Feria de Abril de Sevilla 2022
La bulla cofrade de la Feria de Abril
El domingo fue una especie de celebración del regreso a la normalidad de España, no de Sevilla. Hasta mañana no empieza esto de verdad
Feria de Abril de Sevilla 2022: Todo lo que hay que saber
Plano de la Feria de Abril de Sevilla 2022: mapa de todas las calles y casetas
Que si este año la gente va a ser prudente, que si veremos a ver las casetas vacías, que si después del virus esto va a ser un páramo... Tururú. En la Feria no se cabe. Mejor dicho, en Sevilla no se cabe. Entrar ayer en la caseta tenía premio. Si lograbas sortear la Exhibición de Enganches en la Maestranza , los policías desnortados desviando el tráfico por donde Dios le daba a entender a cada uno, los controles de los guardas jurados y el barullo de la barra, la primera Cruzcampo era como llegar al Obradoiro. «Ponme dos cervezas» , declamó un desesperado en cuanto alcanzó la meta en una caseta de Pepe Luis Vázquez. Su señora lo miró extrañada: «Manolo, sabes que yo no tomo cerveza». Y él le resolvió el descuadre con naturalidad: «Ya lo sé Rosa, hija, las dos cervezas son para mí. ¿Tú que quieres tomar?». Esa aritmética es muy feriante. La primera siempre es para la sed o para la resaca y la segunda ya es para uno. Y los días de bulla es mejor pedir con previsión porque nadie sabe cuándo le van a atender otra vez. Cuando se pilla al camarero hay que brearlo. Ahora o nunca. «¿Qué va a ser?». Pues mire usted, una de jamón, otra de queso, una de chocos, dos de montaditos, almendras y una tortillita. Hay que hablarle al de la tiza como un pregonero. El que duda pierde el turno.
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Pero ayer todo era dudoso en la Feria. Había una cola en una pizzería de la calle Asunción al mediodía que no tenía explicación. Vamos a ver, señores, un poquito de organización. ¿Pizza en la Feria? Lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible, que diría el torero . Los días festivos son raros. Nunca se tiene la seguridad de nada. El casetero puede apuntar lo que le dé la gana y el espabilado puede sacar tajada del despiporre. En una de Pascual Márquez había una señora tensando la cuerda: «Perdona, hombre, es que te dejé pagada antes una jarra de rebujito y no me la has puesto. ¿Me vuelves a llenar esta?». A la tercera la trincaron. Lo suyo es peor que comer pizza bajo los farolillos.
Los días festivos son raros. Nunca se tiene la seguridad de nada. El casetero puede apuntar lo que quiera y el espabilado sacar tajada
Por cierto, los farolillos no han llegado a tiempo. Había ayer algunas calles todavía desnudas . «Se les ha olvidado cómo se ponen después de dos años de parón», sentenció un guasa en Costillares. Tenía razón. La gente no sabe bien lo difícil que es montar este tinglado. Se lo estaba explicando un hombre a su hijo en el balcón de su caseta en Juan Belmonte: «Guille, yo he pasado por aquí todos los días para ir al trabajo y he visto el esqueleto de la Feria. No te imaginas lo fea que es mientras la están montando y lo guapa que se pone cuando llegan los días señalaítos. Este año he visto cómo abrían los cofres después de dos años y había maderas podridas, hierros mohosos, lonas picadas...». Pero ahí está. Contra viento y marea. Sin el menor indicio de una mascarilla. La gente se ha despendolado y las medidas sanitarias se han reducido a ponerse alcohol en la herida de la memoria. Por eso esta Feria es una gigantesca confusión. La inflación alienta los paseos y las bullas son de Domingo de Ramos. La calle Asunción parece la Avenida cuando viene la Borriquita y sólo los que saben a dónde van salen ilesos del gentío. ¿Cuántos saben a dónde van? Poquitos. El AVE no da abasto. Y para colmo hay hasta despedidas de soltero. Vamos, que hasta mañana no empieza esto de verdad.
¿Y la pandemia?
Lo que estamos viviendo desde el sábado es el regreso de España a la normalidad, no de Sevilla. Hasta que no nos dejen un poquito de espacio no vamos a poder ponernos por derecho , pero por lo menos ya sabemos que el personal pasa del Covid y que las dosis que nos faltan las estamos supliendo con pinchazos de Cruzcampo. Por cada barril que se pincha en la Feria, cien cabezas se curan de la melancolía.
El domingo de Feria fue una explosión de tráfico, coches de caballos, vestidos de flamenca guardados en el ropero desde 2020 , lunares en conserva, sol, aires acondicionados provocando una fiesta en la caseta de Endesa, freidoras rugiendo, forasteros apurando la cartera, sevillanos dánsose ojana, farolillos sin poner y vendedores de botes vacíos. Porque eso es Sevilla estos días: nada. Una nada esplendorosa que en la bulla cofrade encuentra su esencia: el barroco del más extraordinario vacío. O el vacío más lleno que existe.