Primera vuelta al mundo
Vía de agua en la Trinidad
La armada española cargó 45.990 kilos de clavo en la Trinidad y 32.800 kilos en la Victoria. La primera hizo agua
La Trinidad y Victoria se encuentran por fin en las Molucas, las islas de las Especias , objetivo real de la expedición. Durante unos días se suceden unos episodios que decidirían el regreso a España de tan solo una de las naves, la nao Victoria.
El 25 de noviembre de 1521, estando en Tidore, al despuntar el día, los españoles y el rey de la isla, Almanzor, inician el trueque y la posterior carga del clavo en los barcos , embarcando ciento sesenta y un quintales, 5.288 kilos, que los españoles celebran disparando su artillería. El 9 de diciembre reciben la visita del rey de Giloló y de Almanzor, que sabiendo que los españoles querían hacerse a la mar lo antes posible, les advierte ante los peligros de la navegación por la zona, señalando «que no navegásemos durante la noche por los escollos y arrecifes que hay en este mar; y cuando le dijimos que nuestra intención era navegar día y noche para llegar lo más pronto posible a España, nos respondió que rogasen a Dios por la prosperidad de nuestra navegación». Preparando la partida, el 16 de diciembre nos cuentan que «pusimos en los navíos velas nuevas, sobre las que pintamos la cruz de Santiago de Galicia , con esta inscripción: esta es la figura de Nuestra Buenaventura».
Mientras todo esto sucedía, los contramaestres de las naos se encargan de embarcar en cada una de ellas ochenta toneles de agua fresca , víveres de todo tipo, y de estibar de manera definitiva los 1.400 quintales de clavo - 45.990 kilos- que lleva la Trinidad, y los 1.000 quintales –32.800 kilos- de la Victoria.
El 18 de diciembre era el día señalado para iniciar el regreso a España. Todo estaba preparado a bordo. Los oficiales españoles, vestidos con sus mejores galas se despiden de sus amigos los reyes de Tidore, de Giloló, de Batjan y del príncipe de Ternate , que habían salido a la mar para verlos partir y acompañarlos hasta la cercana isla de Mare.
Las dos naos con todas sus banderas, estandartes y gallardetes ondeando al viento se despiden con una cerrada descarga de artillería de todo el pueblo que se hallaba concentrado a orillas de la playa para verlos partir. Pero nada más levar anclas, surge un nuevo problema que es extremadamente grave, la Trinidad no puede continuar con las maniobras porque comienza a anegarse de tal manera que el agua entra en su bodega poniendo en peligro su flotabilidad.
«El navío Victoria, desplegó velas el primero y ganó el largo, donde esperó al Trinidad; pero éste levó anclas con mucha dificultad, y los marineros descubrieron que sufría una vía de agua en la cala. Volvió a anclar entonces el Victoria donde estaba antes».
«Se descargó en gran parte el Trinidad para buscar la vía y taponarla, pero aunque se le acostó de babor, el agua entraba cada vez con más fuerza, como por un caño, sin que pudiéramos encontrar la vía; este día y el siguiente dimos a las bombas sin cesar, pero sin éxito».
La mayoría de los tripulantes de los dos barcos se turnan para dar frenéticamente a las dos bombas de achique de la Trinidad. El rey de Tidore, que está siendo testigo de lo que ocurre a bordo, envía inmediatamente hasta a ocho de sus buzos más expertos para que se sumerjan e intenten localizar la vía de agua, pero no consiguen descubrirla. Pigafetta nos cuenta cuál era el procedimiento utilizado por estos buzos para localizar la entrada de agua.
«Bucearon los hombres en el mar, con la cabellera flotante , porque se imaginaban que el agua al entrar por la vía arrastraría sus cabellos, indicándoles así el lugar del agujero».
«El rey pareció que se afectaba vivamente con este contratiempo hasta el punto de que se ofreció él mismo para ir a España y relatar al rey lo que nos sucedía; pero le respondimos que, teniendo dos navíos, podríamos hacer el viaje con el Victoria solo, que no tardaría en partir aprovechando los vientos del Este que empezaban a soplar; durante este tiempo carenarían al Trinidad, el cual podría aprovechar enseguida los vientos del Oeste para ir a Darién, al otro lado del mar, en la tierra del Diucatán. Dijo entonces el rey que tenía a su servicio doscientos cincuenta carpinteros , a los que emplearía en este trabajo bajo la dirección de los nuestros, y que aquellos de nosotros que se quedaran en la isla serían tratados como sus propios hijos».
A la vista de lo sucedido a la Trinidad, Elcano manda aligerar su barco, que también estaba sobrecargado, mandando a tierra 60 quintales de clavo. Por fin, el 21 de diciembre de 1521 , aliviada la Victoria, y después de repartirse las tripulaciones, ya que hubo marineros de esta nao que pidieron quedarse en Tidore voluntariamente y que fueron sustituidos por los que deseaban volver a casa, Elcano, siendo ya medio día, no sin antes recoger las cartas que sus compañeros que quedaban en tierra habían escrito a sus allegados en España, inicia su largo peregrinar de regreso a la Península.
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