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Reloj de arena

Abelardo Rodríguez: La dolce vita

Llenaba lo que fuera, hasta vacíos metafísicos, y ponía hasta la bandera el local que tocara, ya fuera La Rueda, La Recua, La Rienda o Los Daneses

En el centro de la imagen, la ya fallecida princesa Lalla Amina, hermana de Hassan II. Y de izquierda a derecha las patas del banco de un grupo felizmente incorregible: Juan Pedro González-Valverde, Abelardo Rodríguez, Pepe Vázquez, Felipe Galloso y Juanjo Hernández. O sea, Los Romeros de Rabat. Felipe Galloso
Félix Machuca

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Nació con ese don. Como unos nacen para pintar, cantar, hacer números o cómodas de caoba estilo imperio. Vino así de fábrica. Con muchos kilos de empatía y una facultad innata para hacer de una maldad venial una broma amistosa. Eso le pasó cierta vez ... en la escalera de La Reja , aquella discoteca a espaldas de La Campana, donde llegaron los guripas avisados por el desconcierto de la madrugada y desde la misma escalera, amparado tras uno de los amigos, le quito la gorra a un localia con una varita de bambú, como si fuera el príncipe gitano. Abelardo no solo no consiguió endemoniar al policía, sino que acabó brindando con él por una noche menos ruidosa. Este hombre pasa por ser uno de los primeros, quizás el primero, relaciones públicas de discotecas sevillanas . Fue el rey de la noche local durante las décadas de los setenta y ochenta. Y aún guardo en mi memoria su sonrisa burlona, sus educadas maneras y aquella tremenda vitalidad para beberse la vida en la copa larga del cristal de la noche. Conocía a todos y todos lo conocían. Y a sus llamadas de teléfono para prestigiar una fiesta, convocar a un acto benéfico o anunciar la presentación de un disco en alguna de las discotecas donde reinaba, le respondían desde María Eugenia Brianda Timotea Cecilia Martínez de Irujo y Fitz-James Stuart hasta Fermín Díaz , el alma máter de la hacienda El Vizir, sin olvidar el gorrilla de Virgen de Luján. Era abiertamente generalista y llevaba una banderita de España en el cierre metálico de su reloj. Abelardo llenaba lo que fuera, hasta vacíos metafísicos, y ponía hasta la bandera el local que tocara, ya se llamara La Rueda , La Recua , La Rienda o Los Daneses , mucho antes de que Los Daneses fueran parada y fonda de amores urgentes y clandestinos.

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