CRÓNICAS DE UN BARRIO

«Las calles de Heliópolis son el retrato de la desidia municipal»

El mal estado en el que se encuentran las aceras y calzadas, así como la «nula» conservación del arbolado, centran las preocupaciones de los vecinos

Una de las calles de Heliópolis, donde aceras y calzada están levantadas y parcheadas RAÚL DOBLADO

CRISTINA AGUILAR JAENES

Siguiendo los pasos de una señora por la calle Ebro, aparentemente vecina de Heliópolis, una se puede hacer a la idea de lo que allí sucede. No marca el ritmo por las aceras, sino por la calzada. Una buena decisión, teniendo en cuenta el reducido espacio que los árboles, a cada pocos metros, dejan para pasar o el mal estado del acerado en sí: levantado, roto; a veces, inexistente y, otras, repleto de socavones. Andar por las aceras , en este sentido, se antoja tarea imposible para personas con movilidad reducida que necesiten usar silla de ruedas (la mayoría de las esquinas, además, carecen de rebajes) o para los padres que paseen en cochecito a sus bebés.

Avanzando por la calle, es inevitable reparar en la tranquilidad que desprende este oasis de Sevilla. No cesan las vocalizaciones de las aves sobre los naranjos y otros árboles de gran porte, cantos de la tierra y otros exóticos fácilmente reconocibles. No obstante, no tarda en desaparecer ese deseable silencio para cualquier otro barrio de la ciudad... La señora frena en seco al llegar a la calle Uruguay: un coche, pese a tratarse de una zona residencial, atraviesa la vía a toda velocidad. Todo un peligro. A pocos metros, en la plaza de los Andes, Juan Luis Manfredi , presidente de la asociación de vecinos que lleva el nombre de este entorno, arroja algo de luz a lo que esta vecina ha vivido en cuestión de minutos.

« Las calles de Heliópolis son el retrato de la desidia municipal, que llevan cuarenta años sin ser asfaltadas . Aquí sólo se parchea sobre otro parche. Le hemos propuesto al Ayuntamiento en dos ocasiones un plan sistemático de urbanización. Si se arreglan dos calles al año, en veinte años tenemos el problema resuelto. Sabemos que reurbanizar el barrio entero de una vez requiere de una gran inversión. Sólo queremos que si al año hay previstas para adecentar cien calles, que se contemplen dos en esta zona».

Manfredi recuerda los últimos mandatos municipales. « Con Josefa Medrano (IU) como delegada del Distrito Bellavista-La Palmera vivimos la peor época. Decía abiertamente que éramos señoritos y que no necesitábamos nada . En Heliópolis —aclara—, pagamos impuestos igual que vecinos de otros barrios. No queremos nada especial, sino el mismo trato: si algo se rompe, hay que arreglarlo. Pura lógica».

Durante el gobierno de Juan Ignacio Zoido, Rafael Belmonte se encargó de mantener la comunicación con esta asociación vecinal. « Fue la primera vez que alguien se interesó por el barrio y venía a comprobar personalmente los problemas que le planteábamos». Con Juan Espadas de alcalde, asegura que la entidad mantuvo una reunión con la directora del Distrito, Trinidad Camacho, al configurarse el nuevo gobierno, «y, desde entonces, el único contacto ha sido por correo electrónico y unidireccional: avisan si van a hacer algo, pero no responden a nuestras propuestas o quejas».

Un centenar menos

Aparte del mal estado de las calles, los vecinos de la asociación «Los Andes» critican la «nula» conservación de la arboleda . «Sencillamente, no se cuida. Hay naranjos que miden veinte metros porque no se podan y, cuando lo hacen, es sin criterio. El barrio tiene unos cuatro mil árboles y en los últimos años se ha perdido un centenar de ellos. Tenemos ejemplares viejos, de 70 y 80 años, que se mueren, se caen y no los reponen . Incluso quitan los tocones para eliminar la prueba del delito [risas]». Por otro lado, a la propuesta lanzada por el Consistorio de crear huertos urbanos en Heliópolis, desde la asociación se oponen. «Cada vecino tiene su propio jardín en casa, existen urgencias mayores. Este es otro síntoma de que las políticas se diseñan a ciegas, sin contar con afectados».

Terminar de amueblar el parque Guadaíra , un entorno que los vecinos consiguieron en un pulso con el Ayuntamiento, es otra de las prioridades. «Desde su inauguración ha cambiado la vida del barrio. Ahora los niños van allí a jugar y los mayores a pasear. Pero falta la segunda fase, donde había previstos un quiosco y servicios públicos».

En ruinas

El edificio situado junto al colegio diocesano Corpus Christi , es otra de las preocupaciones de los vecinos. «Eran dos inmuebles, pero uno tuvo problemas estructurales y lo cerraron. Con el paso del tiempo, lo han ido saqueando y carece de verjas. Allí se meten drogadictos pero también niños a jugar . Está lleno de escombros y basura, es un foco de infecciones. El director del colegio, Manuel Toledo, nos dijo que había encargado a una empresa el estudio para la reparación del edificio y su adecuación a un nuevo uso. A finales de 2015 nos aseveró que en dos meses estaría resuelto, pero todavía no tenemos noticias».

De otra parte, los vecinos de Heliópolis han pedido reiteradamente al Ayuntamiento que Patrimonio intervenga en el barrio «para evitar las barbaridades que se están cometiendo». «Hay gente que ha pintado el chalé de azul o amarillo, como el Colegio de Veterinarios, en la calle Doctor Fleming. Un hotel ha puesto una verja futurista que, seguramente, en la Cartuja quedaría estupenda, aquí no. Este barrio —añade— se levantó para la Exposición del 29; luego se hicieron ampliaciones, aunque manteniendo siempre un estilo unitario. Las familias, por lo general, lo han conservado. Sin embargo, las empresas vienen con otros criterios y han hecho salvajadas. Y esa protección por parte de Patrimonio no significaría un impedimento para hacer obras, sería más bien una forma de seguir las ‘normas del juego’ en cuanto a las fachadas, verjas, tejas... Este es un barrio histórico y debe tratarse como tal ».

Por último, desde la asociación «Los Andes» reprochan la no presencia policia l en el barrio. «Y esto no sólo lo saben los vecinos, también los mangantes. En mi casa robaron dos veces en la misma mañana. Muchos han instalado sus propios sistemas de alarmas. Nos sentimos desprotegidos», concluye Manfredi.

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