Coronavirus Sevilla
Las víctimas colaterales del Covid-19: «Necesito un hígado y sé que va a tardar»
Los trasplantes se han frenado por culpa del coronavirus y el miedo al contagio o a quedarse aislados en el hospital ha hecho que los enfermos crónicos se hayan «olvidado» de ir al médico y otros con ictus o trombosis se presenten con daños mucho mayores
La calle es un peligro y los hospitales el infierno. Eso piensan desde hace más de un mes muchos enfermos crónicos que están aguantando en su casa dolores y descompensaciones sin acudir a su centro de salud o a los servicios de urgencias de los hospitales. « En marzo pasaban las horas sin que viniera nadie , algo que no había visto en un centro de salud en toda mi vida profesional, aunque ahora ya empieza a verse un ligero repunte, como si la gente empezara a perder el miedo o simplemente no aguantara más», asegura un veterano facultativo que trabaja en el Centro de Atención Primaria de Camas y que tiene un cupo personal de unos 1.500 pacientes, muchos de ellos con asma, dolencias crónicas cardiacas, renales o cardiovasculares.
Las visitas a urgencias de los tres grandes hospitales sevillanos han caído un 70 por ciento desde el inicio de la pandemia y los centros de Atención Primaria registran descensos parecidos. Los enfermos crónicos le han cogido miedo al hospital desde que el coronavirus se instaló en nuestra vida copando telediarios y portadas de periódicos, y aguanta durante días y días dolores o notables descompensaciones contra toda lógica sanitaria . Y no sólo ocurre con los pacientes habituales: personas con un ictus o un fuerte dolor torácico o abdominal que pueden delatar dolencia graves retrasan su llegada al hospital con consecuencias a veces fatales.
«Observamos que nos están llegando enfermos muy evolucionados con muchas complicaciones. Si esa patología con la que vienen se hubiera cogido unos días antes, las posibilidades de tratamiento hubieran sido mayores y sus efectos no habrían sido tan graves», asegura José María Rojas Marcos, médico de Urgencias del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla.
El consejero andaluz de Salud advierte que «hay repuntes en ictus, trombosis e infartos que están tardando en llegar a los hospitales»
El consejero de Salud y Familias de la Junta de Andalucía, Jesús Aguirre, reconocía el pasado martes que «hay repuntes en ictus, trombosis e infartos que están tardando en llegar a los hospitales». El tratamiento rápido de todos ellos no sólo puede evitar la muerte de los pacientes sino mitigar graves secuelas motoras o neuronales.
Hasta hace poco era normal ver a personas en Urgencias que esperaban cuatro horas por un dolor de rodilla o una quemadura sin demasiada importancia. «Ahora ocurre lo contrario y la gente viene cuando ya no puede más, a veces con accidentes cerebrales o dolencias importantes . A veces es demasiado tarde», advierte José María Rojas-Marcos.
Y cuando no lo es, estos enfermos están deseando abandonar hospital y volver a casa. Un médico de Urgencias del Virgen Macarena cuenta sorprendido que «cuando ahora le dices a un enfermo que lo vas a dejar en Observación para controlar mejor la evolución de su dolencia, te pone mala cara. Y si escucha que hay cerca un caso de Covid-16 entra en pánico y tienes que d arle una pastilla para tranquilizarlo ».
El coronavirus ha logrado en los hospitales en mes y medio algo que parecía imposible conseguir en cuarenta años: la erradicación absoluta de todas las patologías banales de los servicios de Urgencias (el ochenta por ciento de las visitas habituales, según un informe interno del Virgen del Rocío), y que un enfermo se queje de que le quieran hacer más pruebas en el hospital en vez de darle el alta lo antes posible, como sucedía antaño.
El director gerente del Virgen del Rocío, Manuel Molina , explica que «los hospitales están perfectamente organizados para que no se mezclen los enfermos de Covid-19 con los demás para evitar posibles contagios, de modo que no hay que tener miedo a ir al hospital siempre que sea necesario». José María Rojas Marcos insiste desde la primera línea de combate en Urgencias en que «ante cualquier dolor abdominal, torácico, dolor de cabeza extraño o mareo persistente se debe acudir inmediatamente a Urgencias».
Los centros de salud y hospitales han aplazado muchas consultas y analíticas no urgentes a mayo, junio e incluso después de verano, pero se está practicando la telemedicina como nunca hasta ahora . Se está llamando por teléfono a muchos enfermos crónicos para preguntarles por su estado y los pacientes hipertensos, por ejemplo, se toman la tensión en casa con su máquina, aunque también aumentan las visitas domiciliarias de los sanitarios en los casos necesarios.
