Colección gráfica de ABC: jura de bandera en el Prado de San Sebastián
El Rey Alfonso XIII presidió el acto castrense desde una tribuna donde hoy está el surtidor de gasolina en la esquina de Palos de la Frontera
Hace un siglo, el Prado de San Sebastián era muy diferente al que hoy conocemos: en 1910, fecha de esta imagen, no se había emplazado todavía la estatua del Cid Campeador ni se había construido el Casino de la Exposición ni se había instalado la Fuente de las Cuatro Estaciones que sustituyó a la pasarela de hierro forjado que dio nombre al lugar mucho más allá de su eliminación.
Eso sí, todo cuanto se aprecia en la fotografía de la Colección Gráfica de ABC permanece invariable: la esquina suroeste de la antigua fábrica de tabacos, hoy rectorado de la Universidad de Sevilla. En el lugar que ocupa la tribuna de autoridades , existe en la actualidad -desde mediados del siglo pasado- un surtidor de gasolina, en la misma esquina de la calle Palos de la Frontera.
En la fotografía, se ve al Rey Alfonso XIII presidiendo la jura de banderas de los reclutas el miércoles 9 de marzo de 1910. Está a caballo a la derecha del estrado en el que está la Reina Victoria Eugenia además de los príncipes japoneses a los que se agasajaba en Sevilla. El príncipe Fushimi , huésped de honor de los Reyes, había acudido a una función en el teatro Cervantes el día anterior, después de visitar la Catedral y la Casa de Pilatos y dar un paseo en carruaje por las Delicias, antes de que se hubiera trazado el paseo de la Palmera.
La instantánea recoge el momento en que las tropas desfilan en formación ante el Rey, después de la misa de campaña. Los regimientos desfilaron por el siguiente orden: Soria, Granada, ingenieros y los reclutas de Artillería, Caballería y Administración Militar, y fuerzas montadas de Artillería. Cerraron la parada los Lanceros, que desfilaron a galope largo.
La crónica de ABC del 10 de marzo de 1910 daba cuenta de este acto bajo el epígrafe de «La Corte en Sevilla» : «Ha resultado muy brillante, contribuyendo a su esplendor la presencia de todas las atoridades y un gentío enorme, que no ha cesado de vitorear al Rey. No ocurrió el menor incidente».
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