HAZAÑA AERONÁUTICA

El aviador romántico que cruzó el Atlántico sin radio y que llegó a Sevilla el día de San Valentín

Hace 80 años el hispano-cubano Antonio Menéndez Peláez, que murió en 1937 en un accidente aéreo, llegó a Tablada tras cubrir 14.454 kilómetros desde Camagüey en 72 horas y 27 minutos

Llegada a Tablada de Menéndez en 1936 a bordo de su Lockheed Sirius 8 ABC

JESÚS ÁLVAREZ

A las cinco y veinte minutos de la tarde del 14 de febrero de 1936 Antonio Menéndez Peláez aterrizaba en el aeródromo militar de Tablada a bordo de su monoplano Lockheed Sirius 8 . El piloto hispano cubano nacido en Santa Eulalia de Riveras (Asturias) en 1902 había despegado de la localidad cubana de Camagüey el 12 de enero y consumaba su hazaña de cruzar en solitario por primera vez el Oceáno Atlántico . La base militar de Tablada conmemora hoy a las 11 horas con un acto de recuerdo el 80 aniversario de esta gesta de la aviación mundial.

Menéndez Peláez logró cruzar el charco y llegar a Sevilla con una aeronave con cabina descubierta (« una moto sobre un bidón de gasolina», según definición de un historiador aeronáutico) que no llevaba radio (para aligerar la nave de peso) y cuyos instrumentos de navegación se limitaban prácticamente a una brújula y una rústica esfera que le indicaba el horizonte cuando las nubes le impedían ver más allá de unos pocos metros . Las crónicas de la época cuentan que el valeroso piloto encontró sobre el Atlántico vientos fuertes y mal tiempo que le obligaron a volar en muchas ocasiones, «a casi a ras del agua».

Menéndez Peláez, de 33 años , tuvo que demostrar su pericia tomando como referencia los barcos en ruta que avistaba desde su aparato. Tras descender por varios países del continente buscando la distancia más corta entre América y África que su avión, de sólo 8,25 metros de longitud, le permitía cruzar, logró aterrizar en Bathhurst (Senegal). Tardó 17 horas y 35 minutos en cruzar 3.140 kilómetros de océano y 72 horas y 27 minutos en completar los 14.454 kilómetros de su viaje.

A pesar del cansancio, cuando llegó a Sevilla, sobrevoló con parsimonia la Giralda , uno de sus monumentos favoritos, antes de enfilar el aeródromo de Tablada, donde le esperaban autoridades y cientos de personas que lo aclamaron como a un héroe .

Por mil dólares

La nave, transformada en monoplaza y a la que se instalaron dos depósitos de combustible debajo de las alas, fue adquirida por 1.000 dólares a un magnate francés tras sufrir un accidente. Menéndez la compró tras vender por 500 dólares su Waco, un avión sin potencia para cruzar el Atlántico. Los otros 500 dólares eran los ahorros de su vida.

Aunque el vuelo se planificó en cuatro etapas, los fallos mecánicos, el mal tiempo y algunas tormentas de arena sobre el Sáhara Occidental, obligaron al piloto a modificar la ruta e improvisar nueve escalas. El vuelo era la respuesta cubana a la gesta de B arberán y Collar, dos pilotos españoles que habían partido de Tablada dos años y ocho meses antes rumbo a Camagüey , a bordo del «Cuatro Vientos», atravesando el Atlántico sin escalas por su parte más ancha. Tardaron 39 horas y 50 minutos en hacerlo.

Menéndez Peláez había despegado de Camagüey a las 7 de la mañana del 13 de enero de 1936 en el «4 de septiembre», la fecha de la sublevación con la que el entonces sargento Fulgencio Batista , que presidiría Cuba hasta el triunfo de la revolución castrista, logró acceder al poder en 1933. Menéndez Peláez tuvo que enrolarse en el Ejército y aceptar sus condiciones para hacer realidad su sueño, porque no consiguió patrocinadores privados para su proyecto. Fue Batista quien le « sugirió » ese nombre en lugar de « El plateado de la Marina» que le quería poner Menéndez.

El historiador Carlos Concepción Puentes , autor de varios trabajos sobre este aviador y que prepara un documental sobre su vida, afirma que « el Ejército empleó 35.000 dólares de la época en reparar el avión y prepararlo para una gesta nunca antes intentada». El avión fue transformado en un monoplaza y adaptado a la magnitud de la empresa que debía afrontar, aunque muchos la consideraban una misión suicida .

Antonio Menéndez emigró a Cuba siendo un adolescente desde su Asturias natal, siguiendo el camino de su padre, del que pronto se distanciaría. Fue dependiente de comercio, chófer de autos de alquiler, mecánico automotriz, fogonero , pescador y barquero en la Bahía de Cienfuegos , pero su sueño en la vida era ser piloto de aviación.

Se nacionalizó cubano a finales de 1927 para poder estudiar en la Escuela de Aviación Greer Collage , de Chicago , y tras terminar su curso de piloto, con apenas 25 horas de instrucción de vuelo, compró un avión biplano Waco y voló con él a La Habana . Prestó sus servicios en Aerolínea Cubana de Aviación , pero quería cruzar el Atlántico en solitario.

Sobrio y valeroso, como los héroes de esa época, Menéndez le restó mérito a su hazaña, se limitó a decir a los periodistas que lo esperaban en Tablada , uno de ellos de ABC, que su mayor emoción durante todas esas horas de vuelo fue «pisar la tierra de España» . En una entrevista posterior se limitó a decir: «Vengo a retribuir el vuelo de los heroicos aviadores españoles Barberán y Collar y traigo a España el saludo de Cuba». Y añadió: « Mis padres viven en un pueblecito de Asturias y les daré la sorpresa de mi visita».

Menos escueto debió ser en el telegrama que le envió a su novia, Ofelia Brugueras, el día de San Valentín de 1936, nada más aterrizar en Sevilla. Su contenido se desconoce porque la destinataria, a la que había conocido algunos años antes en Manicaragua (Cuba) y con la que se casaría unos meses después de su proeza, nunca lo desveló y se fue a la tumba con él. Literalmente, pues ordenó colocarlo en su ataúd.

Un flechazo romántico

Ofelia , hija de un asturiano que hizo fortuna en Cuba, se quedó «flechada» cuando conoció al aviador. La química fue mutua pero la relación secreta durante años por la oposición de la familia de ella, que no consideraba al aviador una persona digna para ella. Menéndez nunca se rindió y le enviaba flores y mensajes por personas interpuestas y llegó a derramar flores sobre el pueblo de su amada desde su aeroplano, según cuenta Concepción.

Finalmente, lograron vencer las reticencias familiares y se casaron. Durante la luna de miel concibieron a su único hijo, Antonio, que nunca llegaría a ver a su padre, puesto que estando embarazada ella de 7 meses emprendió él el Vuelo Panamericano Pro Faro de Colón, que acabó trágicamente en Cali (Colombia).

La Sociedad Colombista Panamericana , con sede en la Habana, instó en mayo de 1937 a los Gobiernos de Cuba y República Dominicana a formar una escuadrilla que recorra el continente en un viaje de buena voluntad con vistas a la realización del monumento en honor del descubridor. Visitaron 26 países y en la parte final del viaje Menéndez y sus tres compañeros cruzan e l Pacífico desde Cali a Buenaventura . Según los expertos, era una ruta poco adecuada por la falta de potencia de los aparatos cubanos, aunque el historiador cubano Carlos Concepción Puentes opina que el aviador hispano-cubano había recibido fuertes presiones políticas y económicas para finalizar esa ruta. « Sabía que era peligroso, pero era un caballero del aire y no se negó », comenta.

En una bifurcación peligrosa que Menéndez conocía, los aviones cubanos, por el mal tiempo y la falta de visibilidad, cogieron hacia la izquierda, donde las montañas eran demasiado altas, en lugar de a la derecha, la opción buena. La muerte les esperaba al lado izquierdo, en el valle del Cauca, y toda la escuadrilla cubana se estrelló. Los aparatos se incendiaron y murieron al instante todos sus ocupantes: los pilotos, los mecánicos de vuelo y un periodista que viajaba con Menéndez y que era el cronista oficial del viaje. Era el 29 de diciembre de 1937.

Antes de hacer ese viaje, le prometió a su esposa embarazada que sería el último y que abandonaría sus temerarias hazañas, según afirma Carlos Concepción, que pudo hablar con su hijo Antonio, antes de morir. Una tormenta y la poca potencia de su aeronave, advertida por Menéndez meses antes, lo hizo estrellarse contra unas montañas e incumplir su promesa conyugal.

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