Música
Sevillanas del confinamiento: malos de los nervios
Martirio grabó en su disco «Cristalitos machacaos» las «Sevillanas de los bloques», en las que se describe una situación similar a la actual
Martirio publicó las «Sevillanas de los bloques» en un álbum grabado con el sello discográfico Nuevos Medios pensando en un futuro confinamiento. No se entiende, si no, la similitud entre la situación que ella describe y la que ahora estamos viviendo. Con una estética rompedora y unas gafas tan personales y pasadas que parece que siempre han vuelto a la moda, en sus «Cristalitos machacaos» nos dejó un mensaje encriptado para que lo resolvieramos a la llegada de una pandemia , en una guerra tan extraña como esta o en cualquier escenario aún más apocalíptico. Estamos ante la visionaria que empleó un lenguaje cotidiano para retratar lo que, al final, acabaría ocurriendo.
Era el año 1988 y nos habló, en primer lugar, del teletrabajo: «Con mi chándal y mi tacones, arreglada, pero informal» . Pijama y deportivas, calcetines sobre el pantalón, esas cosas que tienen que soportar quienes conviven con nosotros, que ya se han acostumbrado a vernos disfrazados de vagabundos por el pasillo. Apostar por la comodidad y tratar de acicarlarnos (aunque un poco menos de lo habitual, pues sería un desperdicio maquearse al completo y que nadie de fuera de la familia nos viera), nos conduce a la deriva de un look dantesco.
La segunda letra también conserva absoluta vigencia: «A empujar los carritos, que ole, nos vamos al hiper» . Aquí se refiere, sin duda, a la alegría que le produce a algunos salir por fin de esas cuatro paredes. Es un trayecto rápido y sin contoneos, con un objetivo claro y no excesivamente atractivo, pero sentir el aire fresco tras una montaña de días iguales a la espalda, incluso con guantes en las manos y una mascarilla a la cara, provoca cierto placer.
Vamos con la tercera: «Ya no hacemos ná de ná sin el televisor» . Una sentencia tan acertada que necesita pocas explicaciones. La vida sigue su curso y la vemos pasar frente a las pantallas, vías para mantenernos conectados con aquello que sucede fuera y que, como ciudadanos, debemos conocer. Una cuestión de moralidad y civismo.
Que nadie se lleva a engaño, pues nada de lo anterior resulta sencillo. Aunque sean nimiedades en comparación con los problemas que acechan a este mundo convulso, el confinamiento tiene consecuencias poco amables en una sociedad que sale a aplaudirse en el fondo a sí misma cuando el reloj le recuerda que vuelven a ser las ocho de la tarde. A Martirio le sobrevino algo parecido: «¡Estoy atacá, estoy atacá!» , anunció. Luego esclareció sus deseos: «Cogé la puerta, estoy na más deseandito, riapitá, mira de cogé la puerta , y salir, ¡salir corriendo como las locas! Estoy mala de los nervios, ¡estoy mala de los nervios! ¡Ay, qué hartura, Dios mío, riapitá, mira que me voy a la calle a pegar chillíos...!». Y se acabó, justo en el punto en el que menos se esperaba, como terminará este festival de la tristeza sobre el que cabalgamos.