CRISIS DEL CORONAVIRUS EN SEVILLA

Día 42 de encierro en Sevilla: La primera luz al final del túnel

La salida inminente de los niños, aunque sea parcialmente, será una prueba de esperanza para el futuro desconfinamiento

Un hombre por el puente de Triana tras hacer su compra Raúl Doblado

S.L..

Sábado gris, nublado, en Sevilla, con muy pocos coches y muy poca gente, salvo en los supermercados. E l sol saldrá, sin embargo, este domingo por partida doble. El astro rey, porque las nubes se retiran y nos dan una tregua; y el sol de la infancia que mañana volverá al asfalto después de 42 días sin hacerlo. Será bueno ver a los niños correr por las calles, si es que sus padres les pueden seguir el ritmo, tras tanto tiempo encerrados en casa.

Los irreductos del albero que no se resignan a la tiranía del coronaviurs habrán celebrado en casa la noche del «no alumbrao» con farolillos y sevillanas. Y manzanilla, jamón y pescaíto frito , como marca la ferial costumbre. Hay gente para todo.

Entre niños y bailes, siguen entregándose mascarillas infantiles y de las otras en muchos pueblos de Sevilla. En Alcalá de Guadaira anuncian unas setenta mil y que los barrios con más mayores serán sus primeros destinos.

José Gómez Palas . Séptimo sábado de confinamiento. Las persianas de las casas tardan más en levantarse que los días ordinarios de labor. ¿Habrá habido también preferia de manzanilla y buenas chacinas en el interior de muchos domicilios sevillanos? La ciudad despierta con la herida abierta del vacío de una Feria de Abril que pudo ser y no fue y enfrentándose a la soledad silenciosa del gigantesco esqueleto de hierros de una portada a medio montar donde sigue flameando la bandera de España en lo más alto de su estructura. Es la imagen icónica de este sábado de pescaíto donde las únicas freidoras que echarán humo serán las de las casas de los sevillanos y donde para escuchar el «a bailar, a bailar» de los Cantores de Híspalis habrá que recurrir a Youtube. La ciudad se debate entre quienes defienden que ante la que está cayendo no hay nada que celebrar y los que intentan romper la rutina de la cuarentena adornando sus balcones con farolillos y dibujando la mejor sonrisa en sus rostros. Y la calle Asunción es la metáfora perfecta de esta antítesis. Decenas de balones están plagados de banderas de España con crespones de luto, mientras que en la terraza contigua los vecinos se afanan en colgar tiras de papelillos y extender sobre la baranda los mantones de Manila. La Sevilla de las dualidades.

Jesús Álvarez . Dice la psicóloga Paloma Carrasco que «muchos en casa estamos más irritables y nerviosos porque estar encerrados tantos días es difícil». María Salud Grisalvo, coordinadora de emergencias del Colegio Oficial de Psicólogos de Andalucía, llega más lejos y sabe por experiencia profesional que en los confinamientos largos «la gente empieza a sacar el león que lleva dentro».

Este domingo dejaremos atrás el león y sacaremos el niño (o los niños). Y el lunes Dios dirá. Verlos correr, aunque sólo sea un sprint, o saltar sin miedo a tropezar con la cama o una silla, será todo un espectáculo. Para la psicóloga de Quirónsalud Sagrado Corazón, «el beneficio psicológico y físico es evidente porque tomar el aire, recibir los rayos de sol, poder saltar, correr y pasear, despeja a los niños y nos despeja a los mayores».

Pues hay gente todavía que se hace cruces con esta salida controlada (y casi milimetrada) después de 42 días en casa. ¿Será que el mundo exterior produce aún más miedo cuando dejas de pisarlo una temporada? Allá cada cual con sus miedos pero que no nos pongan el cronómetro. « ¡Eh, para dentro ya con ese niño, que ya llevas una hora y te he visto!» La nueva policía balconil surgida del Covid-19 me recuerda tanto a la Stasi alemana que haría levantar un muro como el de Berlín para que se fueran todos sus efectivos al otro lado.

Jesús Díaz . Dice la canción que Sevilla tiene un color especial. Hoy bien podría cambiarse el color por el olor, que durante todo el día está recordando lo que tenía que suceder esta noche, en circunstancias normales (aunque ya no sé qué es lo normal). El sevillano tiene apuntado en su calendario personal este día en letras mayúsculas. Es la entrada de la noche más esperada, junto a la Madrugá del Viernes Santo. Y este año, el virus ha trasladado su celebración a las casas, de cuyas cocinas no deja de salir ese olor a pescaíto frito que colmará las cenas de este sábado.

Las pescaderías arrasadas y las bodegas de los supermercados vacías, sobre todo, en la parte de vinos de esta tierra andaluza. Muchos sevillanos lo tienen claro y quieren vivir con sus familias y en sus casas, como manda el Gobierno, la alegría de la Feria de Abril. Para unos hay motivos, otros dicen que no los hay. Cada uno allá con sus pensamientos.

Si sumanos la noche del alumbrao a la víspera de la salida de los niños, parece que la ciudad tiene otro espíritu este sábado. Aunque para uno, que suele salir muy poco durante la semana y que hoy tiene dispensa, todo es raro. A pesar de tener una sensación de relajación por los que me rodean, en la calle veo a menos gente de lo que esperaba. Es mi percepción. Y en la Cartuja, menos aún. Que siga así.

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