Historia

Las Atarazanas, biografía de un arsenal histórico en Sevilla

El historiador Pablo Emilio Pérez-Mallaína publica una profunda investigación que propone un viaje por casi ocho siglos

Las Atarazanas en el siglo XVI en óleo del legado de la duquesa de Valencia (Museo del Pardo) ABC

Eva Díaz Pérez

Fue uno de los mayores y más antiguos arsenales de la Europa medieval rivalizando en tamaño incluso con el famoso Arsenal de Venecia . A pesar de los cambios en su historia, las alteraciones arquitectónicas, la destrucción, el abandono y los episodios de desidia es un edificio que aún resiste orgulloso el paso del tiempo. Las Atarazanas son el espejo en el que la ciudad contempla su historia . El azogue devuelve un reflejo de escenas grandiosas y en otras ocasiones turbios capítulos de ruina y decadencia. Ahora una ambiciosa investigación recupera el esplendor de un monumento singular y simbólico que se ha mantenido durante ochocientos años.

El responsable de esta investigación es el historiador Pablo Emilio Pérez-Mallaína , profesor de la Universidad de Sevilla que es una referencia internacional en los estudios sobre la mar y el mundo de las travesías atlánticas. «Las Atarazanas de Sevilla. Ocho siglos de historia del arsenal del Guadalquivir», publicado por la Universidad de Sevilla, el Ayuntamiento y la Diputación, se erige como un estudio definitivo que casi a modo de biografía viaja por la intensa vida de este edificio histórico.

La obra del profesor Pérez-Mallaína llega en un momento oportuno a raíz de la reciente amenaza de retraso en la fecha prevista para su reapertura tras décadas de promesas y proyectos erráticos. El libro sirve además de excelente antesala para la Sevilla que se prepara para la conmemoración de la Primera Vuelta al Mundo por la relación de este espacio con la Sevilla americana y que fundamentará su esperada futura función como centro de referencia de la Circunnavegación y del pasado de ultramar de Sevilla.

Lo primero que sorprende de esta obra es el estudio concienzudo de los múltiples usos que ha tenido a lo largo de su historia. Desde su fundación en tiempos de Alfonso X -aunque también se rastrean las distintas hipótesis sobre su posible origen almohade- las Atarazanas fueron arsenal y astillero para las armadas del rey, prisión de nobles , lugar de festejos, mercado de pescado, bodega de comerciantes, primera sede de la Casa de la Contratación , patio de vecinos, Iglesia y Hospital de la Santa Caridad y fábrica de artillería.

Por esa razón el trabajo de investigación del profesor Pérez-Mallaíno resulta asombroso. El historiador ha realizado una epopeya paleográfica para rastrear en crónicas escritas en antiguos legajos y en planos de diversas épocas, además de rastrear el fondo de viejos cuadros en busca de paisajes perdidos en los que apareciera algún perfil esquivo de las Atarazanas. Un proceso que se asemeja a un verdadero rompecabezas y que el propio Pérez-Mallaína define como el complejo proceso de restauración de una vasija hallada en un yacimiento y de la que faltan numerosas piezas. Porque sobre las Atarazanas existen numerosas lagunas y vacíos históricos que el historiador logra completar presentando todas las teorías a partir de la documentación existente y sugiriendo posibles hipótesis verosímiles. Es aquí donde el ensayo se aventura en una apasionante novela de raíces rigurosamente históricas.

Sobre esa memoria Pérez-Mallaína apunta a la desaparición de los llamados «Libros del Rey» donde se conservaba el registro administrativo de todo el funcionamiento cotidiano de las Atarazanas. «Desconozco dónde se encuentran. La tardía formación de un archivo histórico de la Corona de Castilla posiblemente haya favorecido su pérdida y, tal vez, la propia situación de las Atarazanas, a los pies de un río con tozuda tendencia a desbordarse, ha podido contribuir a que estas vitales fuentes simplemente se las llevase el Guadalquivir en alguna riada », explica el historiador apuntando un posible paralelismo con lo que también pudo ocurrir con los papeles del Santo Oficio en el castillo de San Jorge tan cerca del río.

La parte primera de la obra aborda la ‘primera vida’ del edificio como cobijo y fábrica de las galeras del rey desde 1252 a 1493. La construcción de naves de guerra en este arsenal fue clave para el destino histórico del reino porque desde aquí se controlaba el Estrecho de Gibraltar y el Canal de la Mancha . «Aquellos ágiles buques de guerra fueron decisivos en la contienda donde se dirimía si el reino castellano-leonés y el conjunto de la Península Ibérica, serían parte de la cristiandad occidental o caerían, tal vez definitivamente, en la órbita del mundo musulmán».

Así, de las Atarazanas sevillanas saldrían los barcos que protagonizarían las naumaquias medievales en la conquista y defensa de Tarifa entre 1285 y 1295, la larga lucha por Algeciras y Gibraltar y la Guerra de los Cien Años comprendida entre los siglos XIV y XV.

