Coronavirus en Sevilla
Diario de Covid-19 / día 34: «Aprobado general»
Es probable que los profesores, los alumnos y las autoridades educativas estén experimentando el choque de una ola que los ha pillado, como a todos, desprevenidos pero cuya fuerza de arrastre será imparable
Sí o no. El coronavirus es, en última instancia, una piedra arrojada al estanque de aguas plácidas agitadas en ondas concéntricas que se transmiten hasta la misma orilla por muy lejos que se esté del lugar del impacto. Este tiempo raro y convulso -bajo la apariencia de inmutabilidad- está poniendo en cuestión muchas de las premisas con que nos manejábamos hasta ahora. También en la enseñanza.
La enseñanza online es, hoy por hoy, una quimera imposible de conseguir porque ni todos los alumnos tienen acceso a equipos y conexiones que les permitan seguir las clases a distancia, ni todos los profesores están preparados para cambiar programaciones y contenidos de asignaturas a mitad de curso, ni todos los centros educativos tienen listas plataformas y comunidades telemáticas que les permitan desplegar el intercambio de conocimientos que llamamos impropiamente educación cuando debiéramos llamarlo instrucción pública, como antiguamente. Ni, por supuesto, todas las familias pueden aplicar suficientes esfuerzos y tiempo en acompañar el aprendizaje de sus hijos.
Pero seguro que todas las familias están educando a sus vástagos de la mejor manera que saben y pueden . Les están dedicando la atención que no siempre les dedicaban y les están mostrando con vivos ejemplos valores como la solidaridad, la empatía, la preocupación por los demás, la ayuda mutua... A lo mejor los niños se dejan algunos temas del currículo sin dar pero estoy persuadido de que están aprendiendo otras lecciones vitales tanto o más importantes. Y no son ninguna tontería.
Mar, profesora ella misma, mandó un chiste que circula por las redes. Es una madre que se queja a la profesora de que su hijo se porta mal en casa , no hace caso y no hay manera de que se esté quietecito. Y la profesora responde muy convencida: debe de ser en casa, porque en clase se porta estupendamente y atiende con mucha atención y nunca hay que llamarle la atención. Es la perfecta inversión de papeles, hasta eso estamos aprendiendo en esta crisis: a ponernos en la piel del otro. Y a mirar la realidad desde su punto de vista y no exclusivamente desde el nuestro . Todos necesitamos de los demás.
El confinamiento nos obliga a reinventarnos. También a la escuela , que es producto de la Revolución Industrial para acostumbrar dede la más tierna infancia a acomodarse a un horario laboral inamovible en la cadena de montaje por contraposición a la libertad de la que podía disfrutar el artesano. La tecnología nos permite a todos convertirnos en artesanos de nuestra profesión . A elaborar un cacharro sin seriar de cada vez. Claro que eso exige tiempo, dedicación y cierto «savoir faire» para desenvolverse.
Es probable que los maestros y profesores -tengo muchos en mi familia-, los alumnos y las autoridades educativas estén experimentando estos días el choque de una ola que los ha pillado, como a todos, desprevenidos, pero cuya fuerza de arrastre será imparable. Lo único seguro es que no se va a quedar aquí.
Mi hija Cristina hizo recuento de otros colegios e institutos de conocidos y amigos - todos de Segundo de Bachillerato- y en muy pocos se mantienen los horarios y todas las clases día tras día como le sucede a ella. Según qué profesores y según que centros, están empezando ahora a movilizarse para cumplir con el temario del que tendrán que responder en la Selectividad.
Podemos hacer como que no lo vemos, pero pocas cosas van a seguir como si tal cosa cuando salgamos de esta. Puede que la educación sea solo la punta de lanza de este cambio que se avecina en las relaciones sociales, la sanidad y el cuidado de las personas vulnerables en especial los ancianos, la gestión de los asuntos públicos, las creencias propias, los viajes y el turismo y hasta la difusión de noticias. Todo va a estar en cuestión.
Pablo es de la opinión de que este periodo de aislamiento hará despegar definitivamente el teletrabajo : «Todo el personal de oficina está al 100% desde casa, con la comodidad que te da no tener que desplazarte, trabajar en pijama o echar la siesta; y en la fábrica están al 150% envasando y sacando producción». ¿Quién sabe por dónde va a ir el futuro?
¿O es más bien el presente? Marta suspiraba a la hora de comer porque el año pasado, tal día como hoy, era Lunes Santo -y se derrumbó consumida por el fuego la techumbre de Notre Dame de París - y dos años antes, era la noche del alumbrado de la Feria de Abril. Entre ese 15 de abril de 2018 y este 15 de abril de 2020 solo han pasado dos años, que es casi una vida entera en el caso de la pequeña Zoila y mi «sobrinita» María , pero quién se atreve a decir cómo será el 15 de abril de 2022.
Quizá estamos en puertas de un cambio a todos los niveles ahora que a la fuerza nos han mostrado otra forma de enseñar, aprender, trabajar... tal vez, vivir. De nuestra capacidad de adaptación dependerá cómo estemos el 15 de abril de 2022.
Mientras tanto, como siempre les digo, « tengan cuidado ahí fuera ».
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