Música

Sevillanas del confinamiento: la ciudad de adobo que volverá

Con El Pali terminamos las recomendaciones musicales con motivo de la Feria de Abril

El Pali en El Arenal ABC

Luis Ybarra Ramírez

La silla con el respaldo a la barriga, en la calle. Un cigarro a una mano, vaso a la otra y gafas de culo de botella en una cara para estampar en las camisetas que presumen del lugar en el que han nacido. La sevillana que termina con esta serie en la que se respira la Feria que todos perdimos no puede ser otra que «Estar lejos de Sevilla» , del Pali, trovador de las cosas de los barrios . Nos ponemos el traje de ausentes, fantaseamos con los recuerdos colocándolos en un futuro próximo y nos sentamos junto a ese hombre captor de la urbe que más nos gusta.

Su discografía es una montaña de pavías de bacalao, barbos en adobo y tabernas de Triana. Son los personajes que dan vida a la belleza natural de un entramado que ansiamos pisar. Lo profundo y lo absurdo. La Virgen y el costalero. El capataz, los donantes de flores, el albero. Ese todo congelado en una copa de manzanilla y anhelo que, a medida que se piensa, huele. Que se evoca y aparece dibujado debajo de la frente. Los veladores, los acompañantes de las barras, los niños ajenos a todo lo que no forme parte de su espontánea alegría, el cielo a ras de mesa, risa y caña. Un atardecer traslúcido en vaso ancho, bomba de colores húmedos en un charlo del suelo, días cada vez más largos que siguen pareciéndonos cortos cuando se oscurecen sin previo aviso. Todo lo que añoramos y que sabemos que volverá se coló antes por el paladar de Paco Palacios .

En la letra que hemos escogido, se compadece de ese amigo que se va y no vuelve más. También, y aquí todo cobra sentido, «del desgraciado que siendo persona buena entre rejas está encerrado cumpliendo falsa condena. Pero más penita es estar lejos de Sevilla soñando verla otra vez» . En cierto modo, se confundió, pues ni siquiera intuía que no tendríamos que salir de la ciudad para echarla de menos.

La mente se gira y vuela. Si se concentra, puede escuchar incluso el sonido saturado del aire dentro de una caseta en la que han decidido cantar esta sevillana. Primera, segunda, tercera, cuarta. El tiempo y el espacio se desbaratan hasta convertirse en una ilusión. Y, de pronto, estamos allí, apretados, henchidos de algo, con sed de que todo siga y nada pase. Terminan los últimos compases y nos quedamos en la casilla donde comenzamos con una certeza sobre de la lengua: la Sevilla del Pali regresará y con gusto la consumiremos a nuestro antojo.

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