Coronavirus Sevilla

Diario de Covid-19 / día 8: «Convivencia reforzada»

Estos días estamos todos volviendo a poner en antena un programa histórico de la radio española: «Conozca usted a sus vecinos»

Familias enteras aplaudiendo desde los balcones Serrano

Javier Rubio

Este viernes ha sido el primer día de confinamiento real para mí. Me tocó trabajar el fin de semana pasado y después no había faltado ni una sola jornada al trabajo, así que ha sido la primera jornada sin tener que conducir. Básicamente esa es la principal diferencia, porque sigo escribiendo a diario y tuve que salir a la verdulería por más fruta, que estamos devorando en casa a un ritmo inimaginable. Como el día estuvo entre nublado y lluvioso, tampoco se apetecía mucho romper el aislamiento , aunque a Marta le cedí el encargo de comprar el periódico para que también ella pudiera estirar las piernas bajo la lluvia. Fue agradable estar bajo el balcón aguardando turno en la frutería viendo caer las gotas en los charcos y mirar al cielo entre rosáceo y crudo apurando el momento, ese preciso momento y no cualquier otro .

El primer día de reclusión hogareña en firme sirvió para identificar las tres partes en que se divide la jornada con claridad meridiana: la mañana, antes del ángelus , que la esquila de la parroquia marca con puntualidad; la tarde propiamente dicha que llega hasta el recreo de las ocho ; y la noche, a partir del momento en que se cierran de nuevo todos los balcones , se apagan las lucecitas de los teléfonos y retornamos a la clausura para hacer vida de puertas adentro.

En casa, la mañana resultó incluso frenética con carreras de Marta para entregar en plazo un ejercicio de clase boicoteado por la lentitud del escáner y turnos entre los demás para disponer de un ordenador desde el que dedicarse cada uno a su quehacer. María lanzó una encuesta por el grupo familiar para conocer desde cuántos dispositivos podíamos conectarnos con el mundo exterior (teletrabajo, estudios, ocio…) y la cifra que arrojaron nuestros hogares era sencillamente abrumadora.

También ahí se evidencia la brecha entre quienes disponemos de recursos para acceder a internet y quienes dependen de un televisor para seguir las noticias en tiempo real. A Berta, que siempre va un paso por delante de los demás, le dio por pensar en esas familias que conviven en un pisito pequeño todos juntos sin muchos aparatos tecnológicos o sin muchas ganas de tratarse. Ella reflexionó en voz alta sobre esos hogares con adolescentes conflictivos o parejas rotas en los que la convivencia reforzada de estos días va a poner a prueba las relaciones familiares, conyugales o sociales.

Quico, que sabe de lo que habla por oficio y por devoción, dejó una respuesta que va más allá de ser un desiderátum: «No, si al final vamos a terminar queriéndonos unos a otros, de verdad . No hay mal que por bien no venga». Y Luis, ejerciendo de abuelo, me envió una foto del pequeñín Felipe echando la siestecita mañanera con una placidez envidiable: «Ea, pues ya está. El mundo es perfectamente esférico en la cunita de un bebé », repuse. A lo que mi amigo replicó: «Exactamente, y se humaniza cuando éste sonríe».

Qué injusta y cuánto daño hizo en la conciencia de la humanidad la frase existencialista de Sartre de que el infierno son los otros. Qué va. El infierno lo llevamos incorporado de serie nosotros y sólo aplacamos sus llamas con el agua que nos regala el prójimo. Podrá sonar cursi, pero estos días estamos todos volviendo a poner en antena un programa histórico de la radio española, con Bobby Deglané si no me falla la memoria: «Conozca usted a sus vecinos» . María Antonia, por ejemplo, ha descubierto con asombro que en el piso de enfrente viven niños y los saluda cada vez que coinciden en los balcones para aplaudir, que en el fondo resulta ser lo de menos. «Los otros» tiene nombre de película espectral de Amenábar, pero es una realidad: hablando de ventana a ventana , nos hemos enterado de que nuestros vecinos se han jubilado, confidencia que nunca hubiéramos intercambiado en los sincopados saludos al salir o al entrar del ascensor.

