordiando.

Entre la novelería y las «súperofertas» del mes del estreno, hay una estampa que refleja lo que está ocurriendo en el Centro: la cola pasa por la puerta tapiada del Hotel Derby , que no abre porque no hay turistas. Sí lo ha hecho el América , enfrente, después de la reforma, pero por el vestíbulo no se ve a nadie. El Centro sí empieza a llenarse de transeúntes aunque no está atestado como ocurría hace medio año porque, sencillamente, no hay turistas.

Esto lo confirma Lucía Ferrer , de la papelería más antigua de Sevilla, situada en la embocadura de Sierpes y la Campana. En 1856, los Ferrer llegaron de Capellades (Barcelona) y se afincaron en Sevilla. Generación tras generación, esta familia es el termómetro de público en el Centro, justo en la zona más transitada de la ciudad. «Lo que ha cambiado es la tendencia. Julio y agosto suele ser un mes para los turistas europeos, americanos y asiáticos y ahora lo que se ve mucho público local que no se ha ido de vacaciones por las circunstancias. Se ve vidilla y soy optimista, todo va a ir a mejor y los comercios van a abrir más horas», apunta Lucía.

Al lado, en la confitería La Campana , recogen los restos del desayuno y apenas hay guiris asomados al escaparate, que hasta mayo se llenaba de nazarenos de caramelo y pasos en miniatura. Aunque es un día laborable y al mediodía, un grupo de jóvenes vestidos de chaqué va camino de San Juan de la Palma para asistir a una boda. Detrás, decenas de colegiales de una escolanía que canta por «Los chicos del coro» que van a amenizar este enlace al que la pandemia le ha cambiado el calendario y las manijas del reloj.

En pleno kilómetro cero de la ciudad aún falta la taberna de Cateca , que abre mañana lunes finalmente. Suena el «Hallelujah» de Cohen en la flauta de pan de un indio en la puerta del Burger King . Sevilla revive y hay hasta banda sonora. Pero, en las Cuatro Esquinas de San José , mientras el florista Montero cuenta con los dedos de la mano los clientes que ha tenido por la mañana, un grupo de cuerda con el arpa y la viola toca la música del Titanic. «Esto se hunde», dice el florista, que no recupera el optimismo. «Menos mal que nos quedan las hermandades, que no nos han dejado y han seguido haciendo pedidos durante el verano y ahora para los cultos que se celebran».

En Sierpes , a José Luis Foronda se le ve la sonrisa debajo de la mascarilla: «Aunque el fuerte nuestro son las fiestas de la primavera, las ferias de los pueblos y las bodas, llegamos al mes de septiembre con muchas ganas por la Bienal de Flamenco y tenemos esperanza. Ya se ve más público».

Por Albareda , los camareros que están al quite del turista no tienen éxito. Demasiadas mesas vacías en estos bares donde los foráneos comen a cualquier hora del día. Huele a adobo por Tetuán y el Blanco Cerrillo sí tiene cola. Se confirma la teoría: los bares para sevillanos están llenos; los que se han enfocado al turismo, no. Eso mismo pasa con el Mercado del Barranco , cerrado y tapado con unas lonas publicitarias. Hay manteros , que es símbolo de que hay más trasiego. La rusa del acordeón toca una polka que devuelve el optimismo perdido.

Así, hasta llegar a la Plaza Nueva , que es un erial lleno de cartones en los bancos y donde tranvía va medio vacío... o medio lleno, según el punto de vista. Camino del Arenal , otro contraste: Trifón no ha abierto aún La Flor del Toranzo porque le tiene cogido el péndulo al barrio y sabe que los tres meses del verano son siempre deficitarios. Sí ha abierto Casa Moreno , donde Emilio Vara pone la cerveza fría y el montadito de tortilla con «chorizo picante, por detrás y por delante». «Siempre los meses de septiembre son bajos pero veo que está la cosa animada. La gente tiene ganas y deseando encontrarse sus bares abiertos. Siempre digo que esto es como si tiras un trozo de pan al suelo y al día siguiente hay hormiguitas. Soy muy optimista, hay que tener menos miedo y sentido común», afirma mientras una pareja se hace un «selfie» con los botellines.

Llegando a la Punta del Diamante huele a incienso porque allí está ya el puesto y el reloj ya está en hora. Camino del barrio de Santa Cruz , a Mateos Gago le ha dado la puntilla la obra. Pero, en este barrio desértico por la ausencia de turistas, hay ya bares que arrancan, como dos de los más emblemáticos de la zona: Las Teresas, que vuelve el martes, y Casa Román, el día 15 . Sevilla resucita en septiembre.

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