La gran transformación

Cómo cambió Sevilla bajo el mandato del alcalde Manuel del Valle

El alcalde fallecido fue el artífice, durante sus dos mandatos de 1983 a 1991, de la gran transformación que vivió la ciudad que estaba preparándose para la Expo92

El alcalde Manuel del Valle señalando a lo lejos en una obra en 1988 con Emilio Molina ABC

Javier Rubio

El archivo de fotos de ABC guarda una carpeta de Manuel del Valle visitando obras , uno de los sobres más abultados de la caja. El que fuera alcalde de Sevilla entre 1983 y 1991, fallecido este jueves , posa en infinidad de tajos, con los zapatos polvorientos pero sin renunciar al traje y la corbata , aquí y allí en la ciudad: en los terrenos de la isla de la Cartuja , en la ronda del Tamarguillo , en los pilares del puente del Centenario , en la estación de Santa Justa, delante de los depósitos de Catalana de Gas en el Tiro de Línea, en el pabellón de deportes de San Pablo , en la depuradora de San Jerónimo , en la Casa de la Moneda o en la calle Torneo , echando abajo la tapia con una carga simbólica para la ciudad sólo un paso por detrás de la que tuvo el derribo del muro para Berlín.

Manuel del Valle fue el Moisés del socialismo sevillano , que condujo a la ciudadanía a la tierra prometida de la Exposición Universal pero no pudo poner un pie en ella porque el partido en el que militó toda su vida y al que consagró sus anhelos decretó su muerte política en las municipales de 1991. Su mandato –hasta que su lealtad a Alfonso Guerra le costó la candidatura– desde 1983 hasta 1991 conoció la mayor transformación de la ciudad desde los tiempos de García de Vinuesa como alcalde en el siglo XIX , cuando se derribó la cerca almohade en cuyo interior se había desarrollado Sevilla durante centurias.

Del Valle se rodeó de un grupo de colaboradores en el Ayuntamiento, con el físico Francisco Moreno siempre guardándole las espaldas , con el que desplegó una actividad frenética en el plano urbanístico. Primero Francisco Barrionuevo y luego Isidoro Beneroso fueron sus alfiles en la adecuación de la ciudad para el certamen universal que vagamente se relacionaba con la Exposición Iberoamericana de 1929. Emilio Molina Lamothe, como gerente de Urbanismo , fue el encargado de preparar el terreno para las grandes avenidas, los puentes y el PGOU de 1987 con el que la ciudad ponía en hora su reloj.

La arquitectura financiera la proveyó José Vallés , al que nunca abandonó el aire profesoral de su Facultad de Económicas. A través de una sociedad instrumental, Infraestructuras y Equipamientos Hispalenses (Infehsa) creada ad hoc, logró movilizar los créditos necesarios para las grandes inversiones. Luego, el remanente de esa sociedad se empleó en el estadio de la Cartuja, pero esa es ya otra historia.

Convenios

El primer mandato de Del Valle de 1983 a 1987 sentó las bases de la gran transformación que se abordaría en el segundo mandato, de 1987 a 1991. Sólo que la irrupción de la personalista candidatura de Alejandro Rojas-Marcos por el Partido Andalucista desequilibró el mapa político hispalense y acabó con la cómoda mayoría absoluta con que Del Valle había gobernado los cuatro años anteriores.

Llegó el momento de hacer política. El alcalde maniobró con inteligencia atrayéndose a su exigua mayoría relativa el voto decisivo de Adolfo Cuéllar Contreras, el histórico abogado del Proceso 1.001 en el Tribunal de Orden Público contra las Comisiones Obreras, que Izquierda Unida había presentado como cabeza de cartel electoral. Esa jugada maestra le permitió sacar adelante los grandes proyectos que la ciudad necesitaba para llegar a tiempo a la celebración de la Expo92.

La oposición de PA y PP forzó una comisión tripartita con la Junta de Andalucía de José Rodríguez de la Borbolla en que se tomaban las grandes decisiones que afectaban a la planificación urbanística de la ciudad.

Por allí pasaron los dos convenios con el Ministerio de Obras Públicas que cambiaron la faz de Sevilla. El de la Red Arterial Ferroviaria de 1987 por un importe de 18.000 millones de pesetas (108 millones de euros constantes) que luego hubo que ampliar en 1990 a 28.000 millones de pesetas. Ese convenio estableció la edificación de una única estación central de viajeros en el antiguo prado de Santa Justa, de cuyo proyecto arquitectónico se encargaron Antonio Cruz y Antonio Ortiz , y la desaparición de lo que se llamó entonces el dogal ferroviario que había secuestrado la orilla del río desde el patín de las Damas (más o menos donde está el actual puente de la Barqueta) hasta Chapina . El derribo de la tapia de la calle Torneo fue el momento decisivo en el que los sevillanos empezaron a percibir lo que estaba tomando cuerpo al otro lado del río en la isla de la Cartuja.

El otro convenio fundamental para el diseño de la ciudad que hoy vivimos fue el de la Red Arterial Viaria de 1986 con firma del ministro Sáenz Cosculluela , el consejero del ramo Jaime Montaner y el alcalde Del Valle. Ese acuerdo permitió repartir el coste y la ejecución de las obras que debían ponerse en marcha para que Sevilla estuviera lista.

Carreteras

De ahí nacieron la SE-30 como carretera de circunvalación , primero con dos carriles por sentido luego ampliados a tres; los puentes de Chapina, de las Delicias y del Centenario además del viaducto del Alamillo con el doble puente a cargo del MOPU y la Junta de Andalucía; la ronda del Tamarguillo y la ronda intermedia Los Remedios-María Auxiliadora que cambiaron la manera de moverse por la ciudad por muchos años; la recuperación del cauce por Chapina eliminando el tapón ; la reordenación de la entrada a Sevilla por la A-49 ; la ronda supranorte que conectaba el aeropuerto con la isla de la Cartuja y las pasarelas de la Cartuja y la Barqueta , que corrían a cargo de la Expo92.

Para ello fue necesario dotar a la ciudad del marco jurídico de planificación acorde con todos los cambios que se aproximaba. Eso fue el PGOU de 1987, el plan que consagró la Expo92 como «hecho exógeno» a la ciudad para que los organizadores del certamen pudieran tener carta blanca a la hora de su ordenación.

Toda la ingente transformación de la ciudad en tiempos de Manuel del Valle tuvo, sin embargo, un lunar que no puede obviarse: obligado por el partido, nada más acceder a la Alcaldía tuvo que renunciar a las obras del Metro con una campaña de publicidad cuyo lema todavía se recuerda: «Un túnel sin salida» .

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