Uno de esos pacientes controlados a distancia es Carlos Cruces (69 años). Necesita un hígado para seguir viviendo y recibe con alegría y esperanza cada llamada, aunque las noticias que le llegan de su doctora no sean buenas, de momento. La situación actual de los hospitales y de las donaciones de órganos no permiten realizar la operación. Carlos es un hombre de mucha fe y cree en los médicos casi tanto como en Dios , aunque ha tratado mucho más a los primeros desde que sufrió una cirrosis, ahora en fase terminal. Entró en lista de espera pocos meses antes de que se declarara la pandemia del coronavirus y hace tres semanas le avisaron de que lo suyo se iba a retrasar. Carlos tiene tanta fe como paciencia y no se queja.«Yo no tengo Covid-19 pero necesito un hígado y sé que va a tardar. Lo importante ahora es que la pandemia pase pronto y la gente se cure. Luego me tocará a mí», dice con resignación.
No es el turno de las personas que esperan un trasplante, aunque los médicos y la Organización Nacional de Trasplantes (ONT) hacen lo que pueden en medio de una emergencia sanitaria sin precedentes. Las donaciones de órganos son también víctimas colaterales del Covid-19 y han disminuido de forma notable en toda España, tanto por la reducción de accidentes de tráfico por el confinamiento como por el menor número de accidentes cardiovasculares asociados al estrés laboral. Todos los recursos sanitarios (también los respiradores y las UCI) se han volcado, además, con el coronavirus.
En el Hospital Virgen del Rocío sólo se han hecho dos trasplantes hepáticos desde el inicio de la pandemia, una tercera parte de lo habitual
En el Virgen del Rocío se han hecho solo dos trasplantes hepáticos durante el período de confinamiento, una tercera parte de lo habitual. La vida de estos dos trasplantados, cuya enfermedad estaba en fase terminal, corría serio peligro . «Los pacientes recién trasplantados, con el sistema inmunitario prácticamente suprimido, presentan una mortalidad mucho mayor y esa es la razón de que hayamos tenido que posponer sus trasplantes. Si se infectaran con el Covid-19 no sólo morirían sino también el órgano trasplantado y todo eso nos ha llevado a posponer los casos que no sean desesperados», dice Miguel Ángel Gómez Bravo , jefe de Trasplantados Hepáticos del Virgen del Rocío. «La pandemia del coronavirus nos ha hecho priorizar toda la asistencia en todos los hospitales españoles y quiero destacar el comportamiento y la paciencia de los trasplantados y de las personas que esperan un órgano para seguir viviendo -añade el doctor-. Son unos pacientes extraordinarios, obedientes y responsables. Creo que debemos reconocérselo y agradecérselo cuando pase la pandemia».
No sólo no ha habido llamadas de enfermos quejándose de las demoras sino que algunos han ayudado a otros que estaban peor que ellos . Es el caso de José Antonio Gómez , 57 años, que también tiene mucha fe en Dios pero no necesita con urgencia un hígado como Carlos. Este diputado de la Hermandad de San Pablo, que fue cantante de sevillanas y comercial de productos de limpieza antes de perder su hígado, recibió uno hace cuatro años y no olvidará a su donante ni a sus familiares mientras viva. Gracias a la ONT y al esfuerzo de los profesionales de sanidad pública ha podido seguir disfrutando de su mujer y de sus dos hijas, una de ellas discapacitada, con las que se encuentra confinado en su piso de Sevilla Este. A pesar de ello, ha podido ayudar a otro trasplantado que dio positivo en Covid-19 al que aislaron solo en su casa y le prohibieron salir de ella bajo ningún concepto. Gracias a la intervención de José Antonio, le llega la comida a su domicilio y le han desinfectado su casa, con la ayuda de voluntarios de la Cruz Roja y de la Hermandad de San Pablo , que ha hecho también donaciones al Banco de Alimentos.
José Antonio ha engordado desde que lleva confinado porque antes andaba una hora y media en la calle y ahora no puede. El seguimiento de su trasplante se hace también por teléfono pero tampoco se queja. « Están pendientes de nosotros y son muy humanos . El doctor Gómez me llama para informarme de las analíticas, que me va ajustando, y me pregunta qué tal estoy. Si me veo mal, yo lo llamo; y si me veo muy mal, la orden es que vaya al hospital. Pero la calle es un peligro para nosotros y no queremos salir, salvo que nos pongamos muy malitos. Lo importante es seguir vivos, aunque estemos confinados», dice.
