Crónica de lunes de Feria de Abril de Sevilla 2022
Tenemos que replantearnos la Feria
Sólo la gran mojada de ayer paró el aluvión de gente, pero en las casetas no se hablaba de otra cosa: esto se nos ha ido de las manos
Feria de Abril de Sevilla 2022: Todo lo que hay que saber
![La lluvia deslució ayer por la tarde el real de Los Remedios](https://s1.abcstatics.com/media/sevilla/2022/05/03/s/lluvia-feria-sevilla-kOuG-U24018514206wBN-1248x698@abc-Home.jpg)
Si algo tiene Sevilla es sentido de la medida. Pero la Feria se nos ha desbordado. Ayer no se hablaba de otra cosa en las casetas rememorando lo del domingo mientras volvíamos a comer más codos que jamón: «Tenemos que replantearnos esto porque se nos ha ido de las manos. Ayer no me dejaron entrar en mi caseta y dentro sólo había gente de fuera». El resumen de un socio de una de Juan Belmonte era perfecto. La masificación desmesurada del fin de semana tapó la de ayer. El domingo había que tener alas para llegar de una caseta a otra y ayer había que tenerlas para llegar a la barra. De las mascarillas ni hablamos. Se confirma que el Covid no asusta a nadie y que los abrazos, besos y conversaciones sobre el plato de jamón pasando por el pasillo estrecho del gentío no preocupan. La gente está metida de lleno en recuperar el tiempo perdido. Le dio la Puerta del Príncipe a Rufo y la ración de caña de lomo a la lluvia. Qué tromba. El albero se transformó en pista de patinaje sobre fango, los farolillos cayeron destripados en el barro y los zapatos se tiñeron de una pátina amarilla que demuestra que la ansiedad de Sevilla por volver a la Feria no se corresponde con la del Ayuntamiento por tener arreglado el piso. Pero no hay mal que por bien no venga. La lluvia espantó a los advenedizos y cribó el aforo al caer la tarde. De repente las nubes negras se dejaron una rendija abierta y una luz arrebolada atravesó las bombillas desnudas para adornar el primer rato puro de esta Feria, sin agregados ni finolis. «Compadre, yo nunca había visto más gente en la Feria que ayer, en mi caseta se acabaron los refrescos», le contaba un irreductible a otro en Pascual Márquez para intentar describirle la aberración. Según los datos oficiales, el domingo se batieron todos los registros históricos : número de viajeros de autobús, cifras de los aparcamientos, basura recogida y empujones por metro cuadrado.
El agua limpia y ayer sirvió para cribar el público de la Feria, completamente desbordada durante todo el fin de semana
Este año están pasando cosas muy raras. La mayoría de las casetas ha cambiado la cocina porque los caseteros han caído durante la pandemia. Todo el mundo usa la misma frase cuando llegan invitados: «Este año tenemos un servicio nuevo y lo estamos pasando fatal porque no es bueno». Si la freidora es mala, que nos registren. El que avisa no es traidor. Aunque con tal marabunta de gente lo de menos es la carta. Ayer había hasta peleas para quedarse con el primer plato que saliera . Pero cuando cayó la manta de agua todo cambió y la Feria volvió a coger su horma. En una caseta de Joselito el Gallo había un grupito de cuatro hombres cantando sevillanas que sumaban 250 años. Y de repente uno de los veteranos anunció un cambio de estilo: «Ahora vamos con el requetón» (sic). La juventud es un estado de ánimo. Y la sevillanía es un sentimiento universal. Un irlandés le estaba preguntando a un buen amigo de la tierra una duda interesante: «¿Por qué una punta es de solomillo y no de solomilla?». El hombre no pilla el asunto del género y apuesta por el lenguaje inclusivo. «¡Vamos a bailar un rumbo!». A la vera había un ganadero, hombre de campo, que se volvió loco con la primera mojada empujando a la masa para abrirse hueco: «Dejadme pasar, que quiero ver llover».
Según los datos oficiales, el domingo fue el día de mayor afluencia a la Feria de toda su historia y ayer sólo se hablaba de eso
Ver llover era ayer algo más que un regalo de la naturaleza. Era también un alivio. «Qué pena, hijo mío, que no voy a poder llevarte a los cacharritos porque con el agua dan calambre». El niño que no haya escuchado esto no es de Sevilla. El chaparrón es una salvación cuando las cosas se desmadran . Es como el caldo de puchero cuando se abarrota el estómago. El agua limpia. «Hoy le podían haber dado descanso a los bomberos», se comentaban dos amigos en el filo de la lona con los hombros empapados de los goterones mientras escrutaban la estampa del camión enfrente. Es difícil saber si estaban más mojados por fuera o por dentro. Estaban como hay que estar. Mirando la huida de los coches de caballos y de los madrileños. «La idea esta de empezar la Feria un sábado es un disparate, esto no es sevillano», le protestó el otro. La contestación fue memorable: «Yo el año que viene no vengo hasta el martes . Este año porque estábamos ansiosos, pero a mí no me lían más con el rollo este de la Feria de dos fines de semana». El referéndum de Espadas se ha convertido de repente en el principal tema de conversación en todas las tertulias. Hay que tener en cuenta que este año las fiestas han caído tarde y el puente de mayo se ha vuelto a meter en las trastiendas, pero el hartazgo es grande. Hemos llegado a un punto en el que no podemos saber a quién le han apuntado la ración de boquerones, si queda Tío Pepe, si la tortilla es del vecino, si el catavino ha pasado por el lavavajillas o tiene un enjuagado ligerito , si los aerosoles del que tiene el Covid y no lo sabe han caído sobre el queso... Si esta Feria está siendo hermosa es porque es misteriosa. Estamos todos entregados a una fiesta incómoda que no sabemos qué datos sanitarios dará en un par de semanas. Pero que nos quiten lo 'bailao'. Ya se han ido los forasteros, se han celebrado las primeras recepciones, se han acabo los primeros jamones y se han caído los farolillos. Ahora nos toca a nosotros. Ánimo, sevillanos. Que ya tendremos tiempo de replantearnos este delirio al que nos agarramos para no volvernos locos.
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