ES CARDIÓLOGA Y LO CONOCIÓ HACE AÑOS EN LONDRES

El calvario de una joven que quiere sacar a su amigo de Siria

Dice que se hace cargo de él y de su familia pero que no hay manera legal de que salgan del campo de refugiados

Ana en Londres con unos amigos. Salah es el que está a su izquierda ABC

AMALIA F.LÉRIDA

«Si yo me hago cargo de ellos no entiendo por qué hay que obligarles a que se jueguen la vida en la frontera» . Son palabras de Ana López, una cardióloga sevillana con corazón que trabaja en el hospital Juan Ramón Jiménez de Huelva y que está moviendo cielo y tierra para traerse a esta ciudad a un amigo suyo que conoció en Londres cuando ella tenía 17 años, hace doce, y que ahora está en un campo de refugiados de Siria en la frontera con Turquía con su mujer y su pequeña de apenas dos meses.

Para muchos de nosotros que millones de personas traten de huir de la guerra buscando un lugar digno y seguro donde vivir es un tema muy lejano pero Ana lo vive con intensidad y amargura porque, desde que conoció a Salaheddin Darwich , que es su nombre completo, no han perdido el contacto con él.

Ana se fue a Londres para aprender inglés y acabó de camarera en un bar. Salah con diez años más que ella había llegado en un barco de pesca y trabajaba en un restaurante de comida árabe para ganar dinero y enviárselo a su familia.

Hicieron buenas migas y se cimentó una amistad que ahora demuestra la cardióloga con su lucha por sacarlo del país en guerra.

Tras acabar su estancia en Inglaterra, Salah siguió su vida en Siria. Se casó y conoció el conflicto armado que tomó las calles de su país .

Entonces, Ana intentó hablar con él y, como no pudo, contactó con amigos suyos que le contaban lo que sabían hasta que logró ponerse en contacto con Salah directamente por audio de Whatsapp.

Ahora viven en un campamento de refugiados. Le quitaron la casa, el coche, tierras y, aunque le quedaban ahorros en el banco de cuando estuvo trabajando en Londres, el problema era que ya no podían salir de Siria.

La doctora relata que hace unos meses, Salah y su esposa, por entonces en avanzado estado de gestación, lograron desplazarse a un lugar más seguro, cerca de Turquía. «Desde allí me mandó un audio en el que me comentaba que estaban bien, que se encontraban en una zona relativamente segura y que pretendían escapar a Europa, aunque quería esperar a que su mujer diera a luz».

Salah quería cruzar de Siria a Turquía, ya que luego allí había gente que pasaba a Grecia, Macedonia y otros países de Europa pagando o con la ayuda de alguna ONG. Pero no lo consiguió. Sigue en el campo de refugiados con su mujer y el bebé de apenas dos meses en una tienda de campaña mientras la doctora no deja la batalla que emprendió hace meses para traerlo a España.

Ha consultado la situación con Extranjería, con la Comisión Española de Ayuda al Refugiado, abogados expertos en esta temática, con la Policía, Cruz Roja, con el consulado en Estambul… y la conclusión es que es imposible sacarlo del país de manera legal.

Ana lo ha probado ya todo, desde buscarle un posible contrato de trabajo y alojamiento a obtener una carta de visita… pero de nada le ha servido.

Todo parece quedar a expensas de que la Unión Europea alcance un acuerdo para solucionar la situación de estos refugiados. Lo último que se sabe de su amigo l sirio es que ya ha sido padre, su hijo nació en un hospital en medio de la guerra y su primer hogar está siendo una tienda de campaña en un campo de refugiados en la frontera con Turquía, desde donde cada día Salah y su esposa sólo pueden otear su oportunidad de escapar del conflicto armado .

Ana es inasequible al desaliento y no se rinde porque se niega a aceptar que no exista ninguna posibilidad para esta familia siria. Dice que ella puede hacerse cargo de los tres que tiene donde alojarlos y que no soporta recordar «cómo Salah estuvo pendiente de mí cuando yo era una cría en Londres». En la comodidad de su vida piensa «solo en la calor que tienen que estar pasando en esta tienda de campaña viviendo en esas condiciones» y por eso asegura que seguirá intentándolo y llamando a todas las puertas. Por eso hace un llamamiento «para que nos pongan las cosas fáciles a los que queremos ayudar a los que sufren, porque todos tenemos cabida en el mundo».

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