Desescalada en Sevilla

Día 50 de encierro en Sevilla: Un día de la madre sin besos ni visitas

Los pequeños paseos que ya permite el plan de desescalada sirvieron para que muchos hijos pudieran saludar desde lejos a sus madres

Una madre con sus hijos en la calle J. M. Serrano

ABC

Ni comidas familiares, ni besos. El día de la madre coincidió con la quincuagésima jornada de confinamiento que muchos pequeños pasaron en casa, a resguardo del calor, pintando bonitos dibujos de felicitación para sus madres, mientras que los mayores felicitaban a las suyas por teléfono. Los pequeños paseos que ya permite ese inicio de la desescalada se emplearon para pasar por debajo de la casa familiar y saludar , al menos desde lejos.

Apenas un simple hola en la distancia supo a gloria a muchas sevillanas que llevaban semanas sin ver a sus hijos. Los deportistas han vuelto a tomar las calles, pero con menos masificación que ayer. Efectivamente hoy es el día nacional de la agujeta, como vaticinó el articulista de ABC en Twitter Daniel Ruiz , y muchos han preferido cambiar la zapatilla deportiva por la cómoda sandalia, aliviando también el calor de esta semana, como mencionan varios redactores de este periódico en la reflexión diaria:

Mercedes Benítez . El segundo día de la fase inicial del desescalamiento fue bastante más tranquilo que el primero. Si la jornada del estreno de la desescalada algunos salieron como los toros y estaban en la calle desde muy temprano, hoy lo han hecho los verdaderos deportistas, mientras que los otro, o tenían agujetas del esfuerzo del sábado o han decidido quedarse en casa. Por las calles se veía gente, algo más que lo normal para un domingo por la mañana, en una jornada en la que el calor ha vuelto a ser protagonista y también el culpable de que se vieran pocos mayores y pocos niños en sus franjas horarias correspondientes. Hoy, con el termómetro por encima de los 35 grados, se han visto paseos y muchos que siguen preguntándose si este año podremos bañarnos en las piscinas. Y, lo más importante ¿podremos ir a la playa? Es la pregunta del millón.

María José Lora . Me enfundé las mallas de deporte y las zapatillas cual deportista nata y bajé las escaleras a toda prisa a las 19.59 horas (las 20 horas según mi pulsera inteligente) para dejarme llevar por un paseo liviano de esos que tanto me gustaban hace 50 días. Crucé la avenida y bajé al río Guadalquivir, a no más de un kilómetro de casa, y siempre manteniendo la distancia de seguridad con quien me encontraba. Suponía que mi estado de forma física dejaba que desear y que sería un rato relajado para tantear un poco el terreno y estirar las piernas. Sorteando las bicicletas y los patinetes cogí la acera tratando de llevar un ritmo fijo, mientras intentaba mantener la distancia con los siguientes, otra pareja que caminaba. Esquivando algunos perros y mirando cómo otros jugaban al fútbol seguí mi ruta hacia delante, sin perderme en las conversaciones de un grupo de madres en un banco. Algunos niños aún seguían dándole al balón en el césped, fuera de la franja horaria permitida, mientras unos adolescentes coincidían «por casualidad», por supuesto, bien arrimados. Cambié de ruta evitando las aglomeraciones en los semáforos y subiendo una escalinata con el fin de buscar un trecho con menos bulla. No lo encontré por ninguna parte. Desolada, y con miedo en el cuerpo, me volví a casa, percatándome de las miradas entre transeúntes y un silencio molesto que se dejaba notar. «Éramos ricos y no lo sabíamos», comentaba un amigo «runner» en su primera salida al alba este 2 de mayo. Lo éramos, hace 50 días.

Jesús Morillo . Si hubiera que reducir a dos las cosas que han pasado este fin de semana en relación con el coronavirus esas serían la relajación del confinamiento para muchos sevillanos y el calor. Lo primero permite permite ensanchar la luz que se ve ya al final del túnel del estado de alarma, que comenzó a abrirse con los paseos para los más pequeños y que se ha ampliado con las salidas para hacer deporte o sencillamente para pasear entre los adultos y mayores. Lo segundo, quizás expresa más un deseo que una realidad, que el Covid-19 muere o al menos atenúa considerablemente su capacidad de contagio con las elevadas temperaturas, algo que tendrán que demostrar los estudios científicos, pero mientras contribuye a dar a la gente una mayor dosis de entusiasmo ante un confinamiento que parece tener los días contados, o al menos más que hace una semana.

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