La Maestranza enciende la portada de la Feria con la exhibición de los enganches
La lluvia primaveral no deslució el broche de oro a la capitalidad mundial del enganche
Enganches: dícese del tradicional deporte ecuestre revitalizado a partir de la década de los 70 por el Príncipe de Edimburgo y consistente en el manejo de un tiro conformado por uno o varios caballos enganchados a un carruaje , sobre el cual el cochero tiene que hacer valer su pericia en la conducción . Exhibición de enganches en Sevilla: la derrota del tiempo, el súmmum de la plasticidad, una sinfonía de contraluces y mantillas blancas hasta que el arte borbotea al son más trotante y cascabelero. El camino más corto para llegar a la Sevilla de las postales en blanco y negro; un atajo hacia la Sevilla ancestral .
El Real Club de Enganches de Andalucía puede y debería felicitarse tras cosechar ayer el enésimo éxito de organización y público en la XXXI edición de su tradicionalísima exhibición en el coso del Baratillo. Aunque la mañana amaneció encapotada y llegó a llover con los primeros carruajes concursando sobre el albero de la Real Maestranza de Caballería, se pudo completar a plena satisfacción todo el ambicioso programa de actividades que arrancara el viernes con un fin de fiesta apoteósico , en el que el público que prácticamente abarrotaba la plaza se deleitó con la agilidad con la que jardineras, landeaus, tilburies..., ejecutaban sus giros de leyenda, sus escorzos centenarios , manejados por los mejores mayorales del país.
La primera parada de este festival de colores comenzaba en la calle Adriano. «Por los ojos del caballo se asoma la noche al día», greguerizó Ramón Gómez de la Serna. Lo vio también la autora del cartel anunciador, Heide Marie Freukes, y el paseante lo entiende en clave feriante mientras escruta la mirada límpida de las bestias , motor 100% ecológico de la exhibición ya tiren en solitario del carruaje (molinera), con otro animal bien a la vera (tronco), bien por detrás (tándem) o asociándose con todo un tropel equino, que hasta seis caballos llega a requerir el arte del enganche , aunque ayer no se vio sobre el ruedo ningún carruaje a la gran potencia.
El cuido y la veneración —que se adivinan en crines y cascos — recuerdan los versos finales del famoso poema de Oliverio Girondo: «Hablaban de un caballo. / Yo creo que era un ángel». Por lo demás, poco que añadir que no se haya escrito antes hasta la saciedad sobre la belleza de la dama sevillana o respecto a la elegancia extrema de los cocheros y lacayos , figuras centrales también en la gran fiesta del enganche. «Aquí todo es mujer, ¡y toda mujer, amor!», sentenciaba el «Don Juan Mejía» de Marquina y Hernández Catá. Y tipismo, sobre todo tipismo : que había las que no se contentaban con abrir los abanicos en medio de un ventarrón que quería robar pamelas y destrozar parasoles, sino que los agitaban con brío en un sofoco imposible que degeneraba en escalofríos en la tribuna sólo de verlo.
Lluvia pasajera
Pese a la impertinente lluvia inicial, que dificultaba la entrada desde la calle Iris y las maniobras de los primeros enganches, la prueba se desarrolló sin ninguna incidencia gracias a la maestría de los propietarios y cocheros y a la nobleza de los caballos pericones , que sortearon civilizadamente los cruces más riesgosos. «Han salido los paraguas por una nube pasajera, pero con todo el arte se abren en la Maestranza. ¡Oro que cae del cielo, oro para el campo!», vendió el «speaker». Hubo quienes a la media hora abrían de nuevo el mismo paraguas pero para protegerse del sol . Porque, como describía el poema que le hizo Gabriela Mistral a Doña Primavera, «¡va loca de soles / y loca de trinos!».
Los enganches más aplaudidos volvieron a ser los procedentes del extranjero, los que iban repletos de risueños niños saludando al tendido y los más elegantes o vistosos, aunque para gustos están los colores. Un mail coach (diligencia) procedente de Cádiz con trompetista, banderola española y tirada por caballos holandeses enjaezados en media potencia —dos en la lanza y tres por delante— , tuvo que entrar y salir por la Puerta del Príncipe ante el riesgo de quedarse atorado. «¡Es imposible meter tantos coches en este ruedo!», gritaba extasiado el presentador con una docena de carruajes y más de medio centenar de caballos girando, retrocediendo, bailando al compás de la música y los cascabeles en un espacio menguante.
Entre los momentos más emotivos de la XXXI Exhibición, que estuvo dedicada a la Cruz Roja de Sevilla, destacó el de la despedida del cochero sevillano Diego López Lobato tras 37 años conduciendo enganches y limpiando cascabeles. Se le permitió cerrar el acto con una vuelta de honor al ruedo guiando un landeau semirredondo con cinco caballos a media potencia y con la afición puesta en pie para brindarle una última ovación. « Duele retirarse tras toda una vida en esto, pero es a lo que obligan la jubilación y los seguros, así que ahora voy a quedar a disposición de toda la juventud , para estar con ellos en lo que haga falta», comentaba a ABC de Sevilla entre agradecimientos a los que siempre confiaron en su profesionalidad. Ya nos lo enseñó John Ford en «La diligencia»: hay cosas de las que un hombre no puede huir.
Lourdes Montes, madrina
Cada domingo de preferia la Maestranza se convierte al mediodía en todo un pase de modelos y sagas familiares, donde este año deslumbró con su luz propia la abogada y diseñadora Lourdes Montes , esposa del diestro Francisco Rivera Ordóñez y madrina de honor de la XXXI Exhibición, que arrancó encendidos aplausos en su vuelta al ruedo luciendo un traje turquesa agua coronado con mantilla.
El presentador reclamó un aplauso para este complemento tradicional, aunque la ovación de la tarde se la llevó un cochero gerundense que abandonó el albero mientras resaltaban por megafonía: «Coches catalanes en Andalucía... ¡Viva España!» .