Coronavirus en Sevilla

Suspensión de la Semana Santa de Sevilla: entresijos de una decisión tomada hace siete días

El alcalde, el presidente del Consejo y el arzobispo han estado coordinados para elegir el momento del anuncio. Se repartieron los papeles para no precipitarse y decidieron conjuntamente incluso la suspensión del pregón

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Reunión de Espadas, Asenjo y Vélez en el Ayuntamiento de Sevilla ayer ABC

Alberto García Reyes

La Semana Santa estaba suspendida desde el lunes pasado. Todo estaba pensado y consensuado entre todas las partes: Ayuntamiento, Arzobispado y Consejo de Cofradías. El alcalde lo sabía, pero eso no evitó que cometiera un error hasta ahora inusual en su forma de proceder. Pecó de optimismo y pronunció una frase que no iba con su estilo y que le ha generado fuertes críticas. «Tiene que venir la Organización Mundial de la Salud a convencerme» , propugnó cuando se le preguntó acerca de la cancelación de las procesiones. Su estrategia era hacer visible la idea de que la anulación de la Semana Santa no sería una decisión personal, sino forzada. Y a partir de esa frase optó por asumir el papel de la resistencia. Espadas sabía que se había equivocado y necesitaba tomar medidas. Por eso el martes llamó al presidente del Consejo, Francisco Vélez , a media mañana. Quería intercambiar con él impresiones sobre cómo iban a manejar la situación y cuál sería el momento exacto del anuncio. Casualmente, Vélez estaba en ese justo momento con el arzobispo , Juan José Asenjo, despachando en Palacio sobre otros asuntos. «Estoy con don Juan José ahora mismo, pero ya me voy», le comentó. Espadas, que venía de un acto y estaba cerca, le pidió que se esperaran, que quería aprovechar para verlos y comentar la situación. El encuentro fortuito fue una toma de contacto más entre las tres partes y la conversación fue breve, de apenas unos minutos, para insistir en su acuerdo: no habría informaciones independientes, sino colegiadas. Las tres partes irían a una. Nada más. Todo muy informal. Ni se había fijado la cita, ni había aún una preocupación suficiente como para precipitarlo todo. Las llamadas telefónicas entre Espadas, Asenjo y Vélez ya venían siendo constantes . Juntos, de hecho, decidieron anunciar el martes por la noche la suspensión del pregón de la Semana Santa. A Vélez le tocó hacer el comunicado y a Espadas transmitir al pregonero, Julio Cuesta , con el que tiene una extraordinaria relación, que en sus declaraciones fuera predisponiendo a la gente. Cuesta le dio su palabra y ha cumplido con señorío.

Sin embargo, el alcalde mantuvo su rol en los siguientes días y el viernes por la mañana, en una entrevista con Radio Sevilla, volvió a insistir en que la solución todavía tardaría en llegar, a sabiendas ya de que no había vuelta atrás. Su táctica era obligar a la Junta de Andalucía a pronunciarse después del anuncio de Pedro Sánchez de declaración del estado de alarma en todo el país. Pero por la tarde, el vicepresidente de la Junta, Juan Marín, salió a los medios para enumerar las medidas que se iban a tomar, pero no dijo nada sobre la Semana Santa. Y tanto el presidente del Consejo como el arzobispo decidieron presionar . La medida no podía dilatarse más, aunque sólo podía tomarla alguna autoridad civil. Ni Vélez ni Asenjo tienen competencias. Ellos sólo podían instar a las hermandades a suspender sus estaciones de penitencia, pero no podían prohibir nada . Por eso el viernes por la tarde algunos hermanos mayores mostraron su nerviosismo. Les preocupaba la imagen de la Semana Santa de Sevilla y que pudiera parecer que no estaban actuando con responsabilidad después del estado de alarma. Vélez les envió un mensaje a sus teléfonos para pedirles unidad y que no se precipitara nadie, precisamente para fomentar esa imagen de coordinación y seriedad. Algunos malinterpretaron la consigna y pusieron el mensaje en circulación entendiendo que el Consejo estaba siendo irresponsable y estaba demorando la decisión. Justo lo contrario de lo que en realidad estaba ocurriendo.

ABC habló en esos momentos clave tanto con Vélez como con Asenjo, que ya era consciente de que su decreto matinal se había quedado obsoleto y había que dar un paso más. Los dos, de manera muy coordinada, coincidieron en sus declaraciones: «Lo lógico es suspenderla» . Tras la publicación de esa información en la web del periódico, Espadas decidió actuar. Escribió en su casa, de su propio puño y letra, el comunicado que el sábado por la mañana envió a los medios. Él mismo. Sin asesores. Y luego se fue a descansar. Por la mañana, lo primero que hizo fue llamar al presidente del Consejo y al arzobispo para tener una reunión urgente en el Ayuntamiento . Ambos accedieron cumpliendo el pacto. Espadas les leyó su escrito para que hicieran las aportaciones que considerasen oportunas. No cambiaron ni una coma . Se hicieron una foto. Y minutos después, distribuyeron la nota oficialmente. Espadas había errado al comienzo de toda esta historia y lo admitió, pero rectificó con altura de miras. Había gente interesada en la polémica y en retorcer cada movimiento que hicieran los implicados. Por eso la decisión le estaba pesando y con el anuncio se alivió. Ayer mismo Vélez dio orden de desmontar los palcos . Y los tres, alcalde, presidente del Consejo y arzobispo, quedaron en volver a hablar en los próximos días para analizar las consecuencias y plantear medidas paliativas para las hermandades y para la ciudad. Luego se marcharon sabiendo que sus nombres ya estarán para siempre en la historia de Sevilla, aunque sólo por haber cumplido con su obligación. Por la tarde, el Gobierno prohibió los desfiles y las fiestas populares.

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