¿Quién inventó los farolillos de la Feria?
Hasta finales del siglo XIX la estética de la Feria no fue uniforme. Cada cual elegía los adornos a su antojo para su caseta. Pero tres personajes clave acertaron con el modelo que aún pervive
Desde que los empresarios José María Ybarra y Narciso Bonaplata crearon la Feria del Ganado en 1847 , el recinto se montó sin un criterio fijo. Cada casetero escogía su fórmula. Y esto generó muchas polémicas hasta que se logró instaurar una estética común para todos. Unos utilizaban ornamentos morunos, otros elegían adornos militares… Y en las calles ni siquiera existía un estilo, salvo la improvisación. Pero todo cambió en dos fechas clave.
La primera, en el año 1877 con motivo de la visita de la reina Isabel II. Las autoridades pensaron que era oportuno dar un aspecto más ordenado a la Feria con motivo de tan insigne visita y encargaron al pintor Gustavo Bacarisas un diseño. Este maestro costumbrista se basó en las lámparas chinas para llegar hasta su gran invento: el farolillo de papel. La idea fue muy celebrada, sobre todo a partir de 1883, año en el que llegó al real el suministro eléctrico gracias a la Compañía Sevillana de Electricidad, que realizó una instalación que sustituía a la anterior de gas. La combinación de ésta con los farolillos era muy peligrosa y provocó varios incendios . Pero a partir de la llegada de la luz, la simbiosis entre las bombillas y los faroles de papel fue perfecta . Sin embargo, hasta 1983 no se reguló en una ordenanza municipal el uso obligatorio de este adorno.
Pero el farolillo no fue el único gran invento de la Feria . La empresa eléctrica Niessen tuvo que crear unos casquillos especiales para poder poner las bombillas en las calles que han perdurado hasta hoy con el nombre técnico de «casquillos feria de Sevilla» . Y aún queda la otra aportación trascendente, la del exorno de las casetas. Esa disparidad se resolvió en 1904.
La caseta del Círculo Mercantil utilizó para ese año un estilo japonés con sombrillas orientales que no gustó mucho en Sevilla. Frente a este exotismo, los hermanos Álvarez Quintero y un grupo de ateneístas montaron la caseta denominada «Los Perros». En ella reproducían un típico cortijo andaluz con toda clase de motivos sevillanos. Sin pretenderlo, y como contrapeso al aire nipón del Círculo, crearon un canon que ha perdurado a lo largo de más de un siglo . Actualmente, todos estos detalles están regulados por el Ayuntamiento. Pero, al igual que ocurre en la otra gran fiesta popular de la ciudad, la Semana Santa, casi todo tiene autor.
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