Feria de Abril de Sevilla 2022

Al fin, un auténtico paseo de las delicias

Lejos del ruido y de la furia del inicio de la semana, el viernes de Feria tuvo sabor a dulce epílogo veraniego sin bullas, sin recepciones... y sin mucho dinero, claro

Los famosos que hicieron historia en la Feria de Abril

El real vivió el viernes una jornada muy tranquila Cristina Gómez
Eduardo Barba

Eduardo Barba

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Llegó el día. El viernes de Feria cumplió con todos los requisitos para erigirse en la jornada en que el real de Los Remedios pasó a convertirse, al fin, en el auténtico paseo de las delicias sin necesidad de San Telmo ni costurero ni reina . Porque la afluencia ya no era tan masiva como en el arranque de la semana, el de las ansias incontenibles y ese obsesivo afán actual de consumir experiencias lo antes posible. Like, like, like... Porque se disolvió la gran bulla. Porque se podía caminar sin esquivar constantemente sobre una tierra seca y firme, no un lodazal generado por la lluvia. Porque ni el paseo de caballos estuvo tan atascado. Porque se acabaron las recepciones oficiales, los políticos buscando cámara, las sonrisas forzadas y el eslogan barato . Porque se disiparon las aglomeraciones camino de las costas y del almax. Porque acompañó hasta la temperatura, por momentos veraniega y sin atisbo nuboso. Por eso.

Y porque la caída del sol por el Aljarafe sonaba a despedida melancólica, a ese aire de decadencia que tanto ama Sevilla, capaz de regodearse en sus lamentos y agonías como ninguna. Porque todo estaba cargado de ese extraño pero irresistible encanto de los epílogos románticos y también del aura tentadora de los perdedores, como todos esos que son Brick en 'La gata sobre el tejado de zinc caliente' de Tennessee Williams , de los que no tuvieron la oportunidad de gozar de un rato de gloria, de un grupo de amigos, de un beso robado junto a las lonas rayadas, de los días festivos, de los puentes y, quizás, ni tan siquiera de caseta propia ni cuenta corriente a la altura de las circunstancias, que este año son peliagudas. Y sobre todo, porque a estas alturas, después de lo vivido, lo sufrido y de que casi tres mil sevillanos hayan perdido su vida por culpa del maldito covid en estos dos largos años, la simple sonrisa sin mascarilla de cualquiera de los que se cruzaba por ese camino bajo los pocos farolillos que también han logrado sobrevivir a los azotes del destino es ya un motivo de alegría y de celebración. Aunque la Feria sea ya una vieja a la que no todos miran y que alguno incluso aborrece quedándose en la apariencia cuantitativa de la masa enfervorecida de los primeros días de juventud de una fiesta desnaturalizada . Lejos del ruido y de la furia, justo antes de terminar, en su justa medida y capacidad, una delicia al alcance de los profanos.

La jornada se disfrutó sin aglomeraciones, liberada ya de ese obsesivo afán actual de consumir experiencias lo antes posible. Like, like, like...

También porque no hay muchos bolsillos que resistan el ritmo y los precios de este año toda una semana, evidentemente. Se lo explicaba ayer con total claridad un compadre a otro al salir de una caseta del final de Juan Belmonte cuando la tarde ya reclama cubata. «Vamos a tomar algo a donde mi primo, Antonio, pero vente sólo con tu mujer, no vayas a contestarle todavía a tu cuñado, que a ver si se va a encalomar y no está ya la cosa para muchas convidadas». Todo un tratado económico de la recta final de Feria . Cuantos menos, mejor. Alguno buscó y rebuscó tanto en el interior de sus chaquetas para lograr una botellita de manzanilla más que, como aseguraba y refrendaba con la prueba palpable uno de los socios de una caseta de Joselito el Gallo, había encontrado vales de la edición de 2015 y de 2016, cuando todavía se tomaba el pescaíto los lunes por la noche. Otros tiempos... pero la misma prenda.

Que pudiera pasearse sin apreturas no significa, eso sí, que el campo de Los Gordales estuviera desangelado, ni mucho menos. Una vez pasadas las horas centrales, en las que el público suele ahorrarse el almuerzo ferial y que en este caso, además, fueron realmente calurosas, la tarde se fue animando incluso por encima de lo ocurrido en ocasiones precedentes del tramo final de la fiesta hasta dejar una noche como mandan los cánones cuando a la mañana siguiente no se trabaja. Porque pasear, lo que se dice pasear, no cuesta tanto. Y si hay que exprimir la tarjeta de crédito, pues se hace, que para eso han pasado ya tres años vacíos.

Que pudiera pasearse sin apreturas no significa que el real estuviese desangelado, ni mucho menos. La tarde se animó y la noche, aún más

Costillares fue durante toda la tarde y ya con luz artificial como las grandes galerías de los aeropuertos, un verdadero trasiego de familias enteras camino de gastar los últimos tíckets en las atracciones o, en el camino inverso, los últimos euros de los bolsillos en las casetas. Los cocheros de caballo terminaban de hacer caja camino de la tarde de Morante . Las cantantes volvían un día más con el antiojeras a tope y nuevas versiones de sus temas, adaptados a la voz cazallera. Muchos agotaban la fiesta y el cuerpo mostrando una entrañable resistencia social similar al aguante de la red de telefonía, capaz de soportar incluso ayer, en los mismos estertores del color, un tráfico de datos en forma de imágenes y vídeos inasumible por receptor alguno. «Ponte ahí, niña, que te hago una y se la mandamos a la tía. Que mi teléfono no lo han pinchado los espías», espetaba con guasa un padre a su hija a los pies del flanco oeste de la portada. Como él, un ejército se iba haciendo al llegar fotografías bajo las torres artificiales de la entrada principal de Antonio Bienvenida horas antes de que sus tablones pasen a la historia. A Sevilla le gusta que le hagan fotos, pero más aún la suerte suprema de la sociedad de hoy: hacerse selfies. Y en eso el mejor día es el viernes. Cuando ya es posible posar sin que te empujen. Cuando ya se han largado quienes hacen cola ante la barra el domingo como la hacían para ver salir La Paz como ahora la hacen para llegar al mar o para pedir el helado en el paseo marítimo. Cuando la Feria se hace, como diría Juan Ramón , pequeña y suave. Una delicia.

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