Coronavirus

Diario de Covid-19 / día 17: «Vida nueva»

Más nos vale aprender a vivir confinados el tiempo que lo estemos que convertir nuestra reclusión en una ansiosa búsqueda por volver a ser lo que fuimos

Javier Rubio

La ministra de Hacienda dijo en rueda de prensa -una de tantas con las que hacemos gárgaras por obligación los periodistas como quien es catador de vino y tiene que escupirlo para no marearse- que había que hacer de todos los días un domingo para detener la propagación del virus. «Todo es posible en domingo» creo recordar que era un programa de la única televisión de entonces que se emitía, como su nombre indica, en las horas vesperales del día del Señor.

Todo es posible en domingo es el título del programa en sesión continua que se está emitiendo en nuestras casas durante estos días de encierro, agravados a partir de ahora como a quien le echan varias condenas perpetuas en vez de solo una. Sin salir de casa y de vacaciones no es precisamente un plan apetecible a primera vista, pero con este Gobierno vamos de sorpresa en sorpresa y lo mismo acabamos dando las gracias por tanta atención a la conciliación familiar.

Pedro Salinas -vivo en su calle, algo se me habrá pegado, digo yo- tiene un poema uno de cuyos versos dice textualmente: «Qué alegría más grande vivir en los pronombres» . Hemos cambiado el verso para que diga exactamente «qué alegría más grande vivir siempre en domingo» y así nos quedamos tan panchos. Lo malo del domingo es que le sigue el lunes y no hay horas más tristes de la semana que esas que anteceden a la cena del domingo, cuando cada quien rumia lo que se le viene encima a la mañana siguiente. Así estamos ahora en nuestro encierro: rumiando la que se nos va a venir encima no mañana exactamente , sino cuando salgamos a la calle. Igual que ahora nos conminan a vivir en un domingo permanente, me malicio que luego vamos a vivir en un lunes perpetuo, como una mala resaca de esta crisis.

Así que haríamos bien en adaptarnos a la nueva vida cuanto antes. Mi párroco sirvió su homilía del domingo de Pasión sobre la resurrección de Lázaro precisamente sobre la vida nueva y la salida del encierro obligado que es toda sepultura. ¿Cómo viviría Lázaro de Betania, el hermano de Marta y María, los días de regalo con que lo obsequió Jesús? ¿Se daría a la juerga y a la bebida o se conservaría justo e intachable? ¿Aprovecharía esos años hasta su segunda muerte haciendo el bien a sus semejantes o se volvió ególatra y soberbio mirando por encima del hombro al resto de los mortales ya que el Señor había hecho la gracia de sacarlo una vez de la tumba?

¿Y cómo emergeremos nosotros mismos de este confinamiento ? ¿Nos volveremos sensibles a las muchas necesidades del prójimo o buscaremos nuestra seguridad a toda costa aunque los demás no tengan donde guarecerse de los chuzos económicos de punta que van a caer? Conviene ir pensando la respuesta individualmente. Tiempo vamos a tener, desde luego.

Más nos vale aprender a vivir confinados que convertir nuestra reclusión en una ansiosa búsqueda por volver a ser lo que fuimos, por usar una expresión de nuestro himno. Esto va para largo y la vida nueva empezó hace 17 días. Hemos hecho muchísimas cosas que antes ni hubiéramos soñado. Y muchas otras que nos quedan por hacer antes de que la pesadilla acabe. De acuerdo, los niños no aprenden igual que en el colegio y el teletrabajo llega a ser insoportable por momentos, pero esa es la vida que nos toca vivir ahora. No se trata de ningún entrenamiento, no estamos calentando por la banda para salir a jugar los minutos que faltan del encuentro como si fuéramos Lázaro resucitado por la misericordia de Dios, sino que estamos en mitad de un partido cuyas reglas nos han cambiado en el descanso. Y mejor para cada uno que seamos conscientes cuanto antes. La mejor manera de evitar la ola es cabalgarla, nunca hacerle frente.

Francisco expresa sus reservas de que vayamos a aprender la enseñanza que nos está mostrando este parón: «Sería como ido que cuando aparezca de nuevo el ruido, que aparecerá, no volvamos a las andadas y a perder otra vez el norte que ahora parece que estamos recuperando. No obstante, no me fío yo mucho de que eso vaya a ser así». El hombre de vida nueva solo surgirá de la tumba económica a la que nos encaminamos si media una decisión individual de cambiar la orientación de la vida personal. No hay otro camino.

Todos los que tienen niños pequeños repiten que sus hijos se lo están pasando en grande, para ellos sí que todos los días son domingo, bien cerquita de sus papis inventando distracciones en familia. Que más pueden pedir: no van al cole pero tienen a tiempo completo a sus padres y sus hermanos para pasarlo en grande. «Ni un capricho, ni una mala cara, lo están llevando estupendamente», me decía Juan con el asombro de quien suponía que iba a ser más duro tener los niños encerrados en casa todo el día.