En esta época, los barcos que salían de Sevilla protagonizaban las grandes batallas en el mar y luchaban contra la furia de los mares evitando trágicos naufragios. Naves que llegarían heridas al puerto de Sevilla con el casco lleno de «teredo navalis», esa barba de la mar que se adhería a la madera sumergida.

Además de como refugio de barcos que aquí eran reparados y carenados, las Atarazanas sirvieron aún en época medieval como prisión de nobles. Fue sobre todo en época de guerras civiles donde los reyes castellanos encerraron a algunos de sus más destacados enemigos . Y también fueron escenario de diversos festejos como torneos, justas y desfiles. La cara y la cruz de la época.

A finales del siglo XV llegaría el primer periodo de decadencia cuando se decide que dejen de ser arsenal para convertirse en un mercado de pescado. De esta forma el espacio que había servido para construir los barcos de guerra del reino terminaron como puesto de venta de sardinas . Sin embargo, las Atarazanas confirmaron su ‘fortuna’ de lugar salvado, a pesar de los azares históricos. En 1493 regresan a Sevilla las naves de Colón del Nuevo Mundo y Sevilla se convierte en puerto y puerta de América. La Casa de la Contratación creada en 1503 para controlar todos los negocios relacionados con las Indias tuvo su primera sede en una de sus naves. «Se revalorizaron los miles de metros cuadrados construidos a pie de puerto, los cuales a partir de entonces podían emplearse como magníficos espacios para guardar mercancías y los pertrechos de las flotas de Indias ».

Los espacios cubiertos de las Atarazanas de las Galeras y de los Caballeros así como la Resolana del Río se adaptan como almacén de las Indias. Allí se guardarían aparejos de las flotas y las armas de los conquistadores . Como recuerda Pérez-Mallaína incluso bajo estos tejados se guardaron las preciosas maderas americanas destinadas al palacio que el rey Felipe II se estaba construyendo en El Escorial.

En este periodo las Atarazanas dejan de ser astillero para albergar la memoria oceánica, pero ya en el siglo XVI comienza una constante de su historia: su progresiva destrucción. Es lo que el autor de esta obra denomina un proceso de «canibalismo arquitectónico» que ha durado hasta hace poco. «Sobre las Atarazanas de los Caballeros aparecerá la Casa de la Moneda y, tras el derribo de tres de las naves de las Atarazanas del río, que por entonces ya se llamaban de los Almacenes, se construirá una gran Aduana para servir al intenso tráfico comercial de la ciudad », asegura Pérez-Mallaína.

Este proceso continuará en el siglo XVII con una de las ‘destrucciones’ más simbólicas: la desaparición de la pequeña capilla para transformarse en la gran iglesia barroca de la Caridad. Además, en otras cinco naves surgirá una de las mayores instalaciones piadosas de la ciudad: el Hospital de la Santa Caridad , creado también por Miguel Mañara.

Ya en el siglo XVIII, las siete primeras naves, a contar desde el Postigo del Aceite, conformarán la Maestranza de Artillería . «Tuvimos la fortuna de que los artilleros, aunque transformaron el edificio, no destruyeron completamente su estructura del siglo XIII y gracias a ello hoy podemos disfrutar, aunque más bien podríamos decir imaginar, algo de lo que fue su antigua grandeza», añade.

Suerte que no tuvieron las naves más cercanas al Postigo del Carbón que fueron destruidas a partir de 1944 para levantar parte de la actual Delegación de Hacienda .

Pablo Emilio Pérez-Mallaína confiesa que estudiar las Atarazanas del rey en Sevilla ha sido « una cuestión de emoción y de vocación ». Y desvela su fascinación al pasear por este edificio que es una metáfora de la ciudad: «La sucesión de sus arcos y pilares, los ladrillos descarnados, los contraluces que producían en aquellas siete naves el sol que entraba por la parte superior de la techumbre, convertían aquel espacio en un lugar que me pareció mágico».

Uno de los apartados más curiosos e interesantes del libro de Pérez-Mallaína es el dedicado al paisaje humano de las Atarazanas . Atraviesan sus páginas alcaides, almirantes, armadores, constructores de galeras y trabajadores considerados privilegiados y conocidos como «los francos de las Atarazanas». Y no faltan los tripulantes de las galeras. «Es el aporte que considero más original, la gente ordinaria no los mandos de las escuadras».

Este historiador del mar ha empleado diez años en la preparación de esta obra y surge ante su desengaño por la ineficacia de la administración para recuperar el edificio. «Al participar con poco éxito en algunos movimientos ciudadanos para darle un uso digno a aquel ámbito del pasado, me di cuenta de que no estaba hecho para la política y que mi mejor contribución a la preservación del antiguo arsenal debía ser una investigación en profundidad para comprender mejor su valor y la necesidad de darle un destino acorde con esos méritos».

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