Coronavirus Sevilla

74 días sin ver a su madre: «Estaremos con mascarillas y no la podré abrazar pero menos es nada»

La fase 2 de la desescalada que entra en vigor este lunes no contempla aún las visitas presenciales en residencias de mayores salvo en dos supuestos excepcionales, aunque la Junta estudiará a partir de este martes la forma y plazos para reanudarlas

Luis Santos y su madre Esperanza la última vez que pudieron estar juntos en la residencia Domus IV de Santa Justa ABC

Jesús Álvarez

Luis Santos lleva 74 días sin ver a su madre, Esperanza, que lleva encerrada en la residencia Domus VI desde el pasado 12 de marzo, dos días antes de la declaración del estado de alarma. Siempre han tenido una relación muy estrecha y él ha estado cuidándola durante años hasta que un problema médico sufrido durante el pasado mes de febrero aconsejó su ingreso en esta residencia situada en el barrio sevillano de Santa Justa. « Se me hace muy duro no poder verla y pregunto cuándo podrá ser pero me dicen que tenga paciencia».

A falta de que la Junta decida a partir de este martes cómo será la vuelta a la normalidad en estos centros, en la fase 2, que acabamos de inaugurar, sólo se contemplan de momento las visitas de familiares a las residencias en dos casos muy excepcionales ( que al residente le queden pocas semanas de vida o tenga una descompensación neurocognitiva ) en los que, por fortuna, Esperanza (79) no está. Su salud es muy buena y logró pasar el coronavirus sin síntomas, como la mayoría de los jóvenes infectados. Cuenta a ABC que no ha pasado miedo a pesar de que han muerto 26 personas a su alrededor en estos 74 días. « He rezado al Gran Poder y a la Macarena cuando he visto lo que estaba pasando pero a mí este virus no me ha dado miedo. Antes estaba un poco deprimida y no me gustaba ni asomarme a la ventana. Ahora estoy mejor», comenta.

Esperanza tiene tantas ganas de ver a su hijo como Luis de verla a ella. «Se lo comenté esta mañana a mi doctora, que cuando iba a poder ver a mi Luis, a mi otra hija y a mis nietos Álvaro, Moisés, Raúl y Alfonso, aunque fuera de uno en uno», cuenta. La doctora le dijo que la semana que viene iban a mejorar un poco las cosas y que tuivera un poco de paciencia.

Luis ha hablado con su madre todos y cada uno de estos 74 días a través de un viejo teléfono analógico y treces veces a la semana por videoconferencia desde el propio centro. « Entramos en estado de pánico cuando nos enteramos de los contagios y fallecimientos en la residencia y es verdad que la dirección no nos informó de nada pero creo sinceramente que no fue culpa de nadie sino de la mala suerte. Alguien metió el virus sin querer antes de que se supiera lo que se nos venía encima. Cuando mi madre estuvo en el hospital el puente del 28 de febrero ningún médico ni enfermera llevaba puesto mascarillas ni guantes. En la residencia fue lo mismo, aunque unos días antes del estado de alarma se restringieron las visitas y se tomaron muchas precauciones».

El confinamiento pasa factura física y psicológica en muchos mayores. Algunos con deterioro cognitivo podrían no reconocer a sus familiares estos meses

Luis lamenta que su madre lleve encerrada en su habitación setenta y cuatro días. «Está como en una cárcel y eso se nos hace muy duro a mi hermana y a mí pero entendemos que esto se hace para protegerla», comenta. Lamenta no poder hacerle llegar ninguna cosa de comer como antes del coronavirus, o revistas y periódicos con que hacerle pasar el tiempo más rápido. «En las primeras semanas alguien le hizo llegar el ABC y se aficionó mucho a leerlo. Ahora ya no le llega y me dice que está harta de ver la tele», comenta. Ignora cuándo podrá verla pero sí sabe que deberá llevar mascarilla y y no la podrá abrazar. «Menos es nada», dice.