A lo mejor es que la nueva vida, en la que nos ocupamos de la familia y le dedicamos tiempo y empleamos nuestras energías en que la cosa fluya, ha empezado de verdad y seguimos sin darnos cuenta. Mi sobrina María me dio la inspiración cuando envió una foto suya trenzando una palma de Domingo de Ramos.

Labores de rizado de palmas en casa para preparar el Domingo de Ramos M. G. R

Tuve la ocurrencia entonces, a modo de experimento social, de preguntar en dos de mis grupos más activos qué habían hecho,en este tiempo, de nuevo o que no hicieran de modo habitual. Me vi desbordado por las respuestas. Espigo las más llamativas: juegos de mesa en familia que parecían olvidados, incluidos Cluedo, Trivial y Pictionary; disfraces de todos los tamaños -«de hecho, la bolsa grande de disfraces la tenemos en el salón» en modo autoservicio, supongo-; pintar mandalas juntos lo mismo que pintar paredes -niños y grandes, se entiende- por separado; rezar el rosario por las tardes como hacían nuestras abuelas; saludar a los vecinos y hablar de balcón a balcón cada día a las ocho; tablas de ejercicios gimnásticos de variada condición y esfuerzo; vídeollamadas a tutiplén con familiares, con amigos, con compañeros, del trabajo, de asueto, para entrevistas laborales, para charlar con una cervecita... ; raparse , en especial los jóvenes todavía no se sabe muy bien por qué; potrear en las camas, sofás y demás mobiliario de la casa que para eso está; presentar a los hijos en fotos, vídeos o llamadas a conocidos de fuera; no reñir a los niños; repasar vídeos del deporte favorito con décadas de antigüedad; repasar vídeos del pregón favorito con décadas de antigüedad; seguir la misa por la tele como hacen las abuelas; llevar un diario fotográfico familiar de las rutinas que va plasmando una montaña rusa de emociones; disfrutar de conciertos espontáneos de los vecinos; ofrecer conciertos espontáneos a los vecinos; bricolajes con todas las herramientas de cuya existencia nunca habíamos sabido; tocar los instrumentos después de limpiarles el polvo de décadas acumulado; ayudar a confeccionar mascarillas con telas y filtro TNT; comer y cenar todos a la vez; bendecir la mesa antes de empezar; ver el telediario juntos y enseñarse unos a otros cosas que desconocían; limpiar baños; leer en la azotea; podar y limpiar de malas hierbas el jardín; crear una página web ; chocolatada con panqueques; fundir el ordenador portátil para que el trabajo saliera adelante; desesperarse con la conexión wifi casera; tapear sin salir de casa; repasar álbumes de fotos antiguas, como del Pleistoceno; estar solos -pero solos, sin hijos ni nietos- tantos días seguidos después de ocho años de noviazgo y 47 de matrimonio.

Arroz con leche casero J. L . R.

Y cocinar mucho . Los más clásicos, arroz con leche o arroz con ibérico. En casa, hemos entrado en otra fase: tarta de zanahorias sin azúcar pero con muchos ingredientes de los que solo me acuerdo de los anacardos; falafel libanés con ajonjolí y cúrcuma y más cosas de las que tampoco me acuerdo; y mantequilla ayurvédica que suena a hindú pero allí las vacas son sagradas y no tengo ni idea cómo se hace.

Yo mismo he hecho cosas que antes ni hubiera imaginado: he practicado yoga con mi hija Marta en el salón con unas pintas que eran notables incluso para mi -digamos- informal manera de vestir en casa. El primer día le cogimos gusto, el segundo confirmamos la primera impresión pero el tercero nos envalentonamos y ella se pasó media clase haciendo el pino mientras yo la contemplaba, miraba el televisor y suspiraba sin ocurrírseme ni intentarlo. Para la siguiente sesión volvimos al nivel de aprendices. Pardillos, más bien.

La respuesta más original me la sirvieron por la mañana bien temprano como un pie de foto de una obra importante de Susillo en Sevilla: «Ha sido extraño pero no feo. Hasta emocionante. Solos en el cementerio, esperando las cenizas delante del Cristo de las Mieles , en el funeral... Los renglones torcidos de Dios».

El Cristo de las Mieles del cementerio, ayer domingo A. R.

Qué de cosas. Unas disparatadas, otras pasajeras, la mayoría para olvidar. Pero ente ese aluvión de iniciativas, siempre hay sitio para las que de verdad cambian la vida. No pongo ni una coma:   emocionarme mucho, muchas veces; hablar con mis padres todos los días; no discutir con mi mujer/mi marido; tener y sentir miedo ; cuidar los unos de los otros; entristecernos juntos con las noticias; saludar de corazón sin hipocresías; irritarme con los telediarios; interesarme por clientes, compañeros y conocidos por los que normalmente no sentiría la más misma preocupación.

En resumen: «Hay tantas cosas extraordinarias por descubrir... Pero si quieres resumirla en una, ésta: escuchar a tu familia, a la gente que te rodea, y no tanto escucharte tú mismo». Amén.

¿Ves? Tu nueva vida ya ha comenzado. Pero no olvides lo más importante de la vieja: « Tengan cuidado ahí fuera ».

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