SEGURIDAD
Uno de cada cuatro condenados por delitos menores en Sevilla es reincidente
El gran atasco judicial y la benevolencia legal para pequeños delitos frustra la labor policial
El hurto o el robo de menos de 400 euros ni siquiera supone la detención si el ladrón ya está identificado
Llueve sobre mojado. Dos hermanos fueron detenidos hace varios días en El Viso del Alcor por robos con violencia e intimidación después de que robaran un coche con un cuchillo y golpearan a una persona en la cabeza. Se trataba de dos delincuentes de «enorme peligrosidad», según la Guardia Civil, que llevaban a sus espaldas más de cien arrestos previos entre ambos (uno 58 y otro 47) nada menos. Este caso puso de nuevo en el candelero el enorme problema que hay planteado por la gran distancia que separa la acción de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y la de la Justicia, que no funciona al ritmo policial, precisamente. Su atasco, la burocracia y el garantismo de la legislación española provocan situaciones de reincidencia a veces escandalosas que soliviantan a los agentes cuando comprueban que están en la calle personas a las que han detenido una y otra vez.
Esas lagunas generan también una gran alarma social , con delincuentes que presentan más de cincuenta o sesenta arrestos previos y relativamente recientes por los mismos hechos. Y que aprovechan el tiempo que transcurre entre que cometen la infracción y que son juzgados para mantener su actividad ilegal. Esta ralentización judicial por la carga de trabajo y la escasez de recursos y, por otro lado, la laxitud del Código Penal y de la imposición de penas con los denominados «delitos leves» están dando lugar a una tremenda reincidencia entre los delincuentes de menor rango. Y también a un sentimiento de gran frustración entre los agentes del Cuerpo Nacional de Policía, la Unidad Adscrita (Autonómica), la Guardia Civil y las policías locales. Su trabajo de rutina policial, en los que también se juegan el tipo en bastantes ocasiones, termina con la decisión de un juzgado de dejar en la calle a quien se ha saltado la Ley.
El panorama es complejo y desde cada flanco se esgrimen justificaciones, pero no soluciones. Ante los llamados delitos menores o leves, los que se castigan con penas ligeras y que en las grandes ciudades están muy centrados en los hurtos, los jueces tienen dos alternativas una vez los agentes les entregan al delincuente: o bien se manda a prisión al arrestado hasta que se celebre el juicio o, sin embargo, se evita la prisión preventiva y se deja en libertad al delincuente hasta que se pueda celebrar la vista, que puede tardar hasta cuatro o cinco años . Se suele optar por la segunda ante el volumen de prendimientos. Esto provoca no sólo un gran número de pequeños delincuentes en la calle sino un alto grado de reincidencia durante el tiempo en que tarda en celebrarse el juicio, de ahí la cantidad de delincuentes que «siguen en la calle».
La situación creada es tal que se dan cada vez más casos de detenidos que cuentan con hasta medio centenar o incluso más antecedentes por hechos semejantes que, pese a ello, quedan en libertad, puesto que no existe la culpa propiamente dicha hasta que no se produce un primer pronunciamiento de un juez. Hasta que no hay una primera sentencia, está en la calle y puede delinquir una y otra vez . Luego, una vez se dicta una primera sentencia, ya sí se pueden aplicar antecedentes judiciales y la siguiente vez el infractor sí va a prisión y empieza a sumar penas. Por eso muchos están luego diez años tras un simple robo, ya que no es ese robo en sí sino el acumulado el que cuenta. La ida y venida de los calabozos a los juzgados una y otra vez de estos delincuentes es otra de las cuestiones que se ponen sobre la mesa a la hora de plantearse si el sistema funciona o no.
Los datos sobre reincidencia en esos delitos leves siguen siendo muy llamativos por su alto porcentaje y, según las estadísticas oficiales, es reincidente algo más del 25% de los condenados por este tipo de asuntos (hurtos, estafas menores, robos con fuerza pero sin violencia...). En el Instituto Nacional de Estadística se señala ese porcentaje global, con índices mayores en algunas tipologías concretas y algo menores en destrozos en el patrimonio, por ejemplo (sobre el 20%).
La calle «ayuda»
Las propias estadísticas de criminalidad del Ministerio del Interior, que permiten dibujar un perfil tipo de los detenidos en la provincia de Sevilla, indican que éste se ajusta al de un varón joven, español y con un amplio historial delictivo que arrancó cuando era menor de edad; esas son las principales características de muchos de estos arrestados. Delincuentes que empezaron cometiendo pequeños robos cuando eran adolescentes se han convertido en auténticos especialistas conforme han ido cumpliendo años gracias a ese elevado índice de reincidencia, cercano incluso al 30% en algunas sectores. La calle «ayuda», en este sentido. De hecho, el robo de menos de 400 euros no conlleva ni siquiera detención si se trata de alguien ya identificado.
Los delincuentes habituales, los comunes, se ciñen a un patrón muy definido en lo que a Sevilla respecta. Se trata de viejos conocidos de la Policía aunque sus edades no alcancen casi en ninguno de los casos la madurez, precisamente. Se trata de jóvenes de entre veinte y treinta y cinco años , con multitud de antecedentes por pequeños delitos en su mayoría y que no necesitan demasiado para cometer sus robos, ya que buscan básicamente mercancía que puedan vender con rapidez, ya que normalmente dan sus «palos» con necesidad apremiante de obtener dinero para saldar deudas o comprar drogas. Ese último aspecto, el de los estupefacientes, está muy vinculado al retrato robot del delincuente común en Sevilla históricamente.