El caso de Luis y Esperanza no es el único. En Sevilla hay 166 residencias en las que viven 8.800 mayores . Según los últimos datos de la Fiscalía de Sevilla, perdieron la vida en ellas por coronavirus 148 personas. En 150 de ellas no se produjo ninguna muerte y en menos del 20 por ciento se registraron casos de Covid-19, unos datos oficiales que contradicen esa imagen tan extendida en la opinión pública de que el virus vagaba a sus anchas en sus instalaciones. El pico de infectados se produjo el 23 de abril cuando se diagnosticaron 341 casos y desde entonces se ha reducido casi un 90 por ciento. En los últimos días la cifra ha caído a un ritmo vertignoso hasta los 38.

Sus cuidadores se infectaron igual o más que ellos, aunque la enfermedad no cursó en estos trabajadores con síntomas graves. El 22 de abril eran 347 y hoy son menos de cien. Dice el fiscal delegado de Personas Mayores y Personas con Discapacidad en Sevilla, Norberto Sotomayor, que las lleva investigando desde hace más de dos meses, dice que han actuado «heroicamente» enfrentándose a un virus desconocido y que no hay ningún indicio de responsabilidad penal por esas muertes . «Todas las residencias han cumplido, en general, las normas existentes y lo único que hemos detectado es alguna responsabilidad por infracción administrativa en alguna de ellas».

Inmaculada Campillos, directora de la residencia Gerón Sevilla, puede presumir de que en la suya no ha entrado el coronavirus. «El día que hicimos los test y salieron todos negativos nos pusimos más contentos los trabajadores que los residentes», cuenta a ABC. En Geron Sevilla, situada en la carretera de Carmona, se cerraron a cal y canto antes del 14 de marzo : «Estamos en pleno centro de Sevilla y es increíble que no hayamos tenido ningún caso de Covid-19. Hubo una noche que una residente tuvo un problema respiratorio y declaramos la alerta y mantuvimos dos días encerrados a todos en sus habitaciones. No era coronavirus».

A pesar de esas cifras inmaculadas, el Gobierno no les autoriza todavía las visitas de familiares salvo en los dos supuestos excepcionales que no se dan en esta residencia en este momento.

Campillos , que participó en la fundación de Gerón hace diez años, desea tanto como Luis Santos abrir las puertas de su residencia pero sabe mejor que nadie que cuando le dejen hacerlo nada va a ser como antes. «La nuestra era una residencia muy abierta en las que los familiares podían entrar libremente y subir a las habitaciones de sus familiares. Teníamos una peluquería estupenda y una cafetería que siempre estaba a tope», comenta.

Las residencias abrirán sus puertas previsiblemente antes del lunes 8 de junio (fase 3) pero lo harán con muchas precauciones. Los familiares tendrán que llevar mascarillas, guantes y batas, como en un quirófano. Será un reencuentro son sonrisas veladas y sin abrazos

El protocolo de visitas que están preparando para los próximos días obligará al residente a bajar a ver a sus hijos y familiares con mascarilla y guantes. Serán visitas con cita previa, se habilitará una zona de recepción, y todos tendrán que venir con mascarilla y guantes. La residencia les proporcionará a los familiares una bata desechable y una visera y les desinfectará sus zapatos. Las mesas permitirán mantener la distancia de seguridad. Los abrazos no estarán permitidos y las sonrisas, aunque no se prohiben, no serán visibles a través de la tela.

«Nuestra expectativa es que sólo podrá venir un familiar por cada residente y que se harán tres visitas a la vez en recepción, fuera de la zona interior de la residencia. La idea es que dure media hora y que cuando acaben esas tres visitas, se desinfectará la sala y los muebles para la siguiente visita. -comenta Campillos- Hemos quitado muchos muebles, cortinas y cuadros para evitar superficies susceptibles de transmitir el virus. Si el residente tiene un gran deterioro cognitivo y no deja de levantarse , moverse o tocarlo todo, como tenemos algunos, solo se permitirá esa visita durante la media hora por razones de seguridad».

