Coronavirus

Diario de Covid-19 / día 20: «Vivir en silencio»

De ese silencio fecundo, de esa mudez de tanta palabrería hueca, nace la compasión hacia el prójimo, porque en el silencio se escucha la queja del hermano, nos resulta audible el lamento del que sufre

En vídeo: silencio sonoro en la Sevilla del coronavirus

Nubes altas sobre el cielo de Triana al amanecer de este jueves 2 de abril M. J. C. G.

Javier Rubio

Hay días que todo gira en torno a una idea que no hay manera de sacudirse. Y todo te va empujando quizá donde no quieres ir porque te resulta doloroso o traumático o exige de ti más de la cuenta. Hace unos días, mi amiga Cristina me sugirió que hablara un día del silencio con estas palabras: «Es genial salir a la terraza y no escuchar nada , más que a la vecina de al lado hablar por el móvil y tender mientras tiene a los chiquillos revoloteando alrededor. Ese silencio es reparador . No escuchas el clásico pitido cuando vas a dormir». Ella también es de las que tiene apagado el televisor todo el día por no escuchar más de lo mismo.

Las asociaciones mentales son muy caprichosas . En el santoral del periódico señalaba este día como de San Hugo . En seguida se me ha venido a la mente la imagen de «San Hugo en el refectorio» que Zurbarán pintó para los cartujos de Santa María de las Cuevas. Hablar de cartujos es hablar del silencio. Hay una película documental, que siempre recomiendo, rodada en la Grande Chartreuse de Grenoble que se llama precisamente así, «El gran silencio» . El único sonido punzante que recuerdo en toda la cinta es el de los botones que el sastre va arrancando del hábito de un monje muerto para guardarlos en una caja hasta que los necesite para otro fraile. En silencio.

Y luego, el amigo Isidro me facilitó un enlace con la grabación del triduo a la Virgen de la Concepción que la hermandad del Silencio ha distribuido ya que los cultos están suspendidos. El oficiante, el director espiritual de la hermandad, habla del dolor, de los siete dolores de la Virgen y la profecía de Simeón , y cómo podíamos compadecernos de quienes estaban soportando el sufrimiento de la epidemia. El vídeo se ilustra con imágenes de la iglesia de San Antonio Abad. En silencio.

Como los padres de unos amigos de la familia, ambos muy mayores, internos en una residencia de ancianos cuyo control ha tomado la Consejería de Salud. Mis hermanos me tranquilizaron diciendo que el matrimonio estaba bien, les habían hecho las pruebas y habían dado negativo por lo que estaba aislados sin salir para nada de su cuarto. Aislados en su confinamiento. Seguro que asustados , hablando muy poco o en silencio.

No estamos hechos al silencio. Pablo D'Ors tiene un librito que yo he regalado mucho -y que recomiendo, claro está- que se titula «Biografía del silencio» en el que explica a la perfección la incapacidad del hombre contemporáneo para quedarse a solas con su silencio. La gran tragedia de la que hablaba Pascal. Hasta que la naturaleza ha hecho que nos callemos todos. Eso tan bucólico de que te despierten los trinos de los pajarillos al ser de día lo estamos viviendo a diario. De vez en cuando, pasa un auto por la calle, pero solo de vez en cuando. El resto del tiempo, silencio . Ni los perros ladran.

Las calles están silenciosas y el trajín cotidiano se ha quedado mudo . Nos vemos a través de las ventanas -miro en frente del cuarto que uso para escribir y en cada una encuentro a una persona sentada a una mesa mirando su pantalla- pero no podemos oírnos. Todo lo que vemos desde detrás de los cristales está en silencio . Nuestras ciudades son ruidosas -¡mucho!- y ahora somos plenamente conscientes de lo molesto que es como fondo en que se desarrolla nuestra vida.

  Luli , que llamó para proponerme escribir algo para nada relacionado con el coronavirus a Dios gracias, me dijo algo que me gustó especialmente. Me dijo que seguía poco la actualidad porque tenía necesidad de hacer silencio en el corazón . Ya sé que esto suena muy monástico, pero es verdad. La primera condición para escuchar es hacer silencio, callar.

En el silencio habla Dios o la conciencia o el imaginario colectivo o como queramos llamar a una realidad que nos trasciende y que solo se manifiesta cuando apartamos nuestros pensamientos de la vana palabrería en que nos movemos de continuo, de nosotros mismos. El requisito fundamental para reflexionar es guardar silencio . Bien, ya que éramos incapaces de conseguirlo, la naturaleza lo ha hecho por nosotros. Todos callados.

Y de ese silencio fecundo, de esa mudez de tanta palabrería hueca, nace la compasión hacia el prójimo. Los que hacen mucho, hablan poco. Porque en el silencio se escucha la queja del hermano, nos resulta audible el lamento del que sufre, que de otro modo hubiéramos ahogado con nuestra propia cháchara banal. De ese silencio meditabundo nace la palabra de consuelo, el verbo que se encarna en los vulnerables , los más pequeños.

Que se expresa a través de las llamadas de teléfono. Porque necesitamos la calidez de las voces amigas , no nos basta con los mensajes sincopados, necesitamos la inflexión de las frases, la ironía que destilan las entonaciones, el énfasis que ponemos en determinadas palabras. También hemos cambiado de contenido. Probablemente, no he hablado nunca de tantas cosas profundas con tanta gente diferente como en estos veinte días . En las conversaciones se mezclan estados de ánimo, sentimientos, miedos, emociones... y también verdades trascendentes, dolor, fe, sufrimiento, valores que creíamos superados como la abnegación, el sacrificio, la solicitud, el ofrecimiento... Todo lo contrario de lo que centraba habitualmente nuestras conversaciones.

Supongo que no desvelo ningún secreto de empresa si digo que los dos portales verticales de ABCdesevilla.es dedicados al Betis y al Sevilla no han estado entre las diez secciones más leídas del periódico en marzo. De repente, la insulsa charla entre partido y partido de fútbol ha cesado y se ha hecho el silencio. Bendito silencio.

No me engaño, como el otro día me preguntaba otra amiga. No soy tan iluso de creer que viviremos en la dulce paz de la cartuja para siempre . Volverán a llenarse de ruido nuestras ciudades, como también de humos. Volveremos a parlotear de futbolistas cuya vida nos importa mucho menos que la de quienes tenemos al lado y con quienes estos días compartimos encierro en el mismo bloque de pisos. Volveremos a la facundia que no permite escuchar ni pensar . Volveremos a vivir en la estridencia. Pero mientras llega ese día, qué bien se vive en silencio.

Ya me callo yo también. Les dejo a solas con su silencio, disfrútenlo. No digo más que la recomendación diaria: « Tengan cuidado ahí fuera «.

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