CORONAVIRUS
Diario de Covid-19 / día 28: «Madrugada impresionante»
La echamos de menos porque no la podemos disfrutar: una gran enseñanza que nos va dejando este tiempo excepcional en el que caemos en la cuenta de lo valioso que es cuanto tenemos entre manos
Yo no tendría que estar aquí, sentado ante la tableta en blanco mientras en la tele de Neflicofrades (a Cristina le fascina el nombre por lo que tiene de capacidad imaginativa para apropiarse de una marca de éxito ajena) se oyen los pitos del Silencio . Hace un minuto estaba sonando la saeta de Vallejo que es la sintonía del programa de Semana Santa decano que venía haciendo Paco hasta su accidente: «Silencio, pueblo cristiano» .
No tendría que estar pero tampoco me hago sangre. Las cosas hay que tomarlas como vienen, qué gran lección nos deja esta etapa de confinamiento en el hogar. A cambio, estamos los cuatro en el salón, lo que no ha sucedido en plena Madrugada creo que nunca : cuando me tocaba trabajar -veinte años seguidos escribiendo crónicas día a día pateando la ciudad de Domingo de Ramos a Sábado Santo-, yo me marchaba y las dejaba a ellas solas. Luego, cuando en 2010 cedí los trastos como el matador que se corta la coleta , mis hijas empezaron a tomarle gusto a la noche más hermosa de la ciudad. Hermosa de verdad, por mucho que se haya prostituido.
Hoy la echamos de menos porque no la podemos disfrutar. La otra gran enseñanza que nos va dejando este tiempo excepcional en el que caemos en la cuenta de lo valioso que es cuanto tenemos entre manos y que, de ordinario, ni apreciamos . Es mi caso, por mucho que cueste creerlo. El año pasado, 2019, mi Madrugada se limitó a acercarme a la plaza de San Lorenzo en el primer taxi libre que pasó por la avenida, contemplar el rostro del Señor con las primeras luces de la alborada y esperar que entrara el preste para volver andando a casa para desayunarme. No era la primera vez, pero aquella visión me dio las fuerzas necesarias para escribir una carta personalísima a un amigo que ya no está . ¡Como para olvidar aquella mañana de Viernes Santo!
Esta tampoco se olvidará fácilmente. Me ha tocado trabajar en el periódico. Todo rodado -eso espero a esta hora, que nunca se sabe- y tercer portadazo que vamos a dar después del cuadro de Grosso del Domingo de Ramos y el dibujo del Gran Poder de Javier Jiménez Sánchez-Dalp .
En realidad, quería haber escrito otro artículo bien distinto esta noche. No sé, de la intimidad como sagrario inviolable del alma. O de la necesidad de purificar las adherencias de la piedad popular , ay, esa pasarela de vanidades de los ramos en las puertas cerradas... Del repunte de la religiosidad que habían observado uno estudiosos de la UOC -de hecho, la oración del Papa en San Pedro fue lo más visto en la TDT- y de un artículo de The Economist sobre la manera en que los fieles de diferentes credos viven una calamidad sin poder reunirse y como eso podía redefinir el ministerio como intermediario entre los hombres y la divinidad. Del folclore de las cofradías sevillanas si no hubiera escrito maese Burgos de eso hace la intemerata o de su pálido reflejo, la visión de viajero romántico todavía de las televisiones nacionales... Pero qué va. Se me han cruzado una carta, un chiste y un mensaje y he tenido que cambiar de planes.