Hay mayores con cuatro o cinco hijos y esto no será fácil de articular, a pesar del patio de la residencia, un lugar de desahogo al que los residentes de la primera y segunda planta ya pueden bajar sin mezclarse. «Si los residentes están encamados el familiar podrá subir a la habitación de su familiar, siempre con cita previa. Muchos pacientes encamados comparten habitación y se harían las visitas de una en una», cuenta la directora.

Algunos de los encamados están todo el día en posición fetal y la mayoría no hablan. Su único movimiento son los cambios posturales a los que los someten sus cuidadores para evitar lesiones y heridas.

Residencia Gerón Sevilla, en la carretera de Carmona ABC

De los 96 residentes de Geron Sevilla, más de mitad tienen un deterioro cognitivo severo. Como en casi todas las residencias, ocho de cada diez son mujeres. La de mayor edad, Inés, tiene 107 años. Está sorda pero come muy bien. No hace ruido y es muy amable con todo el mundo («gracias, maja», le dice a sus cuidadoras) . Hay otra residente que ha cumplido los 100, aunque la media está entre 80 y 90. También los hay más jóvenes, incluso alguno de 60 y menos, todos con trastornos psiquiátricos.

«Se está dando una mala imagen de las residencias por culpa del coronavirus pero aquí cuidamos mucho a nuestros residentes -insite Campillos-. Cuando vinieron a desinfectarnos, que no hacía falta, los del zoosanitario dijeron que había muchas residencias buenas en Sevilla pero ninguna como la nuestra», comenta. En ella trabajan 61 personas, la mayoría mujeres. Hay un 20 por ciento de hombres, entre médicos, enfemeros, cocineros y limpiadores . Hace unos años solo trabajaban mujeres en las residencias. «Todos los trabajadores han hecho un trabajo increíble en unas condiciones difíciles y con una gran tensión emocional. Tenemos que seguir cumpliendo las normas a rajatabla porque nos ha ido muy bien. No hemos tenido ni fiebres ni diarreas , que son muy comunes en las residencias. De salud están muy bien, mejor que antes», proclama orgullosa.

Gerón Sevilla cuenta con una primera planta con enfermos de Alzheimer y demencia avanzada. Allí la mayoría no saben cómo se llaman ni cómo se llaman sus hijos. En esa planta están también los encamados y los que deambulan , un grupo de diez o doce personas que empieza a caminar a las 9,30 de la mañana y no se paran hasta la noche, salvo el ratito que se sientan para comer.

Ha habido grupos de amigas que se han quedado aisladas cada una en una planta de la residencia y hace pocos días hubo un emotivo reencuentro entre dos de ellas. «Tuvimos que aislar a los dos plantas -cuenta Campillos- Ahora salen al patio pero no se mezclan unos y otros porque salen a distintas horas». El ascensor los baja de uno en uno y se tarda una hora en terminar la «operación patio». Estando tan cerca, el coronavirus los ha puesto muy lejos a unos de otros.

Lo que va a ocurrir dentro de dos semanas, cuando se abran las puertas de las residencias, será, sin duda, emotivo, algo emocionante, un reencuentro muy esperado por padres e hijos después de tres meses de separación, miedo y tensión. Sin embargo, hay que estar preparados mentalmente porque va a a haber padres que no van a reconocer a sus hijos. « Ha pasado tanto tiempo sin verlos que los que tienen deterioro cognitivo puede que ya no los reconozcan », admite Campillos.

En la segunda planta viven los residentes con mejor salud física y mental y todos ellos tienen muchas ganas de ver a sus familiares. Los trabajadores les tienen que cargar el móvil para que puedan hablar con ellos y muchos de ellos se saben los pin de memoria.

