XXV AÑOS DE LA EXPO 92

Aramburu: «Recordar el año 92 debe servirnos para saber que valemos y que podemos»

El responsable de la entidad impulsora de los actos del 25 aniversario de la muestra ensalza la herencia de aquel evento: «Hay que recuperar la autoestima»

Ángel Aramburu, en la exposición sobre el 92 VANESSA GÓMEZ

EDUARDO BARBA

El presidente de la fundación Legado Expo, Ángel Aramburu , era un crío de doce años cuando se celebró en su Sevilla natal la Exposición Universal de 1992 . Su responsable de comunicación, Jaime Sierra, ni siquiera había nacido. Pese a ello, ambos conocen y explican hasta el más ínfimo detalle de cualquier aspecto, por rebuscado que parezca, de aquella muestra que cambió la historia de la ciudad y cuyo vigésimo quinto aniversario se celebra. Entre otras cosas, con la estupenda exposición que esta entidad cívica y Epgasa —la empresa de la Junta de Andalucía que gestiona los antiguos activos del certamen— inauguraron en el Pabellón de la Navegación precisamente el 20 de abril y que se prolongará, también precisamente, hasta el 12 de octubre. Resulta asombroso el conocimiento que tienen de la Expo y, muy especialmente, cómo ésta ha marcado a todos los que componen la entidad. Aramburu lo narra emocionado.

-Yo tuve la suerte de vivir cerca de la Cartuja y vi nacer a la Expo, cómo de la nada emergía un nuevo barrio de vanguardia. Pese a mi edad, intuía que algo grande iba a suceder allí. Luego tuve también la fortuna de vivirla muy intensamente, yendo todos los días con mi familia al tener el pase de temporada. La disfruté como un niño pero también con la consciencia de que aquello era algo grande que nos iba a marcar mucho, como así ha sido.

-Ahora vemos los resultados del trabajo y de esa pasión por la Expo, pero ¿desde cuándo están con ello? ¿Cuánto hay detrás?

-Mucho. Los miembros de la asociación nos conocíamos bastante antes de ponerla en marcha, hace quince años o más, porque teníamos una inquietud común: preservar el legado del 92, algo que podríamos hacer de forma más intensa si nos constituíamos como asociación. Desde que lo hicimos, nuestro objetivo ha sido siempre desarrollar el enorme potencial que tiene la Cartuja. Por eso ya hicimos algo por el veinte aniversario, que serviría para preparar esto de ahora. Son muchos años. Incluso presentamos nuestras propuestas a los partidos y muchas de ellas entraron en los programas electorales. Les dimos el trabajo hecho. Hemos sido muy críticos cuando ha hecho falta, pero por supuesto también somos los primeros en apoyar iniciativas sobre la isla.

-Quizás también ha hecho falta para ello algo más implicación de las administraciones, ¿no le parece?

-Queremos que las instituciones públicas pongan de su parte, por supuesto, pero también hay que reclamar a la ciudadanía que invada la Cartuja, que venga a comprobar que esto no son jaramagos sino que existe una actividad muy importante. El parque tecnológico supone el 10% del PIB de Sevilla. Aquí hay empresas punteras a nivel mundial que podían haberse establecido en Madrid, Barcelona o cualquier ciudad del mundo y han escogido Sevilla, lo cual será por algo, ¿no? Tenemos un parque temático y un polo cultural al sur de la isla cada vez más potente. En fin, que hay que ser constructivos.

-Pero no es fácil eso ante una idiosincrasia como la sevillana, ante un ciudadano antropológicamente crítico y hasta derrotista con lo suyo...

-Exacto. Por eso nuestra intención principal siempre ha sido recuperar la confianza en nosotros mismos. El aniversario de la Expo en realidad es una excusa para reivindicar que los sevillanos podemos y valemos, somos capaces. Hay que recuperar la autoestima. En el año 92, el mismo día antes de la inauguración todavía estábamos quejándonos y lamentándonos de que no llegábamos a tiempo. Y no puede ser así. Fuimos capaces de organizar un evento internacional de seis meses con un éxito clamoroso, muy superior a unos Juegos Olímpicos. Gracias al 92, España recuperó una imagen perdida de potencia mundial y fue gracias al escaparate que supuso Sevilla.

-¿Han vivido desde entonces los sevillanos acomplejados porque se realizó una gran inversión y después ya daba reparos no volver a pedir y dejar que lo hicieran otras ciudades?

-Absolutamente. Yeso es así porque se ha asentado una idea falsa. Porque el 92 supuso también una descentralización de los beneficios evidente. La Expo no sólo benefició a Sevilla sino a su provincia y al conjunto de Andalucía. Se hizo el tren de alta velocidad, pero también para Córdoba. Y si no es por que lo tiene Sevilla, hoy no hay AVE tampoco en Málaga. Y las autovías A-92 y la A-49, y el Plan Andalucía 5.000...

-También es verdad que mantener aquel espíritu ganador, dinámico y de punta de lanza no era nada fácil...

-Claro que no. La Expo fue una borrachera enorme. Y como todas las grandes borracheras, luego hay que sufrir una resaca, que en Sevilla fue una profunda depresión que por desgracia coincidió con una fuerte crisis económica. Gracias al plan de Cartuja 93, que se preparó antes incluso de la Expo por vez primera en una exposición de este tipo, nos pudimos salvar luego un poco.