«Les estamos muy agradecidos a estos pacientes y quiero lanzarles un mensaje de esperanza porque ya vemos la luz al final del túnel y la paciencia de estas personas tendrá su fruto en las próximas semanas o meses. Podrán recibir su órgano », le dice el doctor Gómez Bravo a todos los pacientes como Carlos Cruces que necesitan un hígado o un corazón para seguir viviendo. Carlos mantiene su optimismo y dice que no se va a deprimir como hacen otros enfermos en su misma situación y que han visto retrasar sus planes de curación. «Ponerme de mal humor o depresivo, como hacen otras personas que conozco, no me ayudaría en nada, de modo que prefiero tener esperanza en que todo esto pasará».
A Carlos Cruces, que necesita un hígado, le han retrasado dos analíticas, una de ellas una biopsia por una pequeña manchita en el pulmón. «La van a sustituir por otra prueba menos agresiva por mi situación inmunológica», cuenta
A Carlos le han retrasado dos analíticas, entre ellas una biopsia por una pequeña manchita que tiene cerca del pulmón. « La biopsia la van a sustituir por otra prueba complementaria que es menos agresiva porque estaba demasiado cerca del pulmón y en la ecografía no se veía bien», cuenta. «Por nuestra situación inmunológica, debemos tener más cuidado de no contagiarnos y no salir de casa. Podría ser fatal», dice. Para la vitamina D se sube a la azotea a tomar el sol y anda hasta que se cansa por el estrecho pasillo de su piso. «Estamos todos un poquito hartos de no poder salir a la calle pero hablo con amigos por teléfono y lo llevan mucho peor que yo. Debe de ser por mi fe en que vamos a salir fortalecidos y mejores personas de todo esto », dice Carlos.
Uno de los efectos negativos del confinamiento que pueden sufrir algunos enfermos crónicos como José Antonio o Carlos , aparte de la ansiedad y de otros problemas psicológicos, es la pérdida de facultades por la falta de movilidad. «Muchas personas mayores que en los cambios posicionales, o cuando se levantan por la noche para ir al servicio, se caen ahora más que antes y se lesionan . En una persona de 20 ó 30 años no se nota este parón, pero en otra de 80 o más, que suele tener otras patologías, le perjudica una barbaridad este confinamiento», explica Rojas-Marcos.
Confinamiento por separado
Carlos Cruces vive con la saetera, trasplantada de riñón, Pili del Castillo, pero desde el 19 de marzo están separados, él en los Bermejales y ella en Los Arcos . «Por nuestro estado de salud, yo esperando un hígado y ella con un riñón trasplantado, los dos somos personas de riesgo y teníamos que utilizar baños diferentes, de modo que decidimos vivir por seguridad cada uno en su piso hasta que pase la pandemia», cuenta ella. Se llaman ocho o nueve veces al día y se hacen compañía en la distancia, como tantas parejas jóvenes a las que el confinamiento ha separado. «Lo llevamos bien gracias a Dios y esperamos volver a estar juntos lo antes posible».
Pilar reza todas las noches para que eso ocurra pronto, aunque pone el hígado de Carlos en primer lugar. Por ser ella también trasplantada, tiene que hacer revisiones con frecuencia y tomarse la tensión, la temperatura y las pulsaciones a diario. Recibe atención y seguimiento telefónico de su centro de salud y sabe que si ve algo raro le darán una cita presencial a una hora muy temprana en la que apenas haya nadie en el ambulatorio, lo cual no será demasiado difícil en este momento.
Pilar, que nació en la Macarena, le ha cantado saetas a la Esperanza y a la Soledad de San Lorenzo durante muchos años; con la diálisis, sin embargo, perdió la voz e hizo la promesa de cantarle a cualquier paso que se detuviera a su lado en Semana Santa si la recuperaba. El nuevo riñón se la devolvió milagrosamente y le permitió cumplir esa promesa. «El año pasado le canté una saeta a la Soledad de San Lorenzo pero hacía tres que no podía con la Macarena y el domingo pasado viendo desde el salón las procesiones del año pasado que daba la tele vi que la Virgen se paraba y me miraba como diciéndome que lo hiciera», cuenta. Y le cantó el Ave María. «Llegué al redoble más alto y comprobé con felicidad que aún me responden los pulmones». Tampoco le han fallado los brazos y las piernas y dice nunca he tenido la casa tan limpia: «Entre que no puedo salir y que los médicos me dicen que hay que desinfectarla para que no coja el maldito virus la tengo como los chorros del oro», asegura.
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