Delitos sexuales
Las cárceles de Sevilla custodian 156 depredadores sexuales
La tercera parte cumple condena por abusos o agresiones a menores; Reciben una terapia especial orientada a que no reincidan en estas conductas
La alarma social contra los depredadores sexuales ha crecido en los últimos tiempos. Sobre todo desde que se conoció la sentencia de La Manada por la violación grupal de una joven en los Sanfermines de Pamplona y también desde que se han conocido los datos del importante aumento de los delitos contra la libertad sexual en los últimos tiempos. Pero ¿cual es realmente la población reclusa que hay en Sevilla penando por este tipo de conductas?
Según los últimos datos facilitados por el Ministerio de Interior, con fecha del pasado 25 de mayo, eran un total de 156 los presos que había en las cárceles sevillanas por haber cometido algún tipo de estos delitos. D el total de esos 156, que pueden suponer aproximadamente un ocho por ciento de los algo más de 2.000 reclusos que cumplen condena en estos centros penitenciarios, hay un dato que llama la atención:52 de ellos están presos por haber cometido abusos o agresiones sexuales contra menores. En cuanto al resto, 58 cumplen condena por agresión sexual y 46 lo hacen por abusos sexuales.
La conducta
Sin embargo, pese a que se trata de delitos muy delicados y que generan mucho rechazo social, las cárceles no hacen distinción en el trato que dan a estos penados del resto de presos comunes. « Se aplica con ellos la norma general a no ser que exista un problema especial» aseguran fuentes penitenciarias.
Esto es, los reclusos tienen el mismo régimen de vida en prisión que el resto de sus compañeros y tampoco están aislado del resto.A no ser que surja un problema de una conducta inadecuada como podría ocurrir con cualquiera de los demás. «Su régimen depende siempre de su conducta, como todos los demás» , recalcan.
Atrás quedó ya esa «subcultura» de que estos presos viven aislado de los demás y de que son víctimas del rechazo. Porque, además como insisten tanto desde Instituciones Penitenciarias como desde los sindicatos, normalmente el resto de reclusos no sabe cuál es el motivo de su internamiento. Es decir, no suelen saber que un preso está cumpliendo condena por una violación o cualquier otro tipo de abuso sexual.
Lejos quedan ya los tiempos en los que se producían agresiones contra este tipo de presos y en los que estaban «muy mal vistos»por el resto de compañeros. «Antes había una especie de código dentro de la prisión y el interno pensaba que la violada era su hermana. Por eso había que tenerlos separados. Pero hoy en día es raro que se produzca una pelea de internos por esos motivos», dicen desde el sindicato Acaip reconociendo que eso ya sólo ocurre cuando se trata de un asunto muy mediático.
De hecho, según insisten desde las prisiones, sólo cuando hay un caso «muy mediático» o que genere una especial alarma social se actúa de forma diferente con estos penados. En lo que si inciden es en que, cualquier interno para conseguir un beneficio tiene que cumplir con el programa específico que hay para ellos. Y, en el caso de los presos por delitos sexuales existen unos protocolos y unos tratamientos especiales.
Se trata de un tratamiento que se realiza en los centros penitenciarios desde el año 1998 denominado «El control de la agresión sexual: programa de intervención en el medio penitenciario». Con él, se pretende aumentar las probabilidades de no reincidencia en el delito , favorecer el análisis de las propias actividades delictivas y mejorar las capacidades de relación personal.
Se trata de una intervención psicoterapéutica larga que se desarrolla en grupos y que se estructura en dos bloques que inciden sobre todo en dos cuestiones:la toma de conciencia de lo que han hecho anteriormente y el control de la conducta. De esta manera, el programa intenta que estos delincuentes tomen conciencia de las emociones y conductas que encaminan hacia un comportamiento violento, para que disminuya la resistencia hacia la admisión del propio comportamiento criminal. Luego, se analiza la propia conducta delictiva y se enseñan y entrenan habilidades dirigidas a la toma de control para insistir en la prevención de posibles nuevos comportamientos sexuales inadecuados y violentos.
Se trata de programas que, en cualquier caso siempre son obligatorios para este tipo de reclusos. «Si no los hacen no pueden conseguir beneficios penitenciarios» , insisten las fuentes de las prisiones que recuerdan la idea de fomento de la reinserción es siempre el objetivo principal de estos programas.
El sindicato de prisiones, Acaip, también insiste en que actualmente no se da un trato distinto a otros presos y que conviven con el resto de la población reclusa «como uno más» . Suelen pasar «desapercibidos» ya que, como recalcan, sus compañeros no suelen saber el motivo de la pena.
Además Acaip recalca que no suelen ser un tipo de reclusos que generen problemas. Y en que, pese a que se trata de delitos «graves» y que pueden resultar «difíciles» para acabar con esa «anomalía», estos programas siempre están orientados «hacia la futura reinserción» de estos internos. Aunque también admiten que a la hora de concederle un beneficio penitenciario siempre se es más estricto con ellos que con el resto. Por eso se le deniegan más permisos que al resto de presos . Aunque la decisión final la tiene la Justicia, en este caso, el juez de vigilancia penitenciaria.