-¿Podrían haber trabajado mejor las administraciones a la hora de aprovechar lo que se había hecho en la isla? ¿Se ha reutilizado suficientemente?

-Cartuja 93 sirvió como referente pero no fue una idea desarrollada del todo. Y no lo fue porque, curiosamente, se esperaban recuperar muchos menos pabellones. Hubo muchas ideas sobre qué hacer con lo que fue la Expo y finalmente tenemos una mezcla con un poco de todas. Por eso hemos de tener una lectura positiva, porque se ha aprovechado mucho de aquel 92. Démonos cuenta de que de cualquier otra exposición de este rango se ha aprovechado muy poco, casi nada. De la de París quedó sólo la Torre Eiffel, por muy simbólica que sea. De Bruselas, el Atomium y dos pabellones. De Osaka, el Tótem y un pabellón. O si prefiere un momento más cercano, la Expo de Milán de 2015 ha sido arrasada; le queda el pabellón de Italia, el Árbol de la Vida y poco más. Casi nada. Es un grandísimo logro que de la Expo del 92 queden tantos pabellones, aunque eso no se haya contado como es debido en la mayoría de ocasiones. No se ha «vendido» bien.

-Y lo que no son pabellones...

-Y tanto que sí. Hemos heredado muchísimas infraestructuras de primer orden gracias al 92. Si no fuera por la Expo, esta ciudad no tendría nueve puentes, la estación de Santa Justa, el ferrocarril soterrado, una nueva terminal del aeropuerto, una ronda de circunvalación... Un evento como ese debe servir para atraer inversiones e infraestructuras, y en el caso de Sevilla sirvió para ello y muy bien. Lo que aquí se hizo en cinco años, otras ciudades tardan en tenerlo cincuenta o sesenta. Gracias al éxito de la Expo 92, el Bureau Internacional de Exposiciones tiene que regular desde entonces la celebración de las exposiciones universales. Antes se hacían en cualquier año, por cualquier causa. Ahora no. Ahora se hacen cada cinco años, hay ciudades candidatas, se presenta un proyecto... Como para unos Juegos Olímpicos. Y es porque la experiencia de Sevilla demostró que una exposición así es muy rentable. En 2020 se celebra en Dubai y para 2025 son candidatas París y Osaka. Por algo será.

-El impulso que ha dado a esta efeméride una entidad cívica como la suya contradice algunos tópicos sobre la falta de iniciativa popular en Sevilla.

-Nosotros intentamos cambiar dinámicas. Sevilla es una ciudad dormida a nivel social. Nos gusta mucho quejarnos pero luego nos conformamos con lo que nos den. Y hay que moverse. Nosotros somos una asociación pequeña que no tiene ni sede. Y puedes mover mucho si tienes un motivo y ganas de trabajar por tu ciudad. Insisto, el aniversario no es más que una excusa para poner a Sevilla en la picota. 2017 debe ser un momento para recuperar la confianza y perder los complejos. Defenderse de quienes nos acusan de que se nos da todo cuando es falso y desde el 92 para acá las inversiones han sido ínfimas. Ya está bien. Vamos a dejar de estar agachaditos de una vez.

-Pero en eso hay que meter a todos en el mismo saco, a los movimientos cívicos y a sus representantes públicos.

-Sí. Y es verdad que podían haber hecho más. Pero igual no lo han hecho porque a lo mejor no se ha comprendido suficientemente la importancia que tiene esta espacio ni los ciudadanos hemos reivindicado eso suficientemente. Igual que hay ciudadanos o entidades que reclaman que se arregle Santa Catalina o San Bartolomé, que me parece muy bien, nosotros reivindicamos por un patrimonio mucho más cercano en el tiempo, no es más que eso. Lo que hay aquí no puede ser olvidado y ya estamos pensando en el 13 de octubre. Porque hay que seguir. El día después de clausurar la exposición es importantísimo. Como pasó hace 25 años.

-La conmemoración del quinto centenario de la primera vuelta al mundo entre 2019 y 2022 debe ser una gran oportunidad para seguir avanzando en este sentido, ¿no es así?

-Por supuesto. Eso no está tan vinculado a la Cartuja pero también lo vamos a apoyar porque en la isla tenemos, por ejemplo, el Pabellón de la Navegación, que puede dotarse de más contenidos por ello. De hecho, venimos proponiendo que se ponga en marcha y se refuerce un eje cultural que vincule el Museo de Bellas Artes, al otro lado del río, con el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, el Pabellón de la Navegación, el del Siglo XV, el monasterio de Santa María de las Cuevas... Todo está muy cerca y con una buena señalización e información, esta zona puede erigirse como foco cultural de primer orden. Es otro objetivo y la primera vuelta al mundo puede ayudar mucho a relanzarlo.

-Veinticinco años después, ¿está integrada la Cartuja en la ciudad?

-Pues opino que sí. Lo que pasa es que no hay viviendas sino empresas , y eso cambia mucho la visión. Pero lo está, sin duda. Está hasta mejor comunicada que el resto de barrios. Lo digo de verdad. A la Cartuja se puede llegar en coche, en autobús, en taxi, en bici, en tren, en barco y hasta en helicóptero. No es broma...

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