Vandalismo en Sevilla
Botellón endémico en Nervión
Los vecinos aumentan sus quejas ante la acumulación de basura, suciedad y ruido que se produce todas las tardes
Los vecinos de Nervión están hartos de las aglomeraciones de jóvenes que, cada tarde-noche, se producen entre las calles Penibética, Maestre Hamete y Doctor Felipe Martínez (antigua calle Eduardo Rivas) para beber, durante todo el año. Un trasiego constante de idas y venidas de pequeños grupos, que se ha convertido en una auténtica pesadilla para las personas que viven en esas calles. Lo que más llama la atención del enclave es que se trata de calles abiertas al tráfico de vehículos, paso de personas y que incluso sirven de aparcamiento a vecinos o trabajadores de la decena de comercios que hay alrededor.
A pesar de que en la zona se encuentra la puerta del instituto de enseñanza secundaria Luca de Tena, no son solo los alumnos de dicho centro los que se dan cita cada tarde en la zona. Basta con fijar la vista para observar que, en el mismo espacio, se dan cita menores que aún portan el uniforme escolar, adolescentes e, incluso, adultos que directamente van con el botellón .
Y no esperan a que se haga de noche, los primeros llegan sobre las cuatro de la tarde portando litronas, pipas o chucherías; que adquieren previamente en el supermercado de la zona o en los comercios regentados por asiáticos que encuentran a su paso. Establecimientos que, en ocasiones, se niegan a venderles alcohol si no enseñan el DNI, por miedo a que les precinten la tienda como ya ha ocurrido alguna vez. Sin embargo, como relata una vecina del barrio, «no es raro ver a menores de edad, pidiendo a los viandantes que les compren alcohol , y me consta que no siempre encuentran una negativa por respuesta».
No es la primera vez que dichas calles piden el auxilio de las autoridades, como recuerda otra vecina que lleva cuarenta años en la zona: « Hace diez años teníamos el problema de la prostitución , para nosotros era algo terrible por todo lo que acarreaba: peleas, gritos, robos... Los vecinos salimos a la calle e hicimos mucha presión y, finalmente, el Ayuntamiento colocó bolardos para impedir que aparcaran allí los coches y eso nos ayudó». Sin embargo, ahora, se enfrentan a otro problema sin saber cuál puede ser la solución. «No sabemos qué atractivo le ven al lugar, -comenta la misma vecina- tampoco sabemos a qué vienen algunos, porque a veces hemos recogido botellas a las que sólo han dado unos tragos. El problema nos es que vengan, es la basura que dejan y el ruido que generan ».
Y es que no sólo van a beber. Los asiduos a estas calles suelen hablar a gritos o poner música tan alta que impide a los vecinos realizar sus actividades cotidianas. Algunos de ellos se quejan de que trabajan por turnos y no pueden irse a descansar temprano, porque el ruido es insoportable. Otros, como el caso de un matrimonio joven (27 y 29 años) que se dedica a la docencia, cuentan que les es «imposible» trabajar por las tardes en su propia casa. Los que suelen aparcar en la zona, denuncian desperfectos o destrozos en sus vehículos : «Se sientan en el capó de los coches, rompen las botellas contra ellos, e incluso parten espejos retrovisores por diversión», denuncia una vecina. Pero quizás, el problema que más preocupa a los habitantes de la zona es que algunos de los jóvenes « nos insultan, nos plantan cara e incluso se burlan de nuestras peticiones de silencio . Se sienten totalmente impunes, porque cada vez que aparece una patrulla de la Policía salen corriendo y no les pasa nada», dice una vecina que lleva más de viente años residiendo en estas calles.
Vallado y cierre de la zona
Los vecinos han intentado de todo para procurar que estas aglomeraciones no se produzcan de manera directa o indirecta: avisos constantes a la Policía Local, llamadas de atención desde la ventana de la vivienda, e incluso han intentado hablar directamente con ellos. «Llamamos a diario a la Policía, pero o no vienen porque no hay patrullas o llegan tan tarde que las pandillas ya se han dispersado. Y las veces que los han pillado se les ha pedido la documentación y multado, pero no sirve de nada. Al día siguiente, están de vuelta los mismos u otros», comentan con impotencia. Ni siquiera las obras, por problemas de alcantarillado, que se están llevando a cabo en la calle Doctor Felipe Martínez son un freno para esta situación. Ya que los asiduos a la zona han optado por sentarse directamente en los portales de las casas y bloques, dificultando la salida y entrada de los vecinos que, en ocasiones, se sienten incómodos por tener que pedir que les dejen pasar.
La única solución que ven las comunidades de vecinos es el vallado y cierre de la calle completa , como ya se ha hecho con otras calles del barrio y el aparcamiento. «Es una urbanización privada, pero jóvenes que vienen a beber hacen caso omiso de la señal que indica “Solo residentes”, por eso la única solución es el cierre total de la zona y que se apliquen con dureza las ordenanzas municipales sobre el botellón», concluyen.
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