Música
Sevillanas del confinamiento: Salmarina para volar sin alas
«Soy libre», de los sanluqueños, es la composición elegida para la quinta entrega de esta serie que evoca a la Feria desde casa
Volar sin alas, esa es la clave de la quinta sevillana que planteo en esta serie que no trata de sustituir a la Feria a la que no vamos a ir, sino de aliviar. De compartir letras, melodías y conceptos que, de alguna forma, son extrapolables a la situación actual provocada por el COVID-19, aunque en su totalidad se escribieran en el pasado. Salmarina , ese grupo color desembocadura que regaló uno de los coros más reconocibles de su tiempo, nos presta con «Soy libre» un libro abierto al que abrazarnos para evadirnos en su pavesa durante, al menos, unos minutos.
El autor es Isidro Muñoz , hermano del guitarrista Manolo Sanlúcar, y deja aquí, como en tantas otras ocasiones, buena muestra de su talento a la hora de crear auténticas arengas emocionales. Lleno de contradicciones, con un cúmulo considerable de «a pesar de todo» y algo de rebeldía, nos invita a degustar la palabra libertad, menú de cien estrellas que estas semanas hemos visto tambalearse. Lo primero, ante todo, es identificarla, así que de ese «ya se que soy libre» parte lo demás.
«Que yo no vendo nada, me aburre la oficina», por qué no admitirlo e incluso verbalizarlo. Tan verdad como que «te quiero, ya sé que te quiero. Te quiero cuando ríes, porque tu risa es libre y yo te quiero libre. Te quiero cuando ríes y cuando estás conmigo, y cuando te imagino». Entre amores anda el juego, con pocas riendas de por medio y una distancia que está a punto de abrirse y que solo el sueño podrá unir. La imaginación, l o onírico, lo único contra lo que ningún agente externo podrá atentar mientras la esperanza se extienda en el vasto universo que se oculta bajo el cráneo.
Cuando bailamos, por suerte, no acostumbramos a reflexionar acerca de lo que dicta la música, pero lo que Salmarina trae en este hermoso oleaje parece realmente profundo. Nos quedamos, sobre todo, con su apuesta por el campo de las ideas . Porque es en ese terreno en el que se nos permite volar sin alas , con un montón de trabas y cadenas a los pies. No importa, hemos aprendido a coquetear junto a las nubes y no necesitamos demasiado para acercarnos a ellas. Dicho esto, que la guitarra arranque su rasgueo y nos eleve mucho más allá de lo contado. En el flamenco, los que somos muy pesados nos despedimos con una frase hecha: «cuando falle la palabra, que llegue el cante».