PREMIOS GOYA

Celia Rico, directora de «Viaje al cuarto de una madre»: «El verdadero gesto de amor es dejar volar a los hijos»

Celia Rico es la directora de «Viaje al cuarto de una madre», que ha tenido cuatro nominaciones a los premios Goya 2019

Celia Rico, directora de cine y guionista M. J. López Olmedo
María Jesús Pereira

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La directora de cine y guionista Celia Rico Clavellino (Constantina, 1982) estudió en la capital andaluza Comunicación Audiovisual y poco después se marchó con una beca Séneca a estudiar a Barcelona, donde vive desde hace 15 años. En 2017 rodó en su pueblo natal su ópera prima, el largometraje «Viaje al cuarto de una madre» , una película intimista con cuatro nominaciones a los Goya 2019: mejor directora novel, mejor actriz protagonista (Lola Dueñas), mejor actriz de reparto (Anna Castilla) y mejor montaje (el también sevillano Fernando Franco). Finalmente no se ha llevado el Goya a la mejor directora novel, pero para ella es lo de menos: «¡Pero si yo no imaginé nunca llegar a los premios Goya! Para mí estar nominada ya es un premio. Lo importante es que dará visibilidad a la película y que vuelva a estar en los cines», dice con humildad esta cineasta de cine de 36 años, cuya película ya ha sido reconocida en el Festival de Cine de San Sebastián y en los premios Feroz y Gaudí.

Su ópera primara, el largometraje «Viaje al cuarto de una madre», ha tenido un presupuesto de 900.000 euros. ¿Tuvo problemas para financiarla?

Necesité un par de años, no demasiado. Busqué financiación al mismo tiempo que escribía el guión. Es una coproducción española-francesa, en la que participan Amorós Producciones, Arcadia Motion Pictures, Canal Sur Televisión, Noodles Production, Pecado Films, Sisifo Films AIE y Televisión Española (TVE), y tiene ayudas de la Junta de Andalucía yla Generalitat.

¿Cómo logró fichar a Lola Dueñas y Anna Castilla para una película de autor de bajo presupuesto dirigida por una directora novel?

A Anna Castillo le hicimos un casting cuando estaba a punto de estrenar «El olivo» y a Lola Dueña le mandamos el guión. Nos reunimos, hubo sintonía y las cosas llegaron a buen puerto.

Ha rodado su ópera prima en Constantina, donde aún reside su familia. ¿Por qué eligió ese lugar para el rodaje?

Por varios motivos, pero sobre todo porque Lola Dueñas tenía que aprender a coser para construir su personaje y yo le pedí a mi madre, que es costurera, que le enseñara. Eso nos obligaba a ir al pueblo para visitar el cuarto de costura de mi madre. Por otra lado, como es la historia de dos personajes que viven en un pueblo, parecía interesante poder rodar allí la película, aunque Constantina no aparece en la película. ¿Para qué elegir otro pueblo teniendo el mío? Me apetecía que todo el equipo y las actrices conocieran el lugar de donde yo soy y del que me fui un día porque, en cierto modo, tenía una relación con la película. Les invité a sentarse en la mesa camilla porque mucha gente del equipo no la conocían porque son de Madrid.

Celia Rico M. J. Olmedo

¿Y el invento de la mesa camilla gustó?

Sí, decían que se estaba muy calentito allí dentro (risas). Rodamos la película en la casa de un tío de mi madre y muchas de las escenas ocurren en el salón, donde hay una mesa camilla y las protagonistas pasan mucho tiempo. La mesa camilla estaba encendida siempre y eso les ayudó porque esos personajes estaban ancladas a su propio universo dentro de casa y a la hija la cuesta mucho separarse de su madre. Ese calor que te da la mesa camilla, que te quedas atrapado y no tienes ganas de ir a ningún sitio, salvo quedarte en el sofá, esa sensación física, les ayudó mucho a construir sus personajes.

¿Aprendió a coser Lola Dueñas?

Sí, estuvo dos meses cosiendo con mi madre cada día. Aprendió a coser tan bien que mi hermana, cuando vio la película, dijo: ¡Uy, cose como mamá! Mi madre lleva cosiendo desde los 16 años y que Lola Dueña logre en dos meses parecer una costurera de toda la vida, dice mucho de lo gran profesional que es.

¿Por qué aborda en su película el síndrome del nido vacío? ¿A su madre le costó dejarle volar?

Ja ja. Que va, mis padres nunca me cortaron las alas. Al contrario, siempre me animaron a salir y hacer lo que quería. Yo esta película la escribí pensando que, como hija, es difícil que yo pueda conocer a mis padres sin que ejerzan el rol de padres. Yo siempre que voy a verlos me recogen en el aeropuerto, me quedo en su casa, me preparan la comida, están pendientes de mí, están cuidándome... ejerciendo el rol de padres que nunca desaparece. Pensaba que nunca sabría quiénes son ellos cuando no son padres, de la misma manera que ellos sólo me ven como su hija. El verdadero gesto de amor es dejar volar a los hijos, el dejar marchar a los seres queridos, porque es de lo más doloroso pero sabes que tienes que hacerlo por el bien del otro y de uno mismo. Cuando se deja volar a los hijos no sólo hay el temor a que se estrellen, sino también el miedo a quedarse solo y a pensar en uno mismo, a conectarse con los deseos... Si a ello le sumamos que esta sociedad ha delegado en la mujer el cuidado de muchas personas, ha provocado que muchas de ellas dejen de pensar en ellas mismas.

Los dos temas que ha elegido para su primer corto y su primer largometraje son introspecciones en el mundo de la mujer. ¿Es arriesgado, teniendo en cuenta que se sale lo que es el cine comercial?

Es una apuesta personal que hago. Sé que hay otros cines que dan más dinero y que parece que interesan más pero a mí me gusta el cine que hago porque me permite reflexionar sobre nuestros deseos, el cariño, lo que nos pasa... detener el tiempo y poner atención en las pequeñas cosas.

¿Qué otros temas sobre la mujer le gustaría abordar en próximas películas?

Las contradicciones del ser humano, las dudas a la hora de tomar decisiones, los gestos que esconden las emociones...

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