CIUDAD Y REAL

San Telmo, del pasado al presente en la Feria de Abril de Sevilla

Las tataranietas de la infanta Luisa reciben la Caseta de Oro por la donación de los terrenos del Parque de María Luisa y el palacio que hoy es sede de la Junta. Su actual inquilina tuvo también sus «homenajes»

Ana de Orleans y María Gloria de Orleans-Braganza reciiben la Caseta de Oro RAÚL DOBLADO

EDUARDO BARBA

No se había dejado atrás aún el siglo XIX. Hace 125 años, Sevilla recibía de la infanta Luisa Fernanda de Orleans, duquesa de Montpensier , la donación de los terrenos que hoy conforman el Parque de María Luisa , un referente monumental, histórico y ambiental de la ciudad. La hermana menor de la reina Isabel II, segunda hija del rey Fernando VII y de su cuarta esposa, María Cristina de Borbón dos Sicilias, donaba diez años después el Palacio de San Telmo a la Archidiócesis sevillana. El gran ensanche sur de la capital andaluza hace más de cien años, que luego sirvió para dar cabida a la Exposición Iberoamericana de 1929, sirvió precisamente ayer como recorrido en coche de caballo de las dos tataranietas de la infanta Luisa, quienes atravesaron los jardines que una vez fueron propiedad de su linaje.

Este paseo en calesa iba a servir también en la calurosa mañana de miércoles de farolillos de trayecto hasta el real de la Feria de Su Alteza Real Doña Ana de Orleans y de su hermana, María Gloria de Orleans-Braganza, duquesa de Segorbe , descendientes directos de los duques de Montpensier y tataranietas de la infanta que dio nombre al gran parque hispalense. Ambas recibían a primera hora de la tarde, y con motivo de esa efeméride de la donación, la tradicional Caseta de Oro que se entrega en el número 12 de Chicuelo, y que el año que viene cumplirá su centenario entregando este galardón ferial. Con Beatriz Valdenebro y el empresario Enrique Moreno de la Cova como anfitriones y maestros de ceremonias, las premiadas recibieron la estatuilla emocionadas junto a las hijas, de María Gloria de Orleans-Braganza, Sol y Luna, y el marido de ésta, el duque de Segorbe, Ignacio Medina y Fernández de Córdoba , tras una recepción con pasodobles y hasta una copla de Erika Leiva en homenaje a quien donó los terrenos, la infanta Luisa Fernanda. Doña Ana agradeció el premio en nombre propio y el de su hermana, así como «el precioso homenaje» que se les organizó con motivo de los 125 años de aquella donación. «Nos encanta recibirlo y cómo nos lo han entregado —expuso—, aunque todo el mérito se debe a nuestros antepasados. De una manera u otra, sólo podemos decir una cosa: viva Sevilla».

Las palabras de las homenajeadas arrancaron el cerrado aplauso de quienes llenaban la caseta, agradecidos por la presencia y la simpatía de quienes representan, como recalcaba Moreno de la Cova, «a los grandes benefactores de Sevilla ». «A ver quién es hoy capaz de entregar a la ciudad algo como el parque de María Luisa o el Palacio de San Telmo...», bromeaba el empresario justo antes de dar la estatuilla dorada. «A ver ahora quién se queda con ella, que sólo es una», indicaba también con cierta sorna la duquesa de Segorbe, que pedía minutos después en tono desenfadado «un premio que esté compuesto por dos casetas adosadas». Su marido, muy agradecido por el homenaje, recordaba también su inminente ingreso en la Real Academia Sevillana de las Buenas Letras, el próximo día 14, antes de buscar la sombra y los ventiladores. Que ayer eran del todo necesarios a esa hora en que ni han empezado los toros.

Reflejo de la portada y un caballista en un charco R- DOBLADO

La plana mayor

Un rato antes, la caseta municipal había servido de sede para una vasta recepción de alcaldes de la provincia por parte del alcalde, Juan Espadas , y del presidente de la Diputación de Sevilla, Fernando Rodríguez Villalobos , quien dio ejemplo de clasicismo y hasta de personalidad vistiendo traje gris sin corbata. «Es que de siempre fue así», determinaba el veterano socialista entre foto y foto con regidores, concejales, miembros de prácticamente todos los partidos representantes del cuerpo consular y un nutrido grupo de consejeros de la Junta de Andalucía que hacían presagiar que por allí iba a pasarse la actual inquilina del Palacio de San Telmo. Que no es descendiente de los Montpensier sino de fontaneros, como ella misma señala de manera recurrente. Susana Díaz había anunciado su visita y las huestes de su partido tocaron a rebato.

El calor no impidió la rápida organización del pasillo triunfal a la entrada de la caseta. Juan Espadas, Verónica Pérez, Rosa Aguilar, Antonio Ramírez de Arellano, José Fiscal, José Sánchez Maldonado, Antonio Muñoz, Adela Castaño, Esther Gil, el propio Villalobos... La llegada de la presidenta apostó a todos en el vestíbulo y permitió que las primeras jarras y canapés que salían desde el fondo de la caseta se distribuyesen de manera democrática entre quienes habían ya llegado. Cuando todos los altos mandos accedieron a ese patio central, las viandas municipales sólo tuvieron un destino, coincidente con el epicentro de un sinfín de fotografías con la aspirante a liderar el PSOE nacional , ayer sin hijo y vestida de flamenca. Todos quieren lo suyo. La foto o lo que sea. Nadie quiere no aparecer. Pocos pueden permitírselo, de hecho. Ese vendaval que supone la máxima responsable del ejecutivo andaluz tiene hasta un efecto físico, visual. Se le ve venir de lejos por la multitud que la acompaña, que la lleva en volandas. Es la marabunta . La misma que se atisbaba desde la caseta de la Ser en la siguiente recepción por la que se pasó Díaz. Apenas hay cien metros desde la caseta municipal hasta la radiofónica, donde la misma multitud de afines la esperaba; desde que salió de una caseta para llegar a la otra, el tumulto se intuía. «Ya se ven los ciriales», comentaba un conocido político con mucha guasa cuando se acercaba la jefa.

Junto al socialista, el otro gran escenario de ayer, el de la pista número dos, era el de los populares sevillanos, divididos, enfrentados pero juntos en estas recepciones del ecuador feriante. Hasta en las mismas fotos. Los Pérez, Virginia y Beltrán, con los suyos por una parte.El aparato, con Alberto Díaz o Eloy Carmona, por otra. Y haciéndose las fotos con unos y otros, los concejales y diputados de Ciudadanos , con sus amplias y habituales sonrisas y con mucha menos necesidad esta vez de forzarlas viendo ante ellos a los populares desangrándose y amenazándose con tribunales y, al otro lado, una nueva mudanza desde San Telmo.

San Telmo, del pasado al presente en la Feria de Abril de Sevilla

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