Veranos inolvidables

Chipiona, Benalmádena y Cazalla de la Sierra... destinos de María del Monte

La cantante se iba de veraneo con su familia por Andalucía

Chipiona, Benalmádena y Cazalla de la Sierra... destinos de María del Monte ABC

amalia F.Lérida

Sus veranos siempre han sido maravillosos. Como su infancia. No hay ninguno inolvidable. Todos lo fueron.

A la cantante María del Monte se le ilumina la cara y se queda pensativa rememorando aquéllos de cuando era estudiante y se iba a descansar con su familia, siempre en familia, todos juntos, y por Andalucía, por España, como hace ahora, ajena a esas modas de irse al extranjero, «que yo no las entiendo viviendo un país tan exquisito en todos los sentidos».

Era la única niña entre cinco hermanos y donde iba uno iban los demás. Y no sólo la familia estricta sino primos, tíos, amigos.. .

Matalascañas , después Chipiona en donde estuvo muchísimos años y guarda unos recuerdos entrañables; y, luego Benalmádena son sus etapas en el mar.

De la playa pasó a la sierra porque era muy enclenque y el médico dejó claro que le convenía ese clima. De modo que se fueron a Cazalla de la Sierra , el pueblo de su madre.

Allí sus días, sus tardes y sus noches eran «corretear por las montañas, leer los TBO de la época, las historias de Los Cinco , de Enid Blyton; ir al cine y convivir». Nunca ha sido persona de ir a una discoteca. En toda su vida habrá ido cuatro o cinco veces porque le gusta mucho hablar y en esos sitios no se puede.

«Antes no había facebook ni twitter (ni los tengo tampoco ahora) y se hablaba más. No había nada, solo teníamos que coger el coche y las maletas y vámonos que nos vamos. Hacíamos mucha vida juntos en la casa porque mi madre jamás puso pega en que nos reuniéramos 20 personas. Éramos cinco y llegábamos cada uno con dos para comer y ella decía que no pasaba nada. ¡Claro, lo que quería era controlar y así estaba más tranquila...Normal!».

También empleaba mucho tiempo en tocar la guitarra tanto que hasta una tarde en Benalmádena en los jardines del hotel en el que se hospedaba los turistas le daban dinero y su madre exclamaba: «¡Que no, que no, que mi hija no se dedica a esto. Que no está pidiendo. Mi hija está cantando y nosotros estamos aquí para escucharla!».

Esos eran los veranos de María del Monte. Tranquila, con su gente, sin asignaturas pendientes para septiembre y comiendo porque en su casa siempre se ha comido mucho y bien.

Pero esos veranos cambiaron de la noche al día a partir de 1988, año en el que empezó a trabajar. Estaba ocupada de mayo a octubre y luego, eso sí, se cogía días de descanso pero ya no era verano «ya no había quien se bañara en la playa, arrecia».

Ahora, a estas alturas de la vida puede compaginar el trabajo con las vacaciones y programarlas. «¿Qué a dónde voy? No me gustan los lugares masificados y la playa lo está. Yo soy más de sierra y de piedras, museos y monumentos porque en este país hay de todo porque, vuelvo a decirte, siempre me voy por España».

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