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Diario de Covid-19 / día 44: «Resurrección de Sevilla»
Por las terrazas salía a borbotones una declaración de intenciones: estamos orgullosamente vivos y, después de más de cuarenta días encerrados, nadie nos va a robar la alegría de este rato
![Mujeres vestidas de flamenca en un balcón de la calle Castilla](https://s2.abcstatics.com/media/sevilla/2020/04/26/s/feria-sevilla-balcon.jpeg-U60681616324Xrp-1248x698@abc.jpg)
Nadie que haya vivido esta noche en la que no se ha alumbrado ninguna portada de feria de una fiesta que no se va a celebrar dudará ya nunca más de la capacidad de la ciudad para resucitar, para salir triunfante y exhibirse gloriosa cuando nadie lo esperaba. Probablemente los psicólogos le llamen a eso resiliencia o capacidad de aguante, la manera en que a pesar de todo, el espíritu colectivo -ese imaginario del que hablaba Morin - se expresa en los momentos de adversidad, justo cuando la calamidad hunde el ánimo y parece que todo se viene abajo.
La forma en que los sevillanos -ya sé que es una generalización y que, como todas, es injusta, pero puede valernos- se tomaron la noche en que estaba fijada la prueba del alumbrado de la Feria de Abril de 2020 es digna de estudio. Y de mérito. Por las ventanas y los balcones de las casas, con las luces encendidas y la música de sevillanas de fondo, salía a borbotones una declaración de intenciones nítida y perceptible: estamos vivos, orgullosamente vivos a pesar del coronavirus y, después de más de cuarenta días encerrados en casa, nadie nos va a robar la alegría de este rato. Y que nos quiten lo bailado.
Lo que asomó fue una increíble muestra de ingenio, una demostración de las ganas de pasar página y olvidar la enfermedad funesta . En un vídeo, la familia entera cantaba sevillanas rocieras; en otro, dos hermanos parodi aban la calle del Infierno con luces, sonidos, música de Camela y locutor facundo de los cacharritos que no para hasta que la de la flor en la cabeza se le suelta el moño; en el de más allá, a la caseta recreada en el balcón no le faltaba ni el portero malage con gafas de sol en plena noche, ni la gitana teñida de rubio que a la fuerza quiere entrar a vender claveles; por aquí y por allí, pañoletas pintadas a mano por los pequeñines, y en todos, esa sublimación del carácter sevillano de invitar a la caseta para evitar tener que hacerlo en el hogar que esta noche se correspondía con mostrar las casas por dentro sin posibilidad de entrar en ellas.
Yo qué sé la de ocurrencias, la capacidad de sacarse de la manga lo que estuviera a mano para subrayar la alegría: farolillos, cadenetas, banderines, guirnaldas, mantones, flores... Explotando al máximo ese aire popular que la Feria tuvo en su origen, cuando no era más que una de las pocas vías de escape consentidas a las clases depauperadas cuyas condiciones de vida eran penosas. No hemos llegado a eso -puede que todavía-, pero la exhibición de poderío de esta noche habla de la determinación de los sevillanos de superar los contratiempos sin perder la sonrisa .
Había ganas de pasarlo bien . Eso por encima de todo. Un amigo me escribió medio asustado con lo que oía por las calles de Los Remedios: «Quillo, en mi barrio hay una juerga del quince . En azoteas y en casas. Yo creo que no son familias, aquí ha habido un desconfinamiento masivo «. Es posible. La gente se movió de aquí para allá. Este sábado ha sido el primer día en que he tenido que acreditarme y explicar el motivo de mi desplazamiento tanto por la mañana como por la tarde. O sea, que las policías se maliciaban lo que, de hecho, ocurrió por la noche.
Pero después de tantos días de enclaustramiento, quién iba a negarle esa alegría al cuerpo social . Hubo petardos, hubo palmas, cante, algarabía, bromas, música, vítores, brindis, hasta fuegos artificiales dijo alguien por el Aljarafe. Salones adornados con mantoncillos y flores contrahechas, mesas con manteles de hilo, trajes de gitana vestidos, el gusto por los detalles heredado de esos corrales donde se hacía fiesta en mitad de la penuria, tirando de un intangible que nunca escasea en esta tierra: imaginación.
Y hubo pescado frito. Fue como una cena pascual en la que cada familia se reunió a comer con los suyos el papelón de adobo, de trocitos, de pescada, de boquerones, de chocos... Cuando llegué del periódico, cerca de las once de la noche, el ojo de patio del bloque daba gloria olerlo: un aroma inconfundible se había apoderado del ambiente. Por las ventanas de las cocinas se escuchaba crepitar el aceite hirviendo en las sartenes con el también inconfundible sonido que la fritura produce como el chisporroteo de una conexión radiofónica defectuosa.
Pero aquí no había nada defectuoso. El mundo -el particular de cada uno- era sencillamente redondo : la felicidad de ver a las hijas crecidas bailando hasta caer rendidas, la elegancia emparentada con la belleza de las mujeres de la casa, la ola de recuerdos vaporosos que las sevillanas del siglo pasado evocaban, la chispa que el vino generoso iba prendiendo en el interior de cada quien...
Y en torno a la mesa donde habíamos dado cuenta de una suculenta cena, uno se olvidaba de los motivos por los que estábamos encerrados y daba igual que a estas alturas el presidente del Gobierno todavía esté jugando a los acertijos con la ciudadanía para el día que podamos al fin salir . No era insensibilidad hacia las víctimas ni desprecio a la memoria de los fallecidos. Era algo más poderoso que todo eso; una necesidad de volver a sentir la vida tal como es: desbordante, imprevisible, arrolladora, inabarcable ...
En 1973, el primer año de la fiesta en Los Remedios, mi madre no acudió a la Feria. Estaba de luto porque cuarenta días antes murió mi abuela Luisa , así que mi padre nos llevó a mi hermano y a mí a las casetas de las escopetillas de plomos que era a lo que se reduce el interés por la feria de dos críos de diez y siete años. Mi madre llevó el luto por dentro pero la fiesta demostró ser imparable . Todos los sevillanos saben de lo que les hablo: de la disposición de la ciudad a sobreponerse al dolor y al sufrimiento por muy duros que sean los embates. Esta noche, Sevilla ha resucitado. Y lo hemos contemplado .
Hasta aquí este resumen de la noche del alumbrado más atípica que recuerdo. Si van a salir con los niños -hoy que ya se permite-, sigan las indicaciones de los agentes y no olviden la recomendación fundamental: «Tengan cuidado ahí fuera» .
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