Circunnavegación del mundo: el trágico banquete del Cebú
La traición del rey de Cebú se llevó a cabo el 1 de mayo de 1521. Mueren o quedan retenidos por los nativos 25 tripulantes
En el funesto 27 de abril de 1521, pierden la vida junto a Magallanes, seis hombres. De la nao Trinidad, los sobresalientes Cristóbal Ravelo y Pedro Gómez, el marinero Francisco de Espinosa, y el grumete Antón de Noya. De la Concepción, el sobresaliente Juan de Torres, y de la Victoria, el sobresaliente Rodrigo Nieto. Dos hombres heridos en la refriega, mueren poco después a consecuencia de las lesiones recibidas: el día 29, el sobresaliente Antón de Escobar de la Concepción, y el domingo 1 de septiembre, el lombardero Filiberto.
Desaparecido Magallanes, todos los oficiales de la armada deciden unánimemente dar el mando de la expedición a dos hombres: al portugués Duarte Barbosa y al sevillano Juan Serrano. Resueltos los castellanos a vengar a Magallanes, posponen la acción bélica unos días, para dar tiempo a que los hombres heridos en la batalla anterior, curen sus lesiones y repongan fuerzas. Jornadas que son aprovechados por el resto de los tripulantes, para reembarcar en las naves las mercancías depositadas en un pequeño almacén que les había cedido el rey de Cebú, ya que la idea de los nuevos capitanes era la de continuar el viaje inmediatamente después de haber llevado a cabo la venganza. Con ello, no solamente pretenden lavar la afrenta recibida, sino que además quieren dejar la autoridad de Humabón firmemente arraigada, lo cual era fundamental para que las naves castellanas que presumiblemente vendrían después de ellos, tuvieran una buena acogida, y un fácil y rentable comercio con los nativos de Cebú.
Pero la voluntad de Humabón sufre un cambio radical. Los hechos posteriores nos dicen que pasa de ser un decidido colaborador de los castellanos, a traicionarles mezquinamente en su propio pueblo. Fuera la causa que fuera, el hecho es que Humabón, resuelto a acabar con los españoles, envía un mensajero a las naves, anunciándoles que les quiere entregar unas piedras preciosas destinadas al rey de España, y que quería solemnizar la donación, con un banquete en honor de los principales de la armada.
Cuando se recibe este mensaje en la nao Trinidad, Barbosa convoca a los demás oficiales de la armada, para pedirles su parecer sobre la conveniencia de ir todos a tierra. Serrano, al que Maximiliano Transilvano califica como hombre de bien y muy valiente, expuso en la reunión «que le parecía temeridad salir de las Naos, adonde el Rey Christiano podía enviar la joya… y que sería bien detenerse, para descubrir mejor si había algún engaño». Sin embargo, Duarte le contesta «que estaba determinado de ir, que le siguiesen los que quisiesen, y que si Juan Serrano, de miedo se quería quedar, lo hiciese en buena hora». Serrano, orgulloso marino español, se siente afrentado por las palabras de Barbosa, por lo que antepone su arrogancia a la prudencia, y decidido a demostrar que no era miedo lo que le mueve a expresar su desconfianza hacia el rey de Cebú, acepta acudir al banquete.
Mafra nos cuenta con todo lujo de detalles, cómo llevó a cabo la traición el rey de Cebú:
«Y venido el día del banquete nuestra gente saltó en tierra, que serían por todo cincuenta y tres hombres. La mesa estaba puesta debajo de unas palmas de coco, y luego pusieron mucha comida y vino de palma, los nuestros comían más con descuido que con recelo. Ya que la comida se acababa, salieron de la palmar gente armada y dan en los convidados y por escote mataron treinta y siete, y cautivaron al clérigo que había quedado y a Juan Serrano, piloto, que era hombre viejo. Otros, aunque fueron pocos, se fueron a nado a los navíos y con la ayuda de los que en ellos estaban cortaron los cables y se hicieron a la vela».
Cuando aún las naves se mantenían a corta distancia de la playa escenario de la tragedia, un fuerte rumor alerta a los españoles, y este no era otro sino la euforia y el griterío de un numeroso grupo de nativos que traían preso al capitán Juan Serrano, «vimos entonces como conducían hasta la orilla del mar a Juan Serrano, herido y agarrotado. Rogó que no disparásemos más, porque le asesinarían».
«Hablóse en el rescate y pidieron por él un tiro de hierro, que es lo que más a ellos les espanta, el cual luego se le enviaron en un batel, lo cual visto por los indios pidieron más, y así como concedían los nuestros en ello, añadían ellos a pedir más, hasta que conocida su intención los de las naos no quisieron más allí estar, y dijeron a Juan Serrano que bien veía lo que pasaba, que aquello que decían era fingido, que se quedase con Dios y les perdonase. El viejo con lágrimas les rogó que, pues que no le rescataban, que no hiciesen mal con los tiros en el pueblo, y así lo hicieron y con esto salieron de aquel puerto, el resto de los nuestros con tres naves muy buenas».
La traición del rey de Cebú se llevó a cabo el día 1 de mayo de 1521 y de ella sabemos, por los documentos emitido posteriormente por las autoridades españolas, que mueren o quedan retenidos por los nativos 25 tripulantes. Desconocemos la suerte del clérigo Pedro de Valderrama, ya que lo único que sabemos es que fue sacado del banquete por los indígenas, y del esclavo Enrique de Malaca, nos dice Pigafetta, que se pasó por su voluntad a los isleños.