Violencia machista

Crimen en Los Pajaritos: Las últimas horas de Fátima

La cara más cruel de la violencia machista regresó a Sevilla donde no hay un año sin víctimas mortales desde 2014

Un agente acompaña al hijo de Fátima, que sale de la casa tras producirse el crimen Raúl Doblado

Silvia Tubio

A las 8.48 minutos de la mañana del marte pasado, un niño pedía auxilio al teléfono de emergencias 112. Su madre yacía en el suelo sangrando en la escalera de su bloque. La había escuchado gritar instantes antes y al salir al rellano vio como el vecino, Enrique, quien había sido el novio de mamá, salía corriendo. La vida de Fátima se acababa de esfumar por el hueco de esa misma escalera y su vida anónima se volvía de interés público al tratarse de la primera víctima de la violencia machista en Sevilla , en 2018.

Una patrulla de la Policía Nacional fue la primera en llegar al número 3 de la calle Carena, en la frontera imaginaria que divide el barrio de Los Pajaritos con Madre de Dios . La víctima ya no tenía pulso y a los pocos minutos, los facultativos que subieron a la entreplanta, entre el primer y el segundo piso de la finca donde la víctima había sido abordada por sorpresa, sólo pudieron certificar lo que ya se intuía. Aquella mujer menuda, bella, de origen saharaui y que aparentaba tener mucha menos edad que los 36 años que marcaba su carné de identidad, estaba muerta.

En su casa, dos pisos por encima de aquella dantesca escena , un niño de 12 años junto a una amiga de su madre que llevaba poco tiempo viviendo con ellos y que apenas habla español, esperaban noticias. «Él no paraba de llorar . Sólo lo hacía para traducir a la compañera de piso de Fátima», detallan fuentes consultadas por ABC.

Una madre luchadora

Gracias al testimonio del pequeño, el Grupo de Homicidios de la Brigada Provincial pudo reconstruir qué había hecho Fátima antes de cruzarse con su asesino en la escalera. Había madrugado como cada día desde que arrancó el curso escolar para llevar a su hija al colegio. Después recogería al pequeño para llevarlo al Ceip Prácticas . Fátima estaba comprometida con la educación de sus hijos como recordaron en este centro, donde se celebró este pasado jueves un minuto de silencio en recuerdo de aquella «madre luchadora y trabajadora», habitual en las reuniones del colegio. Tanta es la huella que dejó que desde la semana pasada, la puerta de entrada del centro lleva su nombre.

El colegio Prácticas, donde cursa estudios el hijo de Fátima, le ha puesto su nombre a la puerta de acceso al centro «en recuerdo de una mujer comprometida»

En esa misma concentración de padres y alumnos se expresaba un deseo en voz alta, que los hijos de Fátima puedan regresar pronto a sus aulas y tengan una oportunidad en sus vidas, la que les arrebató el vecino de la segunda planta, aquel que «se obsesionó» con su madre, señalan fuentes del caso a ABC.

Concentración en el colegio del hijo de Fátima Rocío Ruiz

Esos hijos han sido testigos de la violencia sufrida por su madre. No sólo en el último y fatal episodio. Enrique R. B. había sido denunciado en 2016 por su progenitora después de un fuerte encontronazo en la calle. Por aquel entonces eran pareja y un día de diciembre, estalló una fuerte discusión en la que el asesino le arrebató de malos modos el bolso y le quitó las llaves de casa. Su hija, que entonces tenía 11 años, salió en defensa de su madre y recibió los empujones del agresor.

Por aquel episodio, Enrique fue absuelto porque Fátima no quiso declarar en su contra y él guardó silencio . A pesar de la sentencia favorable, tuvo que ingresar en prisión el año pasado por otro asunto. Ya entre rejas, la Audiencia Provincial le comunicaba que debía cumplir once meses de cárcel por quebrantar una medida cautelar con respecto a otra mujer. Este individuo, de 51 años, es un maltratador en serie que ha sido denunciado por hasta cinco mujeres distintas. A la última la mató la semana pasada en Sevilla.

El sistema no la protegió

Fátima también había acudido a los juzgados para señalar a su marido y padre de sus hijos, que está en p risión provisional por ese motivo desde febreo. Pero vivía con miedo. Había colocado una alarma en su casa y a su entorno le había contado que alguien le había rayado su coche y le había puesto basura en la puerta. Enrique estaba en libertad desde el mes de marzo y quería retomar la relación con ella.

Una víctima más, el sistema de protección no pudo poner a salvo de la violencia machista a una mujer. Los recursos que le ofrecieron, como la orden de protección, atañen a su marido que al estar en cárcel no era una amenaza. Al haber desistido de continuar con las acciones legales contra su exnovio, no había ninguna medida acordada contra Enrique. Una grieta en el sistema por la que se coló la vida de Fátima.

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