Me explico: Carlos me rebotó la carta que el hermano mayor del Gran Poder, Félix Ríos , había publicado el Jueves Santo. Una preciosa misiva en la que sugería aferrarse a la medalla de la hermandad como asidero en tiempos de convulsión. «¿Es que es nueva quizás, la soledad de tantos de nuestros mayores? ¿Es nueva la situación de pobreza y abandono en tantas de nuestras periferias? ¿Lo es la incertidumbre laboral, la duda sobre qué nos deparará el futuro, el nuestro y el de nuestros hijos? ¿Es que es nuevo que siga habiendo quien muere solo, sin que haya nadie que rece tan siquiera un padrenuestro por él? Quizás esta desgraciada pandemia nos haya hecho tomar conciencia, en verdad de una manera tan cruel que no podríamos haber imaginado, de todas esas cruces que hasta ahora mirábamos sin verlas , porque afortunadamente para nosotros, no nos había tocado sentir su peso sobre nuestros hombros; todo lo más, habíamos sido a veces cirineos. Pero ahora las vemos, y nuestra respuesta solo puede ser una: abrazarlas amorosamente , cargarlas como Tú«. Decidí, después de leerla, que tenía que escribir sobre esto.
Pero entonces un chiste de El Roto me movió a cambiar el enfoque. Era un dibujo muy simple: una cruz sobre la que habían claveteado dos maderas cruzadas en aspa y una leyenda al pie: «Cerrado por coronavirus» . Me sublevó que en el momento de mayor sufrimiento colectivo que recordamos -la generación de la Guerra puede sentirse excluida-, justo cuando la cruz ofrece el consuelo de la fe a quienes padecen, pudiera interpretarse nuestra creencia de manera tan frívola, tan falta de tacto , tan descarnada. Y pensé en lo mal que lo hemos hecho los cristianos anunciando la Buena Noticia para que ni el mensaje de la pasión redentora de Cristo haya calado lo más mínimo. Aunque a las mujeres de mi casa -las tres- las haya hecho llorar la predicación de Ignacio Jiménez Sánchez-Dalp en su parroquia de las Flores.
Pero entonces un mensaje me movió a cambiar el enfoque por tercera vez. Era un mensaje de Macarena desde Madrid . Yo le había mandado un recordatorio desde la redacción a media tarde y ella me lo respondió ya de madrugada, agotada después de un día entero trabajando. No encontré mejor respuesta al chiste, a la carta y a mi propia perplejidad de Madrugada atípica que su mensaje. Lo mejor es que me calle y que ustedes lean. Si pueden, sin que se les salten las lágrimas :
«Noche de viernes Santo... mi primera Madrugá como hermana del Silencio . ¡Cuánto he anhelado que llegara este momento!
Yo queria llevar túnica negra de ruan y cargar con una cruz de madera. Soñaba escuchar a mi hermano mayor y responder «está» cuando me nombraran ... Quería arrodillarme ante el Señor en la Catedral, escuchar las saetillas, oler a incienso, rezar, cansarme, emocionarme y llorar.
Noche de Viernes Santo... nada ha sido como planeé; no hay ruan, ni cruz de madera . Tampoco incienso, Catedral ni saetillas... Hay una anciana en agonía, y muchas más asustadas y desconcertadas. Hay 'túnica' de plástico, carreras, llamadas, cansancio ... Hay miedo también.
Nada ha salido según lo planeado, ¿verdad? Pero no creo que nada pueda ser más auténtico que lo que Él ha elegido esta noche , mi primera noche de Madrugada como hermana del Silencio. Está... aquí estoy, Señor . No quiero que estés solo. Te acompaño».
No se me ocurre mejor forma de explicar que el amor del Salvador en la cruz por cada uno de nosotros empuja a entregar la vida por el hermano a imitación de Cristo. Hasta aquí el Jueves Santo, cuando el Señor de las Tres Caídas se acerca a la capilla de la Estrella en la retransmisión televisiva que sigue de fondo en esta Madrugada impresionante como ninguna.
No hay mucho donde ir este Viernes Santo -salvo por el periódico para echarse a la cara el Cachorro y quedarse mudo -, pero aun así, « tengan cuidado ahí fuera «. A Macarena y sus asiladas, mensaje inverso: » Tengan cuidado ahí dentro «.
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