También dentro de casa, en las familias, el confinamiento resulta un instrumento utilísimo para reforzar el conocimiento recíproco. Ya sé que hablo como un psicólogo -también me confunden con un cura, qué le vamos a hacer- pero es la realidad. Las niñas se empeñaron en jugar a algo después de la exquisita cena que nos habían preparado y acabamos riéndonos los cuatro con el juego de «¿Quién es quién?» Los personajes que saqué del magín - Mata-Hari y Capitán América - dieron bastante guerra, pero a mí me sobró con un puñadito de preguntas para dar con la personalidad misteriosa: está vivo, es un hombre, se dedica a escribir, sus libros no se venden mucho, publica en ABC y sus columnas no son diarias. ¿Quién soy yo? La gran familia que vamos componiendo cuantos leen este diario puede tomarse su tiempo para afinar la respuesta.

En fin, no estuvo mal el primer día de asueto confinado y convivencia reforzada. Retomé la relectura de la «Odisea» , que tenía abandonada, por la mañana y me pareció que el canto X era una explicación cabal de lo que estaba sucediendo con quienes dirigen la nave que llamamos España rumbo a esa Ítaca donde vivíamos antes, sin contagios: que la avaricia impúdica por hacerse con el odre donde Eolo encerró los vientos de la ingeniería social para que Odiseo tuviera buena travesía nos había devuelto a la isla de la diosa Circe mientras en la dura travesía se perdían muchas naves y sus tripulaciones enteras: tantas como 1.002 que es el número de muertos en nuestro país según el último parte. Lo peor es lo que está por venir: el canto XI se titula «Evocación de los muertos» .

No nos pongamos tristes. Que no lo estamos. Este envío diario se está pareciendo cada vez más en una pizarra en la que todo el que quiere escribe para que lo escuchen los demás a través de mis palabras. Vamos a ello.

Yolanda , a la que vemos de balcón a balcón, quiere hacer público su agradecimiento a los médicos, personificados en Jesús Rodríguez-Baños, jefe del servicio de Infecciosos de su hospital Macarena, y Elena Salamanca , que es la doctora a pie de cama de su marido: «Hola. Elena me informa puntualmente cada día. Nunca os podré agradecer el cariño, desvelo, tesón y profesionalidad con las que nos estáis tratando. Tengo mucha suerte de tener compañeros tan excepcionales. Cuidaos mucho; en vuestras manos está la salud de todos».

Cuando salgáis a aplaudir esta tarde, acordaos de estos nombres y de muchos otros que se están en primera línea. El lenguaje militar se nos va pegando poco a poco casi sin darnos cuenta. Dios quiera que también lo hagan esos valores de obediencia y espíritu de sacrificio de los que habla el Jemad . Macarena, todavía de baja, me hizo recordar las oleadas de un desembarco con sus palabras: «Reservándome para la segunda o tercera remesa de sanitarios, que harán falta. En Italia, nuestros compañeros pediatras ya están atendiendo las Urgencias de adultos. Yo pediré hacer atención paliativa, en ese campo creo que puedo ayudar más . Un abrazo y a seguir luchando».

Y como lo más valioso en un soldado es ese intangible que se llama moral de combate, dejemos reseña de la petición de Blanca a los directivos de Televisión Española para elevar el espíritu colectivo: «Buenas noches, le escribo para proponerle la idea de hacer un especial de buenas noticias en el telediario de mañana. Entiendo que es necesario retransmitir las noticias sobre coronavirus día tras día, pero creo que mina la moral de la población estar todo el día escuchando malas noticias, por eso le propongo hacer una sección de buenas noticias para así motivar a los telespectadores en esta dura cuarentena. Un cordial saludo».

Claro que sí. Todo irá bien. O como tenga que ir, ¿podemos influir en eso?. En medio de tantas tristezas, compartamos la buena noticia de Marta, que ayer dio a luz . Bienvenido sea el bebé y enhorabuena a sus padres. Los demás, ya saben lo que deben hacer: «Tengan cuidado ahí fuera» .

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