Carmona: rutilante lucero de Andalucía y Europa
La localidad sevillana ofrece al visitante un extenso patrimonio histórico con una vasta riqueza monumental que se erige desde su pasado romano hasta la actualidad
A pocos minutos de la ciudad de Sevilla, casi persiguiendo el trazo vetusto de la arcaica Vía Augusta , el viajero se topa de bruces con la enormidad monumental de la localidad de Carmona . Varias veces milenaria (con sus cinco mil años es uno de los asentamientos humanos más antiguos de Europa), está situada a 235 metros de altitud sobre el nivel del mar, en uno de los puntos más altos de la comarca de Los Alcores, desde el que se observa la inmensa calma de la vega de forma privilegiada, como lo hicieron los primeros colonizadores.
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No es casualidad que cada año paseen por sus calles decenas de miles de personas , cifra que no para de aumentar en cada balance de ejercicio turístico, y es que Carmona ofrece al ocasional viajero un valor de conjunto en el que la riqueza monumental y el atractivo popular, la manifestación histórica y la diversidad etnográfica , se conjugan en armoniosa prestancia.
En la fresca tregua de las mañanas veraniegas, Carmona brinda la ocasión de deambular por los innumerables vestigios de su pasado romano . Un pasado que manifiesta a golpe de estampa porqué la Carmo romana fue una de las niñas bonitas del vasto imperio, y si bien es conocido que «Roma no paga traidores» , la metrópolis mostró su inequívoca predilección por el paradisíaco enclave del bajo Guadalquivir dotando de la capacidad de acuñar su propia moneda .
Sin lugar a dudas es la asombrosa Necrópolis romana, excavada por el célebre George Bonsor y cuya apertura en 1885 marcó el primer yacimiento arqueológico que abrió sus puertas en España, uno de los puntos de obligada asistencia. Pero no el único. Cuando el sol comienza a imprimir su caluroso yugo, el visitante puede buscar la sombra del casco antiguo y dejando atrás la Puerta de Sevilla, perderse entre la blanca cal de sus añejos barrios sin dejar de asistir a un festival arquitectónico único .
Un rincón para el amor
Para los amantes de la arquitectura religiosa , es paso obligado la ermita mudéjar de San Mateo o el majestuoso barroco de la Iglesia del Divino Salvador, sin olvidar las iglesias de Santiago, San Blas, San Felipe, San Pedro, San Bartolomé, y los conventos de Santa Clara, Concepción y Madre de Dios. En cuanto a la civil, el viajero verá recompensados sus pasos ante las fachadas de innumerables casas palaciegas , la estremecedora estampa del Anfiteatro , o la regia presencia de un T eatro Cerezo cuyo titular regaló a la ciudad como prenda amorosa incuestionable.
La ciudad recibe con los brazos abiertos a curiosos y románticos. Porque Carmona bien merece una noche de bodas . La idea no es nada nueva pero sí inmensamente efectiva. Ya lo supo Carlos V quien, tras contraer nupcias con Isabel de Portugal en el Alcázar de Sevilla, ordenó la parada y fonda del real cortejo en la ciudad, primer hito de la monárquica luna de miel .
Otra personalidad histórica, no de real abolengo, aunque sí investida con la nobleza de su excelencia artística, escogió Carmona como inconfesable refugio. Fue la bailarina y coreógrafa alemana Pina Bausch , quien fijó aquí su invariable escondite secreto junto a su marido, el poeta chileno Ronald Kay , con el que se escapó cada año hasta el final de sus días para alejarse del mundanal ruido entre la complicidad de sus temporales convecinos.
La gastronomía es otro de los grandes atractivos de Carmona, con una oferta variopinta de espacios en los que se manifiesta su especial gusto por la cocina tradicional andaluza. En la fresca noche de los veladores, en bares y restaurantes, confluyen los afortunados carmonenses, como disimulando su fortuna, para participar de la celebración de la vida .
Y ya en septiembre, con el verano expirando sus últimos rigores, la ciudad huele a Virgen de Gracia y fiestas patronales . Los días van acortando sus horas sin renunciar al inmenso azul de su cielo y sin dejar de surtir una luz que a los impresionados ojos del rey Fernando III el Santo, causaron tal impresión a primera vista que dejó dicho para la Historia: «Como el lucero luce en la aurora, así en Andalucía Carmona».