Caso Rocío Cortés
«El ascensor de Valme en el que murió mi hija falló por falta de mantenimiento»
El padre de la joven achaca la responsabilidad a los recortes sanitarios y denuncia que aún no haya culpables
El tiempo no cura la pena de esta familia . Ha pasado un año y todo va a peor, menos la pequeña Triana, a la que su madre acababa de parir cuando falleció el 20 de agosto de 2017 aplastada en el ascensor del hospital de Valme que la llevaba en una camilla del paritorio a planta. La niña nació con una enfermedad del corazón de la que fue operada a los pocos días y está en tratamiento y «más linda que la mar».
Esa es la única alegría que cuenta a ABC el padre de la víctima. Esa y que el Ayuntamiento de Dos Hermanas se ha portado con «nosotros de diez, divinamente, en todos los aspectos».
Por lo demás, las palabras de este hombre de 63 años rezuman tristeza, desesperación, rabia, incertidumbre y un sinfín de sentimientos que agravan, aún más, si cabe, la pérdida de una hija, «y con 25 años y tres niñas», apostilla Juan Cortés.
De todo este año «además de las vueltas que le doy a la cabeza» , el balance a día de hoy es que la madre de Rocío, Carmen, está de baja de su trabajo con una depresión «que no se le quita porque va a peor»; que los padres de Rocío se han llevado a su casa a la «chiquitita»; y que José, el viudo, muy joven también como su difunta esposa, está criando a las otras dos hijas Carmen, de 6 años y Rocío, de 5.
Juan relata que el yerno vive con la pensión de viudedad y orfandad que le ha quedado y que no tiene más ingresos por lo que «eche usted la cuenta y dígame si quitando alquiler, luz, agua, comida, colegio, ropa y todo lo que se precisa para vivir tienen bastante».
«No hemos recibido más ayudas —sigue— excepto del Ayuntamiento de Dos Hermanas que nos ha adjudicado una vivienda con un alquiler muy asequible y de tres habitaciones. Porque nosotros teníamos una de dos pero como está mi Triana en casa y yo tengo dos más, de mis hijos, en el nido, uno de 16 años y otro de 19, pues nos hacía falta una casa más grande».
Así, pendiente de su mujer, su nieta pequeña y sus hijos pasa la vida Juan Cortés «pero reinando siempre en lo mismo, dándole vueltas a la cabeza, pensando en qué pudo pasar porque aún no hay culpables con esta Justicia tan lenta que tenemos».
Lo primero que piensa Juan es qué hubiera pasado si Rocío se hubiera puesto de parto antes o después de ese día o si en vez de a esa hora hubiese bajado en otro momento del despertar a la habitación.
«Le doy vueltas a tantas circunstancias que se rodearon que me voy a volver loco porque pienso que si hubiese sido de otra forma mi Rocío podría estar aquí», comenta Cortés.
En esas combinaciones desafiantes del destino no entra, porque eso sí lo tiene claro, que «la causa del fallo del ascensor la tiene la falta de mantenimiento».
«La empresa Schindler —continúa— presentó una oferta para la conservación de 784.000 euros anuales y Orona , otra de 354.000 y se la dieron a Orona. Claro, luego dicen que sí se hizo la revisión, pero ¿cómo? Porque hay muchas formas de hacer las revisiones, según el presupuesto que se tenga y de los medios. Es como si yo le doy varios presupuestos para alicatar un cuarto de baño y coge uno en el que los azulejos cuestan 3 euros en vez de otro que valen 12 y al poco tiempo se rompen o se le cae la pared. Por tanto, y póngalo usted bien clarito, la responsabilidad es de los recortes del SAS, de la falta de mantenimiento. Y luego la consejera de Salud, se pone la medalla en el Parlamento diciendo que se han ahorrado 400.000 euros ¿Y dónde están? ¿Por qué no se recortan ellos los sueldos?», se pregunta. No pasa por alto que la camilla «debieron llevarla dos camilleros y no uno, porque eso lo dice al ley» y que el ascensor es el medio más seguro que hay, «con un índice de siniestralidad bajísimo con tantos elevadores como hay en España».
También habla de cómo se perdió «el disco duro del ascensor» refiriéndose a la CPU del aparato que es una especie de registro de los datos y las operaciones.
«Son muchas cosas, muchas cosas, y estamos todos hechos polvo y mi mujer más aún que no quiere ni que se celebre una misa por el aniversario porque no puede emocionarse más con tantos amigos y tanta gente que nos quiere. Esto es muy duro, vivir así, sin ella, sin saber qué pasó y que mi Rocío se dio cuenta porque también me he enterado de qu e se tapó la cara con el brazo en el ascensor y eso fue porque se dio cuenta de lo que estaba pasando. Es que esto se ha rodeado de muchos factores», insiste Juan Cortes con la voz cada vez más apagada.
Un caso «extrañísimo»
El accidente se produjo cuando trasladaban a Rocío en camilla a su habitación desde la sala de despertar después de dar a luz por cesárea a la pequeña Triana.
El celador estaba introduciendo a la paciente en la cabina cuando la plataforma se elevó a gran velocidad. A Rocío se le quedó la cabeza fuera y acabó impactando contra el techo. La muerte fue instantánea.
Después de aquel fatídico 20 de agosto las reacciones de los expertos no se hicieron esperar.
Así, el director general de la Federación Empresarial Española de Ascensores, Francisco González , dijo que el caso «es muy extraño, extrañísimo porque hoy día todos los ascensores tienen seguridad más que suficiente para que eso no ocurra es decir para que salga andando con las puertas abiertas.
«Yo no tengo constancia de algo parecido en España , ha tenido que haber un fallo muy grave o una conjunción de fallos», dijo no sin antes destacar que «en España tenemos un millón de ascensores con decenas de movimientos al cabo del día y pueden llegar a ser más seguros que ningún otro modelo de tráfico».
También, la decana del Colegio de Peritos e Ingenieros Técnicos Industriales de Sevilla, Ana María Jáuregui Ramírez , calificó el suceso de «raro y extraño» e insistió en que «si las medidas de seguridad del ascensor hubieran funcionado, esto no hubiera pasado».
Por su parte, Javier Pizarro , ingeniero técnico industrial de dicho colegio y director técnico de R&M Ascensores (Rehabilitaciones y Montajes, S.L.), empresa habilitada para la instalación y conservación de aparatos elevadores, declaró que, antiguamente, la normativa decía que «las empresas conservadoras contarán, al menos, con un operario cualificado con categoría de oficial por cada 75 aparatos o fracción a conservar» y que en la actual impone que «han de poseer los medios técnicos y humanos mínimos necesarios para realizar sus actividades en condiciones de total seguridad, con un mínimo de un conservador y bajo la dirección técnica de un técnico titulado competente en plantilla».
«La diferencia —dijo entonces a ABC—es que antes se nos exigía mucho más que ahora, de hecho, algunas pymes entre las que incluyo la mía, seguimos manteniendo esa ratio antigua y las exigencias anteriores. Otros, en cambio, se han amparado en el marco normativo actual para reducir el precio del mantenimiento, a cambio de someter a sus operarios a más de 75 ascensores porque no ponen límite. Conozco casos en los que esa ratio llega a 400 ascensores por operario, con precios muy económicos, claro está, con los que han destrozado el mercado. En esas condiciones de trabajo es imposible percatarse de determinados aspectos de seguridad esenciales.
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