Música

Sevillanas del confinamiento: Manuel Pareja Obregón entre dos fiestas

Compartiremos una por cada día de esta semana que no iremos a la Feria. La primera, «Y también es de Sevilla»

El compositor sevillano ABC

Luis Ybarra Ramírez

Nadie explicó nunca tan bien ese paso para algunos extraño del adoquín al albero al que cada primavera se enfrenta el sevillano de forma gozosa. El incienso empieza a oler a caramelo, los mantos se vuelven peinetas de colores muy variados, la bulla avanza en una dirección clara, hacia Los Remedios, aparecen guitarras al término de la saeta y la ciudad, de pronto, cambia lo cabal por la alegría. En medio de las dos fiestas, en algún punto inconcluso entre la Semana Santa y la Feria, queda la composición de Manuel Pareja Obregón «Que también es de Sevilla» , con la que inauguramos una serie que contedrá siete sugerencias musicales, una por cada día perdido.

Nos caemos entonces en la nostalgia de su piano , en su voz de pajarillo al que nadie ha enseñado a gritar y se contenta con derramar los sentimientos entre las teclas y las ramas. El tempo es lento, el género, popular y festivo , y los motivos, cambiantes, aunque todavía gobiernan algunos cofrades. Es el resultado de esta mezcla compleja que aparentemente solo tiene Sevilla: «luna, sol, flor y mantilla». Es decir, «una risa y una pena» . Las dos. Cristos, dramaturgos, barras, poetas.

Todo depende del oído del que escucha. En función de este, habrá quien intuya aquí más a la Esperanza de Triana, la giralda y sus campanas o, por el contrario, a esas cañas gélidas que traen los soles de un país tras los toneles de manzanilla, como se apunta en la versión que realizó María del Monte . En esas rimas de cáscara fácil el maestro Pareja Obregón, sencillamente, retrató el todo que nos rodea y nos lo soltó envuelto de su simplicidad imposible . Sin adornos que estropeen su regalo, entregó esa manera de sentir que se explica en las tradiciones de una tierra en la que hasta los rockeros suenan a palio.

Desde la esclusa, las calles lucen en el brillo de los pintores barrocos: Velázquez, Murillo. Y en esa última versión con la letra más desarrollada que la primera también se recoge una evocación a los más altos pinceles. Aunque desde estas ventanas veamos poco, lo sabemos, porque lo fugitivo prevalece y hay destellos tatuados en la memoria que como Cernuda nos llevaremos más allá del olvido. Ahí están y seguirán por siempre, dentro de esta sevillana luminosa y, en cierto modo, triste, que es en realidad una bandera , la que hemos de sacar en la larga estación de dos semanas que separa una emoción de la otra. Nos han despojado de ambas con la certeza sanadora de que las volveremos a sentir.

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