«Los de la planta 2 han podido llamar a sus familiares siempre que han querido y se han hecho muchas videollamadas . Ellos saben lo que ocurre fuera y la razón de la suspensión de las visitas pero se asoman a las ventanas y ven gente en la calle y se preguntan por qué no pueden ver a sus familiares», cuenta la directora.

Lo mismo se preguntan en la residencia que tiene la Orden de San Juan de Dios en la calle Sagasta. «Han sufrido mucho este confinamiento y siguen sufriendo ahora porque ven desde sus ventanas a mayores como ellos que están en la calle tranquilamente. Y nos preguntan por qué fuera esos mayores están paseando y ellos no. Han sufrido un castigo añadido por vivir en residencias», cuenta Miguel Sánchez Dalp, gerente de la residencia y del Hospital San Juan de Dios de Sevilla.

Esta residencia tiene 80 plazas en la que trabajan unos 40 personas, de las cuales 6 son enfermeros y 22 auxiliares . Tuvo casos de Covid-19 y algunos fallecidos, pero ya está libre del virus. «El confinamiento ha generado muchos problemas de salud física y psíquica en los residentes, a los que se ha intentado proteger del coronavirus. Las secuelas del estado de alarma han sido graves en los residentes», cuenta Sánchez-Dalp.

Miguel Sánchez-Dalp, gerente de la residencia de San Juan de Dios: «Los mayores se asoman a la ventana y nos preguntan por qué hay otros mayores paseando en la calle y ellos no. Han sufrido un castigo añadido»

Desde el 14 de mayo se han flexilizado las restricciones para entrar como residente en el caso de que la residencia lleve siete días sin ningún caso positivo. El jefe de Medicina Interna de San Lázaro, Salvador Alegre , admitía en una entrevista con ABC que tiene en su hospital a una mujer a la que no pueden enviar a su casa ni a ninguna residencia por las prohibiciones que ha originado la pandemia.

Los residentes están como en un Arca de Noé y no pueden salir salvo en casos muy excepcionales y con protocolos muy estrictos. La impresión de los directores es que la flexibilidad crecerá de fuera para dentro pero tardará más de dentro hacia fuera. «Se va a dar este paso con mucha cautela hasta que no se esté seguro de que el virus ya no está fuera. Los mayores han de tener paciencia», comenta Sánchez-Dalp.

Paciencia es la palabra y en la residencia de Juan de Dios se han intentado salvar esta falta de visitas familiares con una mayor humanización pero e l cariño de los profesionales , por grande que sea, no puede sustituir al de los familiares. «Hemos ampliado las consultas telefónicas a dos turnos diarios, la comunicación vía e-mail con los familiares y hemos implantado siete dispositivos para hacer videollamadas», cuenta.

La residencia Fundomar Bermejales también sufrió la muerte de 26 residentes por coronavirus. Por fortuna, la Junta la medicalizó, al igual que la de Santa Justa, y eso frenó la pandemia en sus instalaciones. El 70 por ciento de sus 147 residentes dieron positivo en coronavirus. Tienen a 93 trabajadores en plantilla. Su director, Curro García, cuenta que sólo tienen ahora dos casos de Covid-19.

Una de sus residentes contaba a a ABC que «hace varios años, a causa de una gripe, se fueron casi las mismas personas que se han ido ahora . Aquella gripe fue espantosa también». Esta residente confiesa que «no podemos salir y nos traen las comidas vestidos de “apicultores”. No reconocemos a los auxiliares y no podemos siquiera caminar por el pasillo».

En Fundomar también pueden hacer videollamadas. «Veo a mis familiares por videoconferencia, pero en persona no veo a nadie desde que se decretó el confinamiento . Antes del coronavirus me daba vueltas por el barrio y lo echo de menos una barbaridad. Ya es mucho tiempo sin ver a nadie más que los auxiliares, que son muy amigos míos, pero a mi familia solo la veo a través de aplicaciones », se lamentaba.

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