Juan Espadas, el ocaso de un alcalde metido a sanchista
Hace apenas dos años era un regidor respetado que no parecía tener problemas para su reelección, abandonó para liderar el PSOE regional y todo tornó en desastre

Juan Espadas era un alcalde de cuento. Podía almorzar y cenar perdices con Sevilla gracias a una oposición desintegrada, a una ciudadanía conformista y a que, como aquí llueve poco, es muy difícil pisar charcos.
Espadas era un alcalde valorado, también sobrevalorado cuando se ... ha hecho balance final de la hoja de servicios a la ciudad y los proyectos que llevan su firma. Los sevillanos apreciaban su perfil institucional moderado, fraguado en una vida laboral unida exclusivamente a cargos de responsabilidad en la Junta de Andalucía a la que llegó en 1989 como asesor jurídico de la Consejería de Medio Ambiente y en cuyos ascensores siempre fue pulsando pisos superiores después de militar con 31 años en el PSOE. De asesor pasó a desempeñar varias jefaturas de gabinete, la secretaría general de planificación de Egmasa, la dirección general de Prevención y Calidad Ambiental, la viceconsejería, hasta que en 2008 fue nombrado por Manuel Chaves consejero de Vivienda y Ordenación del Territorio.
Su salto a la política municipal tuvo como mérito que se trabajó la Alcaldía durante cuatro años en la oposición para erosionar la histórica mayoría absoluta de Juan Ignacio Zoido y hacerse con el bastón de mando en 2015. Tras revalidar cuatro años después la Alcaldía, marcando al PP su más bajo suelo electoral, Espadas era un hombre feliz.
Juan Espadas tenía además eso que llaman 'buena prensa'. Y así se proyectaba hacia la reelección con velocidad de crucero y altas posibilidades de victoria electoral. Sea porque pensó que la ciudad se le quedaba pequeña, porque le gustan las emociones fuertes o porque la tentación vive arriba, en 2021 mordió la manzana que Ferraz le ofreció en forma de hoja de ruta para poner fin al susanismo en unas primarias con todo a favor para hacerse con la secretaría general del PSOE andaluz. El socialismo andaluz precisaba de un revulsivo tras la angustiosa pérdida de la Junta de Andalucía y Espadas se dispuso a repetir su proeza municipal a nivel regional. Pero nada fue igual desde aquel 23 de julio de 2021 cuando se coronó líder del socialismo andaluz.
Decidido su salto, Espadas gestionó mal su salida del Ayuntamiento con una interinidad que terminó tensionando el grupo municipal mientras elegía como delfín a Antonio Muñoz y con la que alertó a los ciudadanos de dónde estaban los intereses del alcalde. La búsqueda de un paracaídas en el Senado retrasó su partida hasta enero de 2022.
Dos duras derrotas y crisis internas
Al frente del PSOE regional, Espadas ha sufrido en dos años dos duras derrotas electorales, la de la mayoría absoluta de Juanma Moreno en junio de 2022 y la reciente de las municipales, que Espadas intenta matizar con técnicas aritméticas propias de Tezanos, declarándose optimista tras unas elecciones en las que los socialistas han perdido cien alcaldías, entre ellas las de las capitales andaluzas, incluida la capital cuya plaza creyó asegurada. También ha perdido las diputaciones de Huelva y Cádiz porque la otrora imponente mancha roja del mapa electoral se ha quedado circunscrita a las provincias de Jaén y Sevilla.
Desde 2021 Espadas intenta sin mucho éxito suturar las heridas de sus luchas internas que se reabren cada vez que el PSOE pierde masa laboral en las instituciones. Desconfiado de una Susana Díaz herida que se agarra a la pantalla y a los atriles de pueblo en campaña para recordar que sigue ahí, a Espadas los asuntos internos no dejan de darle disgustos. Entre los más recientes el cese de su número tres, Noel López, una apuesta personal ahora implicado por la Guardia Civil en el turbio secuestro fallido de Maracena. El último escándalo de su ejecutiva llegaba con el tuit de la veterana presidenta, Amparo Rubiales, en el que llamó «judío nazi» al coordinador general del PP, Elías Bendodo, a la que el viernes tuvo que pedir una rectificación que no llegó, obligándola a dimitir, aunque sobre el asunto se ha escuchado más a Javier Lambán que al propio Espadas.
La gresca de Doñana le quema, es rehén de las decisiones adoptadas por la Junta mientras ocupaba cargos en Medio Ambiente
Tanta borrasca sobre su imagen como gestor en el ámbito orgánico tiene otro factor desencadenante, Espadas ha intentado desde el primer momento destacarse entre los barones socialistas más afines a Pedro Sánchez. Su persistente defensa de hechos y palabras del presidente ha desdibujado su perfil moderado en estos años y le ha colocado en numerosos renuncios.
Así le ha ocurrido en la polémica de Doñana en la que ha adoptado todas las posturas posibles en función de los pasos que daba La Moncloa; desde apoyar la regulación de los cultivos, consciente de las promesas realizadas en los pueblos afectados por el PSOE, que en su día hasta facilitó ayudas para los agricultores a los que ahora llama ilegales, hasta justificar los tuits del presidente y la ministra Teresa Ribera haciéndose eco de las campañas de boicot contra el sector fresero onubense. Espadas es en este asunto rehén de las decisiones adoptadas por la Junta mientras ocupaba cargos en Medio Ambiente por lo que el asunto le quema directamente.
No menos achicharrado quedó recientemente cuando en una entrevista en El Mundo, defendía los acuerdos del PSOE con Bildu, el mismo día que la formación vasca rompía las reglas del juego electoral publicitándose en una valla en el estadio de la Cartuja con motivo de la final de la Copa del Rey. En Andalucía, tierra azotada por el terrorismo las amistades con Bildu no generan mucho aprecio. Espadas demuestra una férrea lealtad a su secretario general, por encima incluso de sus intereses personales en su territorio.
Preguntado días atrás por el periodista Jesús Vigorra sobre todo lo malo acontecido desde que llegó a la secretaría andaluza del PSOE, Espadas lo justificaba en «la montaña rusa que estamos viviendo todos los españoles. Esta sucesión de elecciones y la tensión de la vida política del día a día la verdad que no es la mejor de las situaciones y atmósferas posibles. No nos permite estabilizar y poder analizar con un poquito de más tranquilidad que está pasando que medidas se están tomando, si los gobiernos están tomando las decisiones que la gente necesita»... No crean que era una excusa para pedir calma, análisis y autocrítica. No. Fue su forma de responder a la siguiente pregunta: A Espadas le parece «valiente y coherente» que Pedro Sánchez plantee seis debates electorales antes del 23 de julio.
Algunas esferas del partido a nivel regional consideran que la entrega al sanchismo que hace Espadas no le salvará de las amortizaciones que el propio Sánchez emprende cuando se siente perdedor. Espadas ya arrastra ese sambenito en un territorio fundamental y a pocos les extraña las reiteradas bajadas de María Jesús Montero para pontificar en su hábitat. La pasada semana, la ministra hizo una defensa directa de la labor de Espadas. Lagarto, lagarto. O cocodrilo, cocodrilo. Eso es lo que piensa el portavoz parlamentario del PP andaluz, Toni Martín, cuando en la Cámara advierte a su adversario de que estos viajes de Montero le recuerdan a los documentales de la 2 en los ríos de Kenia... y Espadas al ñu.
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