PATRIMONIO HISTÓRICO
Atarazanas, el cuento de nunca empezar
La Consejería de Cultura considera inviable la rehabilitación con los diez millones de euros que tiene que aportar la Caixa y habrá que volver a plantear la financiación del proyecto de Vázquez Consuegra
A los niños se les alecciona con el cuento de la buena pipa para que aprendan a no dejarse enredar en un bucle -nada de melancólico- que no lleva a ninguna parte y del que no hay manera de zafarse. El anuncio de la consejera de Cultura, Patricia del Pozo , de que los diez millones de euros prometidos por la Caixa –en pleno proceso de fusión con Bankia a partir de este mismo sábado– son insuficientes para atender todos los requerimientos de la obra de rehabilitación de las Atarazanas suena exactamente a eso.
La historia interminable de este monumento que guarda en sí buena parte de la historia naval de Sevilla y su protagonismo indiscutible en la construcción de buques desde los tiempos de Alfonso X el Sabio arranca, con mal pie, el día 2 de agosto de 1993 en que el director general de Patrimonio, José Luis Palomino , firma la resolución por la que la Junta de Andalucía se hacía con el cuartel de la Gavidia y el de las Atarazanas Reales de la calle Temprado por un coste conjunto de 810 millones de pesetas (8,84 millones de euros corrientes teniendo en cuenta el IPC acumulado).
La justificación de la compra, de la que resultó beneficiaria la Gerencia de Infraestructura de la Defensa, no pasaba de ser una muletilla ad hoc para emplazamientos singulares como los incluidos en la operación de compraventa: «Peculiaridad de la necesidad a satisfacer» . Veintisiete años después, en el despacho que ocupó Queipo de Llano el 18 de julio de 1936 en el cuartel de la Gavidia se sienta el consejero de Justicia de turno, pero en el antiguo astillero medieval no se ha movido un ladrillo .
Es una exageración: el arquitecto Antonio Barrionuevo acometió una intervención que despejó, saneó y, en cierta medida, descubrió la monumentalidad del edificio que el uso consuetudinario como cuartel y caja de reclutas había desvirtuado. Pero poco más: no se han movido ladrillos pero han corrido ríos de tinta sobre un inmueble para el que no hay una idea de qué se quiere hacer con él. Y de ahí nace la indefinición de su rehabilitación.
Centro de Arte Contemporáneo
En un primer momento, la Junta pensó instalar allí el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo y con tal objeto se licitaron las primeras obras de demolición de añadidos de la etapa militar en tiempos de José Guirao como director general de Bienes Culturales, pero pronto se desechó y la Administración autonómica se quedó sin ideas de qué hacer allí. El baile de políticos responsables del monumento prosiguió sin que ninguno acertara con desencallar el proyecto.
La hoy vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo , avanzó en sus tiempos de consejera de Cultura esta idea: ««Las Atarazanas son un monumento en sí mismo que tenemos que recuperar. No tiene que servir para albergar algo en concreto , como tampoco lo hace la Alhambra, ni Itálica, ni Madinat al-Zahra», dijo en 1999 en la presentación de los trabajos de restauración en los que la Junta había invertido 6 millones de euros.
Diez años después, acuciada por su propia incapacidad para acometer una rehabilitación integral y darle un uso al edificio, la solución de la Caixa se reveló como el caballero blanco que la Junta necesitaba: en abril de 2009 firmó la concesión administrativa de los antiguos astilleros para la instalación del que iba a ser el cuarto Caixafórum de España. Para ello, hubo que formalizar un concurso ad hoc al que sólo se presentó la entidad bancaria con sede en Barcelona que preveía la cesión durante 75 años y una inversión de 20 millones de euros.
La crisis económica y las fusiones de cajas de ahorros dieron al traste también con ese plan: la Caixa decidió llevarse el Caixafórum al complejo comercial y de ocio Torre Sevilla, que había caído bajo su órbita en 2012 como consecuencia de la absorción de activos de Banca Cívica, la entidad en que se había diluido Cajasol, la promotora del rascacielos de la Cartuja.
Sin plan alternativo
La Junta, sin plan alternativo, se revolvió contra los banqueros catalanes y retiró la concesión administrativa después de un cruce de reproches inaudito.
El cruce de cartas y la escalada verbal del consejero de Cultura Luciano Alonso cesó en 2014 , cuando la presidenta Susana Díaz firmó metafóricamente la pipa de la paz con Isidro Fainé en diciembre de ese año con la puesta en escena de la nueva concesión administrativa que incluía una inversión de diez millones de euros y 400.000 más anuales para el funcionamiento durante veinte años.
Pero no acabaron ahí los problemas. El proyecto del arquitecto Guillermo Vázquez Consuegra embarrancó; primero, con las trabas municipales que exigían un plan especial para intervenir en el monumento y luego, con la oposición de los conservacionistas de Adepa que exigían modificaciones en el proyecto para excavar algunos pilares hasta su cimiento y no alterar las condiciones del edificio.
El veto municipal lo resolvieron las elecciones locales pero Adepa se hizo fuerte en los tribunales consiguiendo la suspensión cautelar de la licencia de obras y forzando una modificación del proyecto acorde con sus reclamaciones.
Así se llegó al acuerdo de diciembre de 2017 a tres bandas : Adepa, la Caixa y la Junta de Andalucía . El año siguiente se consumió entre idas y venidas del avance del proyecto hasta que en 2019 cambió el color del Gobierno andaluz. La consejera Del Pozo se mostraba entusiasmada en julio de ese año, con todo resuelto: «Tenemos el proyecto, el dinero y muchas ganas de empezar los trabajos de este proyecto precioso de consenso». Un año y dos meses después, queda la sensación de desinfle, de que esta vez tampoco ha podido ser: es el cuento de nunca empezar .
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