Calle de la Feria de Abril de Sevilla
Manuel García Cuesta «El Espartero»
Hijo de un artesano del esparto, es uno de los nombres del callejero la Feria de Sevilla
Feria de Abril de Sevilla 2022: Todo lo que hay que saber
« Más valor que "El Espartero" ». El aforismo sentencia así la condición torera de Manuel García Cuesta «El Espartero» (Sevilla, 1865-Madrid, 1894), cuya supremacía en el escalafón taurino estuvo sustentada por una exposición escalofriante ante los toros de aquella época, que en pocas ocasiones seguían con celo y recorrido la franela de la muleta.
Manuel García recibe el apodo del « Espartero » por el oficio de su padre, al que ayudó en su taller de artesano hasta cumplir los dieciséis años. Con esa edad comenzó, como tantos otros, de banderillero en la cuadrilla de José Cineo « Cirineo » en plazas de la provincia: Alcalá de Guadaíra, Castilblanco, etc. Un año después se presentó como su peón en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla .
Fue en esa época cuando ya conoció a otros chiquillos de su edad a los que también les había entrado el veneno taurino, y comenzaron a hacer escapadas a los campos de Tablada para torear los animales que estaban en los cercados preparados para ir al matadero. Más tarde Juan Belmonte emularía sus hazañas. Esta preparación con la franela le sirvió para debutar como novillero en la plaza de toros de Cazalla de la Sierra , aunque seguía compaginándolo con su faceta rehiletera.
En 1885 se presenta en Sevilla como novillero , y rápidamente fue dándose a conocer entre los aficionados hispalenses por su impactante serenidad ante las frecuentes volteretas que le propinaban los novillos. Como pasó más tarde con el Pasmo de Triana, el público quería verlo pronto porque se intuía que un valor así no duraría mucho con el chispeante puesto. En sólo dos meses como novillero llegó a lidiar 31 novillos , una cifra impactante si tenemos en cuenta las escasas conexiones circulatorias de la época.
El 28 de septiembre de esa misma temporada (año 1985), con veinte años, toma la alternativa en la Real Maestranza de Sevilla , llegando la empresa a tener que programar festejos en los meses de noviembre, enero y febrero por la fuerte demanda de público que arrastraba «el Espartero».
El nivel de idilio con la ciudad alcanzó tal extremo que en el Café París colocaron un enorme cuadro con su retrato, al que los aficionados que pasaban ante él se descubrían como signo de máximo admiración.
El fervor fue in crescendo hasta llegar una corrida, el 15 de abril de 1888, en la que toreó con Guerrita y las comparaciones de los aficionados entre ambos diestros acabó en un altercado público del que Espartero tuvo que sacar escoltado en su coche a Guerrita, quien tuvo que marchar esa misma noche a Córdoba pese a que tenía programa la estancia hasta su siguiente corrida el día 18. En el café Suizo llegaron a las manos , al uso de palos e incluso hubo alguna puñalada a colación de la riña anterior.
Su carrera siempre estuvo significada por ser c ontemporáneo de Guerrita y Lagartijo , quienes contaban con mayor popularidad en el resto de España, además de tener unas cualidades artísticas mayores que Espartero, que únicamente se caracterizaba por tener el mismo valor con el que empezó y que mantuvo hasta su última tarde.
De esa última corrida, el 27 de mayo de 1843 en Madrid, el periódico El Liberal narró: «Ya en Madrid, y poco antes de las cuatro, t omó asiento el Espartero con su cuadrilla en un carruaje, y cuando este salía de la calle de la Gorguera para entrar en la de Sevilla, vieron pasar un entierro . Como los toreros son, por lo general, supersticiosos y se fijan hasta en los más insignificantes detalles, al ver al fúnebre cortejo exclamó Antolín: "Mala pata"» […] «El primer toro, Perdigón , era colorado, ojo de perdiz, terciado, corto de cuerna, aunque bien puesto. Cumplió en varas, y se mostró al final tardo y dolido del castigo» […] «Se volvió a arrancar al volapié un poco fuera de los tercios del 10, dando hasta la mano en una estocada algo contraria, de la que, por cortarle, como la otra vez, la salida el miura, salió empitonado por el vientre» . A los veinte minutos de aquella desagradable cogida que enmudeció el tendido de Madrid, los doctores certificaron la muerte de aquel torero que había dejado un frase para la historia cuando se le preguntaba por su temerario valor: « Más cornás da el hambre ».
Noticias relacionadas