Religión
El arzobispo de Sevilla consagró el nuevo altar y reinauguró Santa Catalina
La parroquia, tras un largo y dificultoso camino para su rehabilitación, volvió a recibir culto en una eucaristía cargada de símbolos litúrgicos
Llovía fuera. Era como un agua bendita rociada a los viejos muros de Santa Catalina hoy firmes como la fe de sus feligreses. Agua bendita como la del hisopo con el que el arzobispo echó sobre esa piedra desnuda que aún no era altar, y como la que asperjó sobre los fieles, como piedras vivas de la Iglesia mientras sonaba «un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo».
Había un nerviosismo de día grande. Todo estaba por fin en su sitio. Quién diría que aquí, hace apenas unos meses, no había suelo ni retablos. Que todo eran andamios. Que hace muy poco nada más que había grietas en sus arcos y paredes mudéjares. Santa Catalina lucía espléndida , alejada de la frialdad de otros templos restaurados en otras ocasiones.
Llegó pronto el arzobispo. Dentro, el protocolo catedralicio era firme. Todo en su sitio. Allí estaban el alcalde, Juan Espadas , y el delegado de Fiestas Mayores, Juan Carlos Cabrera , como representación municipal. También acudió el delegado del Gobierno en Andalucía, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis , que fue delegado de Urbanismo durante el tiempo que estuvo cerrada la iglesia, a la cual está vinculado como hermano de la Exaltación. A la ceremonia asistieron el anterior alcalde y ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido ; o el presidente del Consejo de Cofradías, Francisco Vélez , entre otras autoridades.
Monseñor Asenjo presidió una eucaristía repleta de símbolos litúrgicos, como corresponden a la consagración del nuevo altar de este templo que abrió sus puertas tras catorce años clausurado. Comenzó su homilía con el salmo «qué alegría cuando me dijeron, vamos a la casa del Señor», reflejo de lo que sentían los feligreses en un día como el de este domingo, festividad de Santa Catalina y de Cristo Rey. El prelado hispalense, en cuyo pontificado se ha afrontado la gran parte de las obras, mostró su «alegría por la consecución de una meta largamente soñada, que ha encontrado innumerables imponderables y dificultades, felizmente vencidas con la ayuda de Dios». Así, destacó que «hemos recuperado un templo emblemático, de porte casi catedralicio, verdadero compendio de la historia del arte cristiano, orgullo de Sevilla y su Archidiócesis».
Durante su predicación, Asenjo hiló fino en los agradecimientos : la curia diocesana, el arquitecto Francisco Jurado, los arqueólogos, los restauradores y a Trycsa, la constructora de la última fase, no así a las anteriores. También fue relevante el repaso que hizo sobre las aportaciones económicas para la rehabilitación, que ha supuesto una inversión total de casi cuatro millones de euros. «La Archidiócesis ha aportado algo más de dos millones; el Ayuntamiento, un millón; la Consejería de Cultura, 400.000 euros; el Ministerio de Cultura, 200.000 para los trabajos previos hace catorce años; y la Fundación La Caixa 150.000».
Consagración del altar
Fue el momento principal de la ceremonia. El diácono José Márquez fue explicando cada símbolo, y entonó las letanías de los santos , entre los que se encontraban los titulares de las iglesias sevillanas y los canonizados de la ciudad. La piedra desnuda del nuevo altar fue ungida con el santo crisma, se quemó el incienso y, seguidamente, revestida con el paño y los ornamentos para el ofertorio. Fueron encendidas las velas del altar y del resto de capillas del templo, mientras cantaba la coral de San Felipe Neri «luz de los pueblos».
Durante la consagración, justo en el momento de la imposición de manos sobre los sagrados misterios, a la imagen de Santa Catalina que preside el altar mayor se le cayó la palma. Fue la anécdota de una jornada repleta de detalles para el recuerdo.
La eucaristía se cerró con la entrega del templo a José Blanc, el párroco, que le dio las gracias al arzobispo: «Usted ha dicho, con la ayuda del Señor y con estas personas, voy a salvar Santa Catalina. Rezamos por usted y queremos mostrarle nuestro agradecimiento, reconocimiento, lealtad, ternura y cariño hacia usted. Es un momento histórico para el centro de Sevilla. Santa Catalina vuelve a sacrificar su vida . Un sí por Sevilla. Un sí por la mujer, las santas, las esposas, las madres, las hijas». Y, el prelado, pidió por que «la restauración de este templo nos anime a todos a restaurar nuestra vida cristiana». Un gran aplauso sucedió a la lectura